LOS
AUDACES:
Cuarenta cinco años de fiel ejercicio de la libertad en el arte
(15 de agosto de
1968- 15 de agosto de 2013)
Reflexión histórica
introductoria
Es un lugar común que
al abrir los pocos textos de teatro peruano nos encontremos con un recuento más
o menos exacto de lo que se ha venido haciendo en Lima desde la época
prehispánica hasta nuestros días. Generalmente el teatro provinciano permanece
ignorado o se filtra donde es inevitable su presencia. Por ejemplo, mal se
podría hablar de los orígenes del teatro en el Perú, hace más de diez mil años,
sin mencionar el testimonio documental de las pinturas rupestres de las cuevas
de Toquepala, en Tacna y Lauricocha, en Huánuco; ni describir el crecimiento
del teatro coral religioso sin hablar de Chavín de Huántar, en Ancash, o de la
teatralidad de los grabados de la cultura Mochica, en Trujillo e,
indudablemente queda incluido en esta lista el teatro de celebración incaico
que hasta la fecha se puede apreciar, más o menos deformado, en la ciudad del
Cuzco. El más importante estudio de teatro colonial es “El teatro en Lima
durante el virreinato”, de Guillermo
Lohman Villena y, si tenemos algunos estudios tentativos de teatro tradicional
lo debemos al doctor Arturo Jiménez Borja. Podríamos continuar con los ejemplos
de esta exclusión pero basten los enunciados como prueba del olvido en que se
encuentra la provincia en los textos de historia del teatro peruano.
Sin embargo, en los
últimos años del siglo pasado hemos asistido a la publicación de importantes
trabajos sobre el desarrollo del teatro fuera de Lima, en Trujillo, Arequipa,
Tacna y Huancayo, en especial. Y posiblemente haya otros trabajos inéditos que
escapan a mi información. Esto se debe a que se ha ido consolidando una
tendencia a la descentralización. El mapa teatral del Perú se ha diversificado
y cada día es más notoria la presencia de la actividad teatral fuera de Lima,
lo que no significa que el teatro de la metrópoli haya dejado de ser el más
notable y variado. No obstante, inclusive en la misma Lima, ya no hay sólo
actividad teatral central, en las diversas poblaciones periféricas también hay
importantes agrupaciones que realizan un teatro de muy buen nivel y sobre todo
de indiscutible raigambre popular y nacional, en Villa el Salvador, San Juan de Lurigancho,
Comas e Independencia… El Grupo Teatral de Mala (Grutema) al sur de la
provincia de Lima y en la misma región, ha concretado una intensa actividad
coordinada y apoyada por su gobierno local. Recordemos que este año se ha
celebrado los cincuenta años de fundación de Yawar, grupo barrial que fundara
el inolvidable Tomás Temoche Varías. Es dentro del contexto de este crecimiento
regional que se celebran este 15 de agosto los 45 años de funcionamiento de uno
de los grupos más singulares de nuestra región meridional: Los Audaces, de
Arequipa.
Mis primeros
contactos con el grupo Audaces
Cuando escuché hablar
por vez primera del grupo Audaces, de Arequipa, pensé que se habían confundido
con el nombre de un grupo de rock. Posteriormente tuve ocasión de conocerlos en
1986 en la Muestra Regional de Tacna y me quedé impresionado de dos cosas: su
natural sencillez y la serena profundidad con que abordaban sus montajes
creando propuestas indiscutiblemente originales y renovadoras. Los días de
Tacna sirvieron para que no sólo nos hiciéramos amigos sino que eleváramos
nuestra relación a una hermandad que nos ha unido desde entonces. Por esa
fraternidad fue que cuando viajé a Arequipa me invitaron a su hogar y pude
compartir su manera espontánea de crear profundas imágenes teatrales de la
existencia y de nuestra sociedad, mientras saboreaba los caramelos que
fabricaban como actividad familiar. Y, hasta la fecha, esa dulce relación de
reflexivo compromiso con el teatro se ha mantenido en armonioso equilibrio, de
lo cual me plazco y, sinceramente, me siento gratificado. Porque al lado de los
Audaces, mientras se les va viendo desarrollar sus propuestas artísticas en
orgánico silencio meditativo, lo que es discusión sin final de conceptos y
formas en el teatro actual, se convierte en una experiencia de mayor valor que
mil palabras.
