martes, 24 de febrero de 2009

DECALOGO DEL PENSAMIENTO PERSUASIVO

1. PREPARARSE BIEN: Profundizar. Conocer a fondo el asunto. No se puede pensar bien si no se cuenta con el conocimiento amplio del objeto de nuestro pensamiento. Las ideas provienen de las ideas y de la experiencia que las sustenta. Procurar estar siempre bien preparado, mantener al día la información validada y cuestionada.

2. IDENTIFICAR LOS RASGOS PECULIARES: Cada campo de la experiencia tiene características específicas no generalizables. Así mismo las ocasiones para reflexionar son diferentes. Esto se asocia al modelo de dinámica grupal que se haya elegido. Una conferencia no es lo mismo que una mesa redonda. Por consiguiente el desarrollo de las argumentaciones tendrá que adecuarse a estas diferencias.

3. NO EXTENDERSE MÁS DE LO NECESARIO: Las exposición de ideas, según su grado de complejidad, tiene un tiempo establecido. No se trata de hablar mucho o poco, o en el justo medio. Precisión y exactitud son dos virtudes que solo los expertos despliegan al razonar.

4. ESFORZARSE POR ENTENDER AL OTRO: En un debate racional, hay que saber escuchar. Pues como dice el viejo adagio: Quien escucha aprende, quien habla, habla de lo que sabe. En el debate de ideas hay que escuchar al interlocutor, esforzarse por comprender al otro y dándole la razón profundizar en sus argumentaciones antes de pensar en refutarlas. Hacer el esfuerzo por descubrir lo que de valioso tiene el otro, posee una dimensión moral porque favorece la convivencia de la humanidad.

5. NO CREERSE EL PROPIETARIO DE LA VERDAD: Refutar cada afirmación del oponente no hace sino distanciarlo y alejar al debate de sus altos fines. Hay que ceder donde esté claro que podamos ceder. Atacar úicamente desgasta y fortalece al oponente, si lo hay; y a la fluidez del razonamiento que no prospera por tensión del pensador. La estrategia del Sí...pero hace más asequibles las objeciones. Y finalmente, es posible ser propietario de la única verdad irrefutable?


6. CAMBIAR DE POSICIÓN SI NO FUNCIONA LA PRIMERA: Cuando se polemiza con otro, uno puede tener la impresión de que los argumentos de la parte contraria funcionan como una barrera en la que se estrellan todas nuestras razones. Por eso, lo más aconsejable es ver si uno puede superar la berrera cambiando de estrategia. La estrategia empleada no debe ser un distractor que aleje el debte de sus cuestiones centrales. Esa maniobra debe hacerse sin desviar la cuestión. Hay que apuntar siempre al bull.

7. EMPATICE SUS BROMAS: La argumentación no está reñida con el sentido del humor, pero sí con la pérdida del sentido de la medida. Hay ocasiones en que no es apropiado hablar en broma. Como se dice hay bromas y bromas. Para distinguir unas de otras, el mecanismo más simple y efectivo consiste en ponerse en el lugar del que tiene que soportar la broma.

8. CITE POCO Y EMPLEE SUS RAZONES PROPIAS: No se argumenta bien por hacer muchas referencias a palabras prestigiosas, autores de moda, etc. Lo que cuenta es lo que se dice y las razones que lo avalan: la calidad y fortaleza de esas razones son responsabilidad exclusiva del que argumenta.

9. NO SE VAYA POR LAS RAMAS: Frente a la tendencia, natural quizás en algunas culturas, a irse por las ramas no cabe otro remedio que insistir una y otra vez en ir al punto, en fijar cuidadosamente la cuestión.


10. DESCUBRA SU ESTILO: En cada ocasión, hay muchas maneras de argumentar mal y quizás más de una de hacerlo bien. Este (ligero) apartamiento de la regla de la multiplicidad del error
y la unicidad de la verdad se debe a que en la argumentación las cuestiones de estilo
son importantes. Como ocurre con los autores literarios, cada persona que reflexiona
tiene su estilo propio y es él el que ha de esforzarse, primero, por encontrarlo, y luego,
por elaborarlo y dominarlo.

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