sábado, 28 de septiembre de 2013

LOS AUDACES:

Cuarenta cinco años de fiel ejercicio de la libertad en el arte
(15 de agosto de 1968- 15 de agosto de 2013)

Reflexión histórica introductoria

Es un lugar común que al abrir los pocos textos de teatro peruano nos encontremos con un recuento más o menos exacto de lo que se ha venido haciendo en Lima desde la época prehispánica hasta nuestros días. Generalmente el teatro provinciano permanece ignorado o se filtra donde es inevitable su presencia. Por ejemplo, mal se podría hablar de los orígenes del teatro en el Perú, hace más de diez mil años, sin mencionar el testimonio documental de las pinturas rupestres de las cuevas de Toquepala, en Tacna y Lauricocha, en Huánuco; ni describir el crecimiento del teatro coral religioso sin hablar de Chavín de Huántar, en Ancash, o de la teatralidad de los grabados de la cultura Mochica, en Trujillo e, indudablemente queda incluido en esta lista el teatro de celebración incaico que hasta la fecha se puede apreciar, más o menos deformado, en la ciudad del Cuzco. El más importante estudio de teatro colonial es “El teatro en Lima durante el virreinato”,  de Guillermo Lohman Villena y, si tenemos algunos estudios tentativos de teatro tradicional lo debemos al doctor Arturo Jiménez Borja. Podríamos continuar con los ejemplos de esta exclusión pero basten los enunciados como prueba del olvido en que se encuentra la provincia en los textos de historia del teatro peruano.

Sin embargo, en los últimos años del siglo pasado hemos asistido a la publicación de importantes trabajos sobre el desarrollo del teatro fuera de Lima, en Trujillo, Arequipa, Tacna y Huancayo, en especial. Y posiblemente haya otros trabajos inéditos que escapan a mi información. Esto se debe a que se ha ido consolidando una tendencia a la descentralización. El mapa teatral del Perú se ha diversificado y cada día es más notoria la presencia de la actividad teatral fuera de Lima, lo que no significa que el teatro de la metrópoli haya dejado de ser el más notable y variado. No obstante, inclusive en la misma Lima, ya no hay sólo actividad teatral central, en las diversas poblaciones periféricas también hay importantes agrupaciones que realizan un teatro de muy buen nivel y sobre todo de indiscutible raigambre popular y nacional, en  Villa el Salvador, San Juan de Lurigancho, Comas e Independencia… El Grupo Teatral de Mala (Grutema) al sur de la provincia de Lima y en la misma región, ha concretado una intensa actividad coordinada y apoyada por su gobierno local. Recordemos que este año se ha celebrado los cincuenta años de fundación de Yawar, grupo barrial que fundara el inolvidable Tomás Temoche Varías. Es dentro del contexto de este crecimiento regional que se celebran este 15 de agosto los 45 años de funcionamiento de uno de los grupos más singulares de nuestra región meridional: Los Audaces, de Arequipa.

Mis primeros contactos con el grupo Audaces

Cuando escuché hablar por vez primera del grupo Audaces, de Arequipa, pensé que se habían confundido con el nombre de un grupo de rock. Posteriormente tuve ocasión de conocerlos en 1986 en la Muestra Regional de Tacna y me quedé impresionado de dos cosas: su natural sencillez y la serena profundidad con que abordaban sus montajes creando propuestas indiscutiblemente originales y renovadoras. Los días de Tacna sirvieron para que no sólo nos hiciéramos amigos sino que eleváramos nuestra relación a una hermandad que nos ha unido desde entonces. Por esa fraternidad fue que cuando viajé a Arequipa me invitaron a su hogar y pude compartir su manera espontánea de crear profundas imágenes teatrales de la existencia y de nuestra sociedad, mientras saboreaba los caramelos que fabricaban como actividad familiar. Y, hasta la fecha, esa dulce relación de reflexivo compromiso con el teatro se ha mantenido en armonioso equilibrio, de lo cual me plazco y, sinceramente, me siento gratificado. Porque al lado de los Audaces, mientras se les va viendo desarrollar sus propuestas artísticas en orgánico silencio meditativo, lo que es discusión sin final de conceptos y formas en el teatro actual, se convierte en una experiencia de mayor valor que mil palabras.

