viernes, 6 de febrero de 2009

Palabras del viejo demiurgo II

XI

Reloj que marca las horas sin tiempo/ Área invadida por la máquina del olvido/ Leve huella del corazón en su latido/ Irreverente frase improvisada/ Secundario instante de volver a nacer/ Exclusivo instante de volver a morir./ Soy de los días que vienen y van, el sinsentido.
Sueño hecho trizas,/ añicos de segundos que,/ en el momento de la incertidumbre,/ vibra con el mismo sonido de la angustiada vigilia de la que vengo huyendo por este sueño...
Entonces, prisionero de dos mundos, náufrago de la felicidad, te envío este mensaje que algo de mí libera cuando tus ojos viajan por sus contables sílabas.

XII

Soy la mano que arranca las flores. Soy la espina de la rosa violada. Soy el alga sinuosa que colorea el mar. Soy tu canto esencial.
No preguntes jamás quién fue mi creador. Pues soy tu criatura.

XIII

Escondida en los espacios íntimos, guardadas mis esencias en herméticas ánforas multicolores, soy inexpresable. Cual pájaro privado de la libertad de cantar y de volar todo en mí es rito absolutamente personal y secreto; y no acepto abandonar el mundo de luz interior que protege mi timidez.
Pero lo propio es descubrirme, abrir las ánforas sin temor a que se desvanezcan mis esencias, abrir la jaula y dejar que vuele y cante la prisionera. Hará bien a los hombres conocerme porque soy la verdad que hace ligeros los pesos de la existencia, las crueles imágenes del mundo, la embriaguez del amor y los furiosos vientos de la tormenta de las frustraciones.
XIV

Soy la palabra dicha o pensada en presencia del amor. Del amor que se aprende a hacer, comiendo dulces debajo de la mesa.

XV

Como un cantar de grillos ausentes o la marcha marcial de la pobreza, me aviva el fuego generado por el choque del cuerpo con el alma.
Así de simple y casi adolescente el tiempo se detiene en el recuerdo de estas líneas escritas para tu eternidad.


XVI

Con sensible impudicia invento mil formas de vender boletos para el espectáculo de mi intimidad; desde ahorcar al cliente que llega, hasta despedir su cadáver con un besito.

XVII

Misteriosa habitante de un castillo encantado. Dama gentil de un valeroso caballero andante que pluma en ristre con mi nombre en los labios y en la mente arremete contra las injusticias del tiempo.
Piadosa que ama dulcemente a la hora de la misa. La misma que furiosa enloquece agitando las sábanas que cubren la cabalgata de mi desnudez sobre la tierna dureza viril del hombre que amo.
Tal cual, yo, la poesía, arcana, ideal, mística, lúbrica y sensual

XVIII

He olvidado las palabras blandas que enternecen. Ya sólo escucho el eco desolado de las que son amargas, las que insultan y vejan y hacen trizas la lengua al proferirlas. He olvidado las palabras tiernas, pero no la ternura. Por eso me lamento de su ausencia.

XIX

Dueña de los días escarlata, germinal es la voz que me reclama.
Maquinaria perfectamente regulada, lista para viajes al infinito, llevaré tu mensaje a otros planetas. Tiempo ha que comenzó la cuenta regresiva controlada por sincronizados relojes esclavos del tiempo, que morderá su cola.
Y así, sin más, clepsidra tú serás como yo, dueña de los días escarlata...

XX

Del ómnibus en el que viajo he preferido dar testimonio de lo que veo huir por la ventana. Pues, me conmueve la aventura del hombre mas no su hedor.

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