Pero, no es
precisamente de mi hermandad con los Frisancho que voy a escribir en esta nota
preliminar al libro jubilar de los 45
años de su trayectoria, sino de la sensibilidad con que este grupo amical y
familiar, desde sus orígenes, se ha acogido al teatro, con un claro sentido del
ejercicio de la libertad y siempre al acecho de todo lo que pudiera contribuir
a su perfección artística. Han forjado así una trayectoria, como es propio de
los auténticos artistas, de una originalidad indiscutible que se alinea, sin
forzamientos ni disfuerzos, entre las mejores manifestaciones de teatro moderno
en nuestro país. Porque inexacta apreciación sería la del que pretendiera que
siguen a tal o cual grupo de Lima o del mundo, no. Es verdad que la creatividad espontánea de los Audaces se
ha enriquecido directamente en las fuentes del Odin Theatre y el acercamiento
al impactante intercambio con Cuatrotablas, pero luego de esta confluencia
enriquecedora han sabido continuar haciendo su propio camino al andar. Pocos en
el Perú como Fredy Frisancho, han logrado asimilar con prístina claridad la
escuela de Jerzy Grotowsky e imprimirle un sesgo personal.
Sin embargo, no fue
con los grandes maestros que se iniciaron en el teatro, lo que los impulsó
desde los años iniciales fueron la inquietud y deseos de renovación y así, tal
como cuenta emocionado Luzgardo Medina Egoavil: bajo la oxidada techumbre de un
Ford abandonado en un barrio de la gente humilde de Arequipa, se echó a andar
como jugando la más limpia aventura de teatro de búsqueda y experimentación que
se ha dado en el sur peruano. En 1968, a tres años de las guerrillas, en un
país donde la presencia norteamericana se hacía insoportable, entre reclamos
por la extrañamente desaparecida página once y manifestaciones callejeras y
pintas incendiarias en los muros por la nacionalización de las empresas
petroleras, los militares iniciaban su reformista aventura de la participación
plena a la que nunca se arribó. En este agitado contexto, a los pies del Misti,
promesa de violencia contenida, púberes aventureros iniciaban la gran marcha
que concretaría para la historia la personalidad artística del grupo Audaces.
Cuenta Fredy que todo nació: “de un grupo de muchachos inquietos que buscaban historias llenas de
fantasías lúdicas y sueños, para así tratar de ser aceptados por la sociedad y
olvidar por momentos el hambre y la miseria, no sin antes pensar primero en
algún deporte, como el fútbol de
siempre, pero por cosas del destino fuimos absorbidos por el “teatro”, lugar de
libertad plena”. Continúa comentando cuan conscientes eran de su
desconocimiento absoluto del asunto teatral: “carecíamos de una guía técnica, no se había pisado nunca una escuela,
la única fue nuestro deseo de realizar algo para que la gente se sintiera bien,
las fiestas de cruces, las veladas literarias y las calles fueron nuestras
escuelas, se realizaban temas de carácter social, con un corte cómico (sketch,
payasos etc.)”.
Nacieron como una
esponja selectiva dispuesta a absorber toda buena nueva que los perfeccionara,
con una equilibrada capacidad de intuición y talento para entender y aplicar
con originalidad lo aprendido. Una de las conmovedoras comprobaciones que tuve
de esta cualidad singular fue en el primer encuentro en Tacna donde me
impresionó el didactismo diáfano con que Fredy transmitía las prácticas
grotowskianas, con las cuales había tenido oportunidad de entrar en contacto en
1981 en el ISTA, de Eugenio Barba adonde asistió becado conjuntamente con
Teresa Ralli y Alberto Ísola, por generosa gestión e iniciativa de Mario
Delgado. Y, aunque la inicial declaración de amistad podría hacer sospechosa de
parcialidad a mi afirmación, no puedo dejar de consignar que, a mi parecer, la
docencia grotowskiana de Fredy es la más completa y clara que se da en el Perú.
Ahora bien, que esta docencia no haya alcanzado la cobertura de difusión que
debiera es cuestión del carácter arequipeño, no siempre solícito con el talento
artístico local, a pesar de su reconocido orgullo regional, y la inveterada
indiferencia de las autoridades culturales para apoyar al teatro.
En
busca del teatro perdido
Los Audaces, iniciados
como grupo amical, de barrio, por propios méritos se han abierto al país y al
mundo, configurando un grupo familiar pero no doméstico. No ha sido un camino
fácil, la provincia es por esencia conservadora y si en la capital es difícil
imponer nuevos puntos de vista cuanto más lo es fuera de ella, “pero el luchar constante- escribe Fredy-
nos hizo ver que todo era posible, aunque
no faltaron las voces de los “conocedores del teatro” que se atrevieron a decir
que si se seguía así dentro de poco la
verdadera Apocalipsis (alusión irónica al título de la obra representada) se daría en el teatro arequipeño”. Para
bien de la historia del teatro en Arequipa este Apocalipsis adquirió con el
tiempo la categoría de un Génesis. Y así fue como lo que en el principio fue el
teatro popular de todos los tiempos, atento a los requerimientos del presente
maduró y asimiló las corrientes de renovación escénica que se hicieron marejada
de innovaciones en el siglo XX.
En los últimos años,
tanto en la Muestra Nacional de Villa El Salvador, como en la misma ciudad de
Arequipa los jóvenes de la familia Cristhian y Katherine Frisancho Araujo, se han integrado. Buen signo de renovación y
continuidad que aplaudimos. Extrañamos sí, y sentimos que al no dar una gran
cobertura a las enseñanzas de Fredy, Arequipa está desperdiciando la posibilidad
de heredar sus valiosas intuiciones y hallazgos, para continuar
perfeccionándolos.
La masa
volcánica de su dinámica creadora
La lectura de la
realidad que nos brindan las creaciones de los Audaces mezclan en feliz
conjunción la perspectiva del problema nacional desde la provincia y las
propuestas modernas más sorprendentes en la combinación formal. No podemos
evitar el destacar a Fredy, por su indudable energía y capacidad de
transmisión, pero mal se podría hablar de grupo si solo a su rendimiento se
remitiera la calidad de los Audaces. Hay una feliz complementación con su
hermano Fernando, con el que forma una especie de Ñaque contemporáneo, Ñaque que,
al confrontarse y asimilar la presencia
en las últimas creaciones de los jóvenes de la familia, han propiciado
el hallazgo de mayores variantes
compositivas, ahora en los cauces de un Cambaleo no tradicional.
Testimonia Fredy: Con “El silencio de los Justos”, obra estrenada
en homenaje al grupo Cuatrotablas, por la organización del XI Encuentro de
Teatro de Grupo Ayacucho 2008, en el que participaron los más altos exponentes
del teatro de grupo del mundo, fuimos parte de este gran evento representando
al país. La importancia de esta creación
es la inclusión de dos jóvenes actores: Cristhian y Katherine Frisancho
Araujo, en un encuentro con los dos viejos actores Fernando y Fredy, donde se
da una simbiosis grupal y por ende de intercambio con el espectador”. La
obra volvió a darse en el ciclo 2010: Regresión,
innovación y retorno. Hacia el encuentro con Tunnupa , que se presentó en el salón de usos múltiples del segundo
piso de la Biblioteca Municipal de Arequipa. Durante cinco sábados consecutivos
se ofrecieron al público las creaciones colectivas Ritos sagrados (sábado
23 de octubre), Carcajadas del payaso (sábado 30 de octubre), Tierra
marcada (sábado 06 de noviembre), Hombres sobrantes (sábado 13 de
noviembre) y El silencio de los justos (sábado 20 de noviembre).
Este diálogo
generacional permite apreciar cómo el grupo ha llegado a una dramaturgia
colectiva, en que los niveles corporal y textual, abren a una lectura
caleidoscópica de una lengua común fraguada en los resquicios más oscuros y
tenebrosos de nuestro psiquismo. “El silencio de los justos” transita por
nuevos cauces expresivos que parecen responder
al hallazgo de estrategias y
técnicas innovadoras en el camino eterno hacia la teatralidad esencial. Fredy
apunta que es un esfuerzo: “para constituir una nueva corriente teatral,
auténtica, verdadera, que guíe al actor a encontrar una extraordinaria forma de
vida y su perduración, como lo decía el maestro Grotowski “:...si la situación
es brutal, si nos desnudamos y tocamos una capa extraordinariamente íntima y la
exponemos, entonces se agrieta y cae la máscara de la vida”.
Esta adhesión a
Grotowsky , sin embargo, no autoriza para calificarlos como un grupo
grotowskiano. Nos parece que su permanente mención al gran maestro no es una
ciega adhesión a sus propuestas, ni mucho menos la prueba de que han quedado
anclados únicamente en ellas, sino un respetuoso reconocimiento a la hondura
con la que han calado sus enseñanzas en el proceso de creación de sentido de
las obras de los Audaces. Porque si algo resalta en la sencillez antes
mencionada del grupo es su profundo reconocimiento a lo que ellos llaman los
maestros. Y siempre están dispuestos a mencionar los nombres de aquellos que
algo les enseñaron, como cuando nos cuentan lo que significó para la
reorientación de su entrenamiento corporal las clases impartidas por Lucho
Ramírez y el intercambio con Cuatrotablas en Lima.
Nadie que esté
familiarizado con la teatralidad puede dejar de reconocer en las creaciones
colectivas de los Audaces las nuevas rutas de inspiración que inaugurase
Antonin Artaud en “El teatro y su doble”. No sólo por el peso notable de la
gestualidad y la ritualidad corporal sino en el acierto poético para la
elección de los textos hablados. Y este es un punto que quisiera resaltar, la
dimensión poética total de sus creaciones. Hay algo del magma ardiente de la
lava volcánica en estas combinaciones. Como ella es amalgama de muchas fuentes
de inspiración y avanza lenta cual ritual cuando se desborda. Pero la
contundencia que porta va envolviendo en sus vapores y transformando al
espectador atento a sus estímulos. Muy pocos montajes alcanzan en nuestro
teatro esta unicidad poiética y, a veces, con elementos simples, como el empleo
de un dispositivo para inyectar gota a gota el suero que al caer sobre una
superficie de latón impone visceralmente la presencia del tiempo que transcurre
inexorable. El teatro de los Audaces es rico en metáforas y en nada redundante.
La asunción de lo mítico los ha llevado a emprender un encuentro con Tunnupa, no con Grotowsky, ni con
Stanislavsky o Meyerhold, a los que repito respetan profundamente sino con sus
raíces, las que los llevó un día a sembrarse en el movimiento teatral con lo
que de él llevamos todos los hombres y, embargados por su fidelidad al “teatro”, como lugar de libertad plena” han crecido y siguen creciendo en el
panorama del teatro nacional.
Reflexión final sobre la creatividad de nuestro teatro
Por los años sesenta,
un dramaturgo arequipeño sorprendió con una obra de extraño tono y composición.
El enigma del título, Ipacankure, inquietó
a los críticos que, habituados a las comparaciones con las corrientes externas,
la identificaron con el teatro del absurdo metafísico, de Samuel Beckett. Pero,
César Vega Herrera, aclaró que él no conocía el teatro beckettiano en el
momento de escribir su obra y que simplemente había consignado las experiencias
adquiridas como vendedor ambulante e inquilino de pensiones. Posiblemente, si
los críticos no hubieran estado tan deseosos de etiquetar a nuestro autor para
ubicarlo dentro de una línea establecida, se hubieran dado cuenta que, muchos
años antes, al iniciarse el siglo XX, Leonidas Yerovi había escrito una comedia
costumbrista de argumento que apuntaba a un tema similar, La de cuatro mil. Y
como la anécdota que narramos, muchas veces, nuestros autores crean obras
originales que, la inveterada costumbre de la crítica clasificadora, alínea sin
detenerse en los aspectos que de nuestra idiosincracia la obra revela.
Decíamos en párrafos
anteriores que por sus declaraciones, siempre fieles a la voz del maestro
Grotowsky podría pensarse que los Audaces se han quedado anclados en los
principios del teatro laboratorio y del teatro pobre. Pero una lectura
desprejuiciada de sus creaciones revela todo lo contrario. Hay una corriente
subterránea mística que alimenta sus procesos creativos y por esta corriente
hay coincidencias con Jerzy Grotowsky o los sistemas creativos de Eugenio
Barba. Pero, la creatividad de nuestros hombres de teatro nunca es repetitiva
de modelos foráneos. Mal podrían hacerlo quienes son herederos de una mitología
ancestral que escuchan como cantos del viento sentados sobre las piedras de un
paisaje múltiple al que bañan las olas del mar, agitan los vientos gélidos de
las cumbres nevadas y alientan los bosques que guardan la vida para el futuro
de la humanidad.
Al tratar las
creaciones del grupo Audaces puede caerse en este error de apreciación y
remitirlo a las corrientes europeas que lo han alimentado, pero que de ninguna
manera han devuelto tal cual sino que han sabido procesar y asimilar a esa sana
inquietud con la que desde los años en que el viejo Ford los cobijaba, buscaron
y siguen buscando: la fuente del rigor estético de donde el arte brota libre,
siempre cambiante, siempre desafiante, siempre provocativo y explorador.
No, no es un grupo de
rock. Es el más audaz grupo de teatro de Arequipa y uno de los mejores del
Perú. Ahora que cumplen 45 años de bregar saludamos en ellos la presencia del
maravilloso esfuerzo que hace posible que el teatro en nuestro país continúe
vigente y contestatario. En palabras de Fredy: “hoy seguimos siendo fieles a nuestro trabajo, lo defendemos con pasión
y creyendo en lo que hacemos, creo sin temor a equivocarme que es nuestra más
grande virtud, regalada por Dios”
.
Urbanización Arco Iris, 23 de
setiembre de 2013
“La primavera siempre volverá”.