Pero, no es precisamente de mi hermandad con los Frisancho que voy a escribir en esta nota preliminar al libro jubilar  de los 45 años de su trayectoria, sino de la sensibilidad con que este grupo amical y familiar, desde sus orígenes, se ha acogido al teatro, con un claro sentido del ejercicio de la libertad y siempre al acecho de todo lo que pudiera contribuir a su perfección artística. Han forjado así una trayectoria, como es propio de los auténticos artistas, de una originalidad indiscutible que se alinea, sin forzamientos ni disfuerzos, entre las mejores manifestaciones de teatro moderno en nuestro país. Porque inexacta apreciación sería la del que pretendiera que siguen a tal o cual grupo de Lima o del mundo, no. Es verdad que  la creatividad espontánea de los Audaces se ha enriquecido directamente en las fuentes del Odin Theatre y el acercamiento al impactante intercambio con Cuatrotablas, pero luego de esta confluencia enriquecedora han sabido continuar haciendo su propio camino al andar. Pocos en el Perú como Fredy Frisancho, han logrado asimilar con prístina claridad la escuela de Jerzy Grotowsky e imprimirle un sesgo personal.

Sin embargo, no fue con los grandes maestros que se iniciaron en el teatro, lo que los impulsó desde los años iniciales fueron la inquietud y deseos de renovación y así, tal como cuenta emocionado Luzgardo Medina Egoavil: bajo la oxidada techumbre de un Ford abandonado en un barrio de la gente humilde de Arequipa, se echó a andar como jugando la más limpia aventura de teatro de búsqueda y experimentación que se ha dado en el sur peruano. En 1968, a tres años de las guerrillas, en un país donde la presencia norteamericana se hacía insoportable, entre reclamos por la extrañamente desaparecida página once y manifestaciones callejeras y pintas incendiarias en los muros por la nacionalización de las empresas petroleras, los militares iniciaban su reformista aventura de la participación plena a la que nunca se arribó. En este agitado contexto, a los pies del Misti, promesa de violencia contenida, púberes aventureros iniciaban la gran marcha que concretaría para la historia la personalidad artística del grupo  Audaces.

Cuenta Fredy que  todo nació: “de un grupo de muchachos inquietos que buscaban historias llenas de fantasías lúdicas y sueños, para así tratar de ser aceptados por la sociedad y olvidar por momentos el hambre y la miseria, no sin antes pensar primero en algún deporte, como el  fútbol de siempre, pero por cosas del destino fuimos absorbidos por el “teatro”, lugar de libertad plena”. Continúa comentando cuan conscientes eran de su desconocimiento absoluto del asunto teatral: “carecíamos de una guía técnica, no se había pisado nunca una escuela, la única fue nuestro deseo de realizar algo para que la gente se sintiera bien, las fiestas de cruces, las veladas literarias y las calles fueron nuestras escuelas, se realizaban temas de carácter social, con un corte cómico (sketch, payasos etc.)”.

Nacieron como una esponja selectiva dispuesta a absorber toda buena nueva que los perfeccionara, con una equilibrada capacidad de intuición y talento para entender y aplicar con originalidad lo aprendido. Una de las conmovedoras comprobaciones que tuve de esta cualidad singular fue en el primer encuentro en Tacna donde me impresionó el didactismo diáfano con que Fredy transmitía las prácticas grotowskianas, con las cuales había tenido oportunidad de entrar en contacto en 1981 en el ISTA, de Eugenio Barba adonde asistió becado conjuntamente con Teresa Ralli y Alberto Ísola, por generosa gestión e iniciativa de Mario Delgado. Y, aunque la inicial declaración de amistad podría hacer sospechosa de parcialidad a mi afirmación, no puedo dejar de consignar que, a mi parecer, la docencia grotowskiana de Fredy es la más completa y clara que se da en el Perú. Ahora bien, que esta docencia no haya alcanzado la cobertura de difusión que debiera es cuestión del carácter arequipeño, no siempre solícito con el talento artístico local, a pesar de su reconocido orgullo regional, y la inveterada indiferencia de las autoridades culturales para apoyar al teatro.

En busca del teatro perdido

Los Audaces, iniciados como grupo amical, de barrio, por propios méritos se han abierto al país y al mundo, configurando un grupo familiar pero no doméstico. No ha sido un camino fácil, la provincia es por esencia conservadora y si en la capital es difícil imponer nuevos puntos de vista cuanto más lo es fuera de ella, “pero el luchar constante- escribe Fredy- nos hizo ver que todo era posible, aunque no faltaron las voces de los “conocedores del teatro” que se atrevieron a decir que si se seguía así dentro de  poco la verdadera Apocalipsis (alusión irónica al título de la obra representada) se daría en el teatro arequipeño”. Para bien de la historia del teatro en Arequipa este Apocalipsis adquirió con el tiempo la categoría de un Génesis. Y así fue como lo que en el principio fue el teatro popular de todos los tiempos, atento a los requerimientos del presente maduró y asimiló las corrientes de renovación escénica que se hicieron marejada de innovaciones en el siglo XX.   

