Discurso de agradecimiento por el
Premio a una vida de dedicación a las
artes escénicas
Life achievement award
XXVIII Festival Internacional de Teatro Hispánico
Miami, 11 de julio de 2013
Desde que Mario Ernesto Sánchez, amablemente me llamara para
darme la buena nueva de que se me otorgaría el Premio a una vida de dedicación a las artes
escénicas en la XXVIII versión del prestigioso y tradicional Festival Internacional
de Teatro Hispano de Miami- Homenaje a Perú y la ratificación epistolar oficial
de él y Beatriz Riszk, he asumido que es un acto de justicia recibirlo como el
homenaje que merecen quienes son los creadores del Teatro Peruano Actual, a
quienes convocaré a mi memoria para sentirme acompañado por aquellos con los
que siempre he transitado en la brega teatral. Por cierto, si bien serán todos
los que nombraré, no podré llegar a mencionar
a todos los que han sido y
son los paradigmas de este producto del esfuerzo
colectivo que ha sido siempre el teatro
peruano, como lo es por lo demás el movimiento teatral en cualquier lugar de
mundo.
Las pinturas rupestres de las cuevas de Toquepala y
Lauricocha testimonian que hace más de diez mil años los primeros peruanos
danzaron con intenciones mágicas para propiciar la caza de los camélidos
oriundos del Perú. En las paredes del milenario templo de Chavín las cabezas
clavas de sus muros continúan contemplando las amplias explanadas donde aun
repercuten los primeros corales del ritual sacerdotal. El wanca, de tema
histórico y el aranway, de tema eglógico, son dos formas teatrales incaicas singulares
que no pueden compararse a las formas que habían en la misma época en los
teatros occidental y oriental. Baste con decir que para ellos era un acto único
el cantar y el bailar y tenían un solo término para designarlo. Claro ejemplo
de esta teatralidad es el famoso Atau Walpa puchukaikuninpa wancan descubierto
por el boliviano Jesús Lara en Chayanta.
Somos un país con una fecunda diversidad cultural. La forma
más antigua que tenemos los peruanos de hacer teatro supervive en nuestras
danzas folclóricas. En mi patria hay formas teatrales diferentes en la Costa,
en la Sierra y en la Selva. Debemos al
doctor Guillermo Ugarte Chamorro, uno de los más importantes promotores del
teatro peruano de los años 50 y 60 del siglo pasado, la preocupación por estas
investigaciones. Pero, en los últimos veinte años ha eclosionado una generación
de jóvenes investigadores de alta formación académica, de quienes es digno
representante Percy Encinas, quien viene de Lima para estar con nosotros estos
días, conjuntamente con Luis Ramos, desde Minnesota. Sucesores en nuestro
tiempo de Sebastián Salazar Bondy, fundador de la crítica teatral en el Perú,
de Alfonso La Torre y Hugo Salazar del Alcázar.
Y, desde la memoria del corazón, siento y proclamo que en mi
persona reciben este premio don Ricardo Roca Rey que tanto alentó en vida la
creación dramática nacional en la AAA que este año cumple 75 años de labor sin
pausa. Comparto con ustedes el recuerdo respetuoso que merece la ausencia de
mis maestros Luis Álvarez, José y Carlos Velásquez , y me alegro de poder aun
aplaudir a nuestros dos más antiguos hombres de teatro: Carlos Gassols y
Enrique Victoria que continúan actuando con la alta calidad interpretativa que
le dan los años de haberlo hecho desde niños, siempre dentro de los mejores
logros. A Sara Joffré, fundadora hace exactamente medio siglo del grupo Homero
Teatro de Grillos, impulsora del teatro para niños, incansable creadora,
promotora de la Muestra de Teatro Peruano, maestra de las jóvenes generaciones,
editora de colecciones de obras de teatro peruano y directora de la revista Muestra
que edita regularmente obras de jóvenes dramaturgos; la figura siempre presente
desde la eternidad de Tomás Temoche, que formara en 1963 en un pueblo joven de
Lima al grupo Yawar y que en vida fuera el nexo más importante que tuvimos la
gente de teatro para mantenernos comunicadas. A la ANEA y al grupo Audaces que cumplen 50 y
45 años de entrega al desarrollo del teatro en Arequipa. A Ricardo Blume,
inspirado fundador, hace 52 años del Teatro de la Universidad Católica que se
ha mantenido como una entidad pujante, alma máter de notables creadores como
Jorge Chiarella, Alberto Ísola, Jorge Guerra, Edgard Saba, Luis Peirano que es
nuestro actual Ministro de Cultura. A Histrión, teatro de Arte y al Centro
Cultural Nosotros, dos grupos en los que actué los mejores años de mi vida,
propulsores de la dramaturgia nacional, del teatro para niños y del teatro en la
educación, que mantuvieron siempre una relación estrecha con el profesorado
peruano para orientarlo en el campo teatral. Y a tres hombres de teatro de la
patria grande latinoamericana que han formado generaciones en nuestro país: Reinaldo Damore Black, argentino, fundador del Club de Teatro de Lima, hoy en Miraflores,
con 60 años de ininterrumpida presencia ;
mi maestro Sergio Arrau Castillo, chileno; y en el sur del país la proyección
docente de Liber Forti, argentino indesligable del movimiento de teatro boliviano.
Y cómo no mencionar y valorar la existencia del Movimiento de Teatro
Independiente (MOTIN) que regularmente moviliza a todos los grupos de teatro a
nivel nacional, divididos en regiones teatrales para confluir finalmente en las
famosas Muestras de Teatro Peruano que desde los años setenta se vienen
realizando. Traigo en el corazón, la nueva generación de maestros de nuestro
teatro: Mario Delgado, Miguel Rubio, Alberto Ísola, Jorge Guerra, Eduardo
Valentín, César Escuza, Jorge Chiarella, Roberto Ángeles, Willy Pinto, Diego La
Hoz, Jorge Villanueva, Jorge Sarmiento que viene realizando fecunda labor en la
dirección de la ENSAD; Bruno Ortiz, vehemente creador y promotor; Edgard Guillén, capaz de hacer de su casa un
teatro y de su persona el albergue de todos los personajes de obras tan
complejas como Ricardo III… Y son también maestras: Ana Correa, Débora Correa,
Teresa Ralli, Rebeca Ralli, con quienes menciono además a cuatro grandes
actrices peruanas, integrantes de Yuyachkani, grupo que desde su fundación,
hace 42 años, mantiene sus primeros integrantes, lo que les permite ser el
único colectivo de repertorio. Fernando Ramos, promotor del proyecto Mamachullo
que atiende niños en alto riesgo, trabaja en las instituciones penitenciarias y
anima a lo cultores de la pantomima, cuyas figuras señeras y fundadoras son
Juan y Carmen Piqueras. Quiero fijar en ustedes el recuerdo, como lo llevo en
mi, de Myriam Reátegui Espinoza que, al frente del Centro Cultural Nosotros ha
hecho tanto por el teatro para niños , organizadora de tres encuentros
mundiales y varios Congresos Internacionales de Teatro y Educación, directora
de la Revista Creart que en los años ochenta fue el vocero de la actividad
teatral. Y a las figuras de Felipe Rivas Mendo, Gastón y Vicky Aramayo,
patriarcas de los titiriteros peruanos.
Pero, no solamente en Lima, la capital, crece el teatro
peruano. Eduardo Valentín, de Barricada, conduce en Huancayo, uno de los más
importantes grupos teatrales, donde actúa la gran actriz Digna Buitrón. Lo
acompaña, entre otros, el grupo Expresión que dirige la dramaturga María Teresa
Zúñiga.
Si bien no lo podemos tipificar como un movimiento
marcadamente femenino, lo cierto es que el teatro peruano está animado por un
gran número de mujeres. Elvira de la Puente, de conmovedora fidelidad al
ordenamiento legal de la actividad; Lucía Irurita que, con más de 50 años de
ejercicio actoral, ha inaugurado un local teatral donde sigue actuando; Maura
Serpa, que mantuvo por más de seis años ciclos de lectura de obras teatrales
universales; Ofelia Lazo, cuya compañía Xanadú ha estrenado obras de
dramaturgos peruanos; Marina Díaz, la madre del teatro loretano… Y aquí
podríamos pasearnos por cada región y habría siempre una mujer a quien distinguir por su entrega total al
movimiento.
Con profunda pena nombro a Yadi Collazos, Luis Felipe Ormeño,
Fidel Melquiades, José Carlos Urteaga e Ivon Barriga, apartados tempranamente por el destino de la brega
teatral a la que comenzaban a entregar maduros frutos de crecimiento mayor. Y
tantos más por nombrar si no queremos hacer de la historia un cementerio de
olvidados…
Por nuestros dramaturgos fundadores, hoy en la eternidad,
Juan Ríos Rey, Enrique Solari Swayne, Sebastián Salazar Bondy, Felipe Buendía, Hernando
Cortés, Grégor Díaz. Por todos mis
hermanos en el teatro, recibo este premio como un homenaje a través de mi
persona y de mi memoria a los combatientes anónimos que a través de los tiempos
hasta la actualidad al dedicar su vida a las artes escénicas han hecho posible
la práctica militante del teatro en el Perú.
Así como con el tiempo los historiadores se dieron cuenta que
las batallas de la historia no las ganan los generales sino los anónimos soldados
muchas veces caídos como rosas sangrientas sembradas en el campo de batalla
para inaugurar la blanca alborada de la paz, en el campo de lides pensantes que
es el teatro, imagen de los pueblos, anónimos hombres y mujeres luchan por su
sostenimiento. Mi agradecimiento por la distinción otorgada quiere ser el
agradecimiento de esos actores desconocidos de los cuales me siento
representante en este histórico momento en que si bien es imposible repito
nombrarlos a todos, la luz de su presencia debe brillar y brilla en esta
ceremonia. No hay un monumento al actor desconocido como ya sí lo hay al
soldado desconocido. Comencemos a construirlo para que el teatro no pierda
nunca su dimensión de arte colectivo de los hombres, por los hombres y para los
hombres, perfil histórico de la humanidad, docencia de humanismo, la más alta
tribuna de la verdad de la vida del alma humana y, recogiendo una frase de
nuestro poeta de la escena Mario Delgado, creador y recreador incansable desde
hace 42 años del legendario Cuatrotablas, que van a apreciar en las
interpretaciones de Zitha Elias y Flor Castillo, repetir una vez más: el teatro, último
reducto ecológico de la dignidad humana.
Cuando pