martes, 12 de agosto de 2008

El Hombre y el Agua

I

El agua turbia ahonda en busca de sí misma. Se sumerge y se filtra entre las piedras y la arenisca liberándose de impurezas. Finalmente se deposita, en su claridad prístina, lustral... Y allí permanece quieta y oculta o circulando magnética y rumorosa por las venas de la Tierra.
El hombre rabdomante la presiente, pero no la ve. La intuye argentada y serpentina, pura y cristalina, inquieta y cantarina... Pero, si quiere verla o beberla deberá ahondar, horadar laboriosamente hasta descubrirla en las profundidades. Y una vez descubierta, deberá protegerla.
Hombre y agua se encuentran en el fondo del pozo.

II

El agua turbia también sabe elevarse en busca de sí misma. Se evapora y aligera, dejando sedimentos en el suelo, liberada de impurezas. Finalmente se condensa blanca y auténtica en las nubes. Y allí permanece jugando a tapar el sol y la luna ayudada por el viento.
El hombre brujo no puede presionarla a bajar. Impotente la contempla sin poder alcanzarla, la reclama sin lograr seducirla.
Hasta que ella misma, aburrida de su alta soledad, decide retornar hecha lluvia. Lluvia, madre de los ríos; lluvia, madre de los lagos; lluvia que sacia la sed de los campos y de los hombres.
Así en las cuencas de sus sedientas manos se encuentra el hombre con el agua pura,

III

Ahondar y elevarse durante la vigilia. Sumergirse y emerger en el sueño. Pero siempre encontrarse con el agua lustral. Para afirmar, en el manantial que generosamente fluye, el esfuerzo de ser, la pasión del encuentro con la verdad .
IV

Agua y vida se encuentran en el mar. El hombre pescador extrae del mar la vida que lo antecedió y, gracias a ella, sigue viviendo.
Hasta en lo más insondable del mar la vida está presente. A veces tan alejada de la luz del sol que parece imposible que pueda tener vida aquella forma plana y luminosa que flota en las tinieblas abisales. Pero, allí está, cual último bastión, la vida que pugna por no desaparecer de la Tierra. A pesar de las irresponsables manos que pretenden suprimirla en la superficie...
Y es nuevamente la hondura salvación.

V

¿ Y no es acaso el acto de amor un ahondamiento, una penetración en las entrañas, una profundización para sembrar, en lo más húmedo y protegido del rosado surco femenino entre algas negras y sedosas, la simiente que busca su complemento totalizador?
¿ Y no es este ahondamiento una elevación? ¿ Y no es esta elevación una ablución, un reencuentro con lo más puro de nosotros mismos?
¿ No es acaso el más hermoso sueño logrado en la más plena vigilia? ¿ No es la vigilia más lúcida y onírica?
Amar es estar en el fondo del pozo y en las nubes. Porque el verdadero amor se brinda como el agua subterránea o como la lluvia.
Hombre y agua se encuentran en el Amor.

VI

La amorosa siembra humana fructifica sumergida en el líquido amniótico del primigenio materno mar. Presintiendo, antes de su cosecha, que volverá a encontrarse muchas veces con el agua. Pues la cita esencial de su existencia es con ella. Porque, hombre y agua siempre se buscarán.

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