En los últimos años, tanto en la Muestra Nacional de Villa El Salvador, como en la misma ciudad de Arequipa los jóvenes de la familia Cristhian y Katherine Frisancho Araujo,  se han integrado. Buen signo de renovación y continuidad que aplaudimos. Extrañamos sí, y sentimos que al no dar una gran cobertura a las enseñanzas de Fredy, Arequipa está desperdiciando la posibilidad de heredar sus valiosas intuiciones y hallazgos, para continuar perfeccionándolos.

La masa volcánica de su dinámica creadora

La lectura de la realidad que nos brindan las creaciones de los Audaces mezclan en feliz conjunción la perspectiva del problema nacional desde la provincia y las propuestas modernas más sorprendentes en la combinación formal. No podemos evitar el destacar a Fredy, por su indudable energía y capacidad de transmisión, pero mal se podría hablar de grupo si solo a su rendimiento se remitiera la calidad de los Audaces. Hay una feliz complementación con su hermano Fernando, con el que forma una especie de Ñaque contemporáneo, Ñaque que, al confrontarse y asimilar la presencia  en las últimas creaciones de los jóvenes de la familia, han propiciado el hallazgo de  mayores variantes compositivas, ahora en los cauces de un Cambaleo no tradicional.

Testimonia Fredy: Con “El silencio de los Justos”, obra estrenada en homenaje al grupo Cuatrotablas, por la organización del XI Encuentro de Teatro de Grupo Ayacucho 2008, en el que participaron los más altos exponentes del teatro de grupo del mundo, fuimos parte de este gran evento representando al país. La importancia de esta creación  es la inclusión de dos jóvenes actores: Cristhian y Katherine Frisancho Araujo, en un encuentro con los dos viejos actores Fernando y Fredy, donde se da una simbiosis grupal y por ende de intercambio con el espectador”. La obra volvió a darse en el ciclo 2010: Regresión, innovación y retorno. Hacia el encuentro con Tunnupa , que se presentó en el salón de usos múltiples del segundo piso de la Biblioteca Municipal de Arequipa. Durante cinco sábados consecutivos se ofrecieron al público las creaciones colectivas Ritos sagrados (sábado 23 de octubre), Carcajadas del payaso (sábado 30 de octubre), Tierra marcada (sábado 06 de noviembre), Hombres sobrantes (sábado 13 de noviembre) y El silencio de los justos (sábado 20 de noviembre).   
Este diálogo generacional permite apreciar cómo el grupo ha llegado a una dramaturgia colectiva, en que los niveles corporal y textual, abren a una lectura caleidoscópica de una lengua común fraguada en los resquicios más oscuros y tenebrosos de nuestro psiquismo. “El silencio de los justos” transita por nuevos cauces expresivos que parecen responder  al hallazgo de  estrategias y técnicas innovadoras en el camino eterno hacia la teatralidad esencial. Fredy apunta que es un esfuerzo: “para  constituir una nueva corriente teatral, auténtica, verdadera, que guíe al actor a encontrar una extraordinaria forma de vida y su perduración, como lo decía el maestro Grotowski “:...si la situación es brutal, si nos desnudamos y tocamos una capa extraordinariamente íntima y la exponemos, entonces se agrieta y cae la máscara de la vida”.

Esta adhesión a Grotowsky , sin embargo, no autoriza para calificarlos como un grupo grotowskiano. Nos parece que su permanente mención al gran maestro no es una ciega adhesión a sus propuestas, ni mucho menos la prueba de que han quedado anclados únicamente en ellas, sino un respetuoso reconocimiento a la hondura con la que han calado sus enseñanzas en el proceso de creación de sentido de las obras de los Audaces. Porque si algo resalta en la sencillez antes mencionada del grupo es su profundo reconocimiento a lo que ellos llaman los maestros. Y siempre están dispuestos a mencionar los nombres de aquellos que algo les enseñaron, como cuando nos cuentan lo que significó para la reorientación de su entrenamiento corporal las clases impartidas por Lucho Ramírez y el intercambio con Cuatrotablas en Lima.

