miércoles, 14 de octubre de 2015

Un Shakespeare juvenil interpretado por jóvenes actores y actrices

Two gentlemen of Verona, comedia en cinco actos en prosa y en verso escrita, posiblemente en 1590, por William Shakespeare (1564-1616) a comienzos de su carrera, representada se supone en 1592 y publicada en el primer folio de 1616, es de las obras del genio inglés la que menos se ha representado y cuya acogida ha sido mayor en otros países que en Inglaterra. Se reconoce como la primera representación documentada la que se realizó en el teatro de Drury Lane en 1762; puesta en la que se agregaron los papeles de Launce y Drab, su perro. Veintidos años después se ofreció el texto sin añadidos en el Royal Opera House. En 1821, se dio una versión en ópera dirigida por Frederic Reynolds. Me interrogo ante esta comedia escrita a los 26 años ¿se puede vislumbrar el crecimiento futuro de un joven artista apreciando sus primeras obras? ¿Hay datos germinales en Los dos hidalgos (o caballeros) de Verona que pudieran permitir deducir la futura madurez de su autor hasta llegar a ser considerado el más grande dramaturgo de la historia del teatro occidental? ¿O es la grandeza del genio la que nos hace pasar por alto las deficiencias de sus primeras obras? No cabe duda que los grandes maestros crean sus antecedentes. Es propio, entonces, que quienes actualmente leen Los dos hidalgos de Verona, encuentren en ella, a la luz de la perspectiva histórica, atisbos de Romeo y Julieta, atmósferas de Sueño de una noche de verano, antecedentes de personajes que reaparecerán en El mercader de Venecia. Y por tratarse de quien algún día llegó a ser Shakespeare, traten con indulgencia las incongruencias de las localizaciones, por lo demás un mal menor en las obras de teatro como puede testimoniarlo La buena alma de Tse Chuán, localidad que Bertolt Brecht presentó como productora de tabaco sin serlo; igualmente el joven Shakespeare da atributos geográficos londinenses a Milán y Verona, ciudades italianas en las que ubica la obra que hoy apreciaremos. Localización posiblemente influenciada por los argumentos de enredo propios de los canovacios de la Comedia del Arte que son la referencia más evidente de la trama argumental de la obra, cuando no- a ojos y oídos eruditos- un cuento de Diana del portugués Jorge de Montemayor. Aunque parajes italianos, lo mismo que argumentos y cuentos de Italia, volverían a aparecer en obras ya mayores como Otelo o El mercader de Venecia… Hecha la salvedad, veamos esta obra como lo que es, una amena comedia pastoril de enredos entre amantes y amigos, y las consecuencias de ejercer la ciega autoridad paterna sobre los derechos del amor, en la que la traición aleve y la deslealtad son perdonadas en forzado final que convierte en happy end lo que debería concluir más gravemente, indulgencia juvenil que repetiría nuestro autor al final de su carrera en su obra legado La Tempestad. Donde se anuncia el brío posterior es en el diálogo y sobre todo en el ingenio de los personajes cómicos: Launce (Lanza) y Speed (Relámpago), clowns londinenses más que bufones italianos. Como señala el gran crítico shakespiriano, Harley Granville Barker: “… cualquiera sea la objeción que podamos hacer a Los dos caballeros de Verona, no será contra Lanza y su perro…”. Empero no podemos dejar de anotar que su burla de las mujeres no se aparta un ápice de las que eran habituales en las farsas de la época. El joven dramaturgo se encuentra aún alejado de la inspiración que le hará dar otras cualidades a la inteligente Porcia de El mercader de Venecia. También, en el apasionamiento sin concesiones de algunos personajes como Julia que disfrazada de hombre viaja a Milán en pos del inconstante Proteo, o en el desterrado Valentín que es reconocido como jefe por unos bandoleros como lo será el joven Moore en Los bandidos, de Schiller, se descubren tempranas huellas de lo que llegaría a ser a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX el gran movimiento romántico que, como se sabe asumió como modelo las obras de Shakespeare. Granville Barker precisa cómo, desde Los dos caballeros de Verona hasta Cimbelino logra sacar partido de la presencia del adolescente encargado de representar los papeles femeninos, pero aclara: “Lo salvaguarda impidiendo que el joven tenga que hacer nunca nada ridículo o embarazoso… y añade una guía interpretativa para las actrices: “Aconsejar a una mujer que empiece el estudio de un papel femenino imaginando ser un muchacho puede parecer absurdo, pero es la forma correcta de abordarlo”. La condición de hidalgos es el fundamento de una franca amistad entre Valentín y Proteo. La hidalguía, como posición social, entrañaba el reconocimiento de la procedencia, pues era importante en aquellos tiempos ser de solar conocido o hijo de algo o de alguien y alta estima merecía el demostrarlo con una vida honrada, leal, sincera y justa. Pero esta línea de conducta es rota por Proteo quien traiciona la noble amistad arrastrado por la pasión que le despierta Silvia, hija del duque de Milán, la que por amor a Valentine ha aceptado ser raptada. Reniega entonces Proteo de la lealtad amical y maltrata el amor que por él siente Julia, su novia que ha quedado en Verona, y revela al duque los planes de los amantes, azuzando la contrariedad que produce esto a los planes que tiene el duque de casar a su hija con el opaco Thurio. Lo que sigue, muy al estilo de la comedia del arte, son los enredos que se deprenden de esta deslealtad. En su proceso las figuras se acercan y se apartan corriendo mutuas aventuras que confluyen finalmente en el inevitable encuentro y enfrentamiento de los amigos. Sin embargo, en este encuentro crucial, sorprende la actitud de Valentín al insinuar que puede bien ceder Silvia a su traidor amigo, lo que es detenido por la aparición de Julia, que ha venido disfrazada de hombre desde Verona siguiendo a su amado, la que obtiene por este gesto el amoroso reconocimiento de Proteo. La inevitable aquiescencia del duque a los amores que antes se oponía rubrican una historia en la que la mujer es mirada como objeto de escaso valor al que se puede dejar, recobrar o ceder sin ningún sentimiento de culpabilidad. Esta visión es explícita cuando a Launce le hablan de su mujer que sabe ordeñar, sabe batir una buena cerveza, sabe tejer y coser; sabe lavar y restregar; sabe hilar y tiene mil virtudes sin nombre… (Empero) no se la debe besar en ayunas, a causa de su mal aliento; tiene una boca encantadora; habla durmiendo; habla con lentitud; —defecto que Lanza solicita considerar como mérito— es orgullosa; no tiene dientes; es una maldita; hace con frecuencia gran caso de la bebida; es muy liberal; tiene más cabellos que talento, más defectos que cabellos y más riqueza que defectos… Dato último que lo decide a aceptarla. Principiante es el autor, fresca y alentadora la propuesta de nuestros principiantes actores y actrices. Aunque la firma no hace la calidad, gratos sean los momentos que pasen al apreciar esta obra juvenil de un genio interpretada por el talento naciente de nuestros alumnos a cuyo horizonte deseamos logros tan altos como los que alcanzó el Cisne de Avon. Programa de mano de Los dos hidalgos de Verona, puesta por los alumnos de la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático, bajo la dirección del profesor Carlos Acosta, en la Sala ENSAD en el mes de marzo de 2015.