Nadie que esté familiarizado con la teatralidad puede dejar de reconocer en las creaciones colectivas de los Audaces las nuevas rutas de inspiración que inaugurase Antonin Artaud en “El teatro y su doble”. No sólo por el peso notable de la gestualidad y la ritualidad corporal sino en el acierto poético para la elección de los textos hablados. Y este es un punto que quisiera resaltar, la dimensión poética total de sus creaciones. Hay algo del magma ardiente de la lava volcánica en estas combinaciones. Como ella es amalgama de muchas fuentes de inspiración y avanza lenta cual ritual cuando se desborda. Pero la contundencia que porta va envolviendo en sus vapores y transformando al espectador atento a sus estímulos. Muy pocos montajes alcanzan en nuestro teatro esta unicidad poiética y, a veces, con elementos simples, como el empleo de un dispositivo para inyectar gota a gota el suero que al caer sobre una superficie de latón impone visceralmente la presencia del tiempo que transcurre inexorable. El teatro de los Audaces es rico en metáforas y en nada redundante. La asunción de lo mítico los ha llevado a emprender un encuentro con Tunnupa, no con Grotowsky, ni con Stanislavsky o Meyerhold, a los que repito respetan profundamente sino con sus raíces, las que los llevó un día a sembrarse en el movimiento teatral con lo que de él llevamos todos los hombres y, embargados por su fidelidad al “teatro”, como lugar de libertad plena” han crecido y siguen creciendo en el panorama del teatro nacional.


Reflexión  final sobre la creatividad de nuestro teatro

Por los años sesenta, un dramaturgo arequipeño sorprendió con una obra de extraño tono y composición. El enigma del título, Ipacankure, inquietó a los críticos que, habituados a las comparaciones con las corrientes externas, la identificaron con el teatro del absurdo metafísico, de Samuel Beckett. Pero, César Vega Herrera, aclaró que él no conocía el teatro beckettiano en el momento de escribir su obra y que simplemente había consignado las experiencias adquiridas como vendedor ambulante e inquilino de pensiones. Posiblemente, si los críticos no hubieran estado tan deseosos de etiquetar a nuestro autor para ubicarlo dentro de una línea establecida, se hubieran dado cuenta que, muchos años antes, al iniciarse el siglo XX, Leonidas Yerovi había escrito una comedia costumbrista de argumento que apuntaba a un tema similar, La de cuatro mil. Y como la anécdota que narramos, muchas veces, nuestros autores crean obras originales que, la inveterada costumbre de la crítica clasificadora, alínea sin detenerse en los aspectos que de nuestra idiosincracia la obra revela.

Decíamos en párrafos anteriores que por sus declaraciones, siempre fieles a la voz del maestro Grotowsky podría pensarse que los Audaces se han quedado anclados en los principios del teatro laboratorio y del teatro pobre. Pero una lectura desprejuiciada de sus creaciones revela todo lo contrario. Hay una corriente subterránea mística que alimenta sus procesos creativos y por esta corriente hay coincidencias con Jerzy Grotowsky o los sistemas creativos de Eugenio Barba. Pero, la creatividad de nuestros hombres de teatro nunca es repetitiva de modelos foráneos. Mal podrían hacerlo quienes son herederos de una mitología ancestral que escuchan como cantos del viento sentados sobre las piedras de un paisaje múltiple al que bañan las olas del mar, agitan los vientos gélidos de las cumbres nevadas y alientan los bosques que guardan la vida para el futuro de la humanidad.
 
Al tratar las creaciones del grupo Audaces puede caerse en este error de apreciación y remitirlo a las corrientes europeas que lo han alimentado, pero que de ninguna manera han devuelto tal cual sino que han sabido procesar y asimilar a esa sana inquietud con la que desde los años en que el viejo Ford los cobijaba, buscaron y siguen buscando: la fuente del rigor estético de donde el arte brota libre, siempre cambiante, siempre desafiante, siempre provocativo y explorador.  

No, no es un grupo de rock. Es el más audaz grupo de teatro de Arequipa y uno de los mejores del Perú. Ahora que cumplen 45 años de bregar saludamos en ellos la presencia del maravilloso esfuerzo que hace posible que el teatro en nuestro país continúe vigente y contestatario. En palabras de Fredy: “hoy seguimos siendo fieles a nuestro trabajo, lo defendemos con pasión y creyendo en lo que hacemos, creo sin temor a equivocarme que es nuestra más grande virtud, regalada por Dios
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Urbanización Arco Iris, 23 de setiembre de 2013
“La primavera siempre volverá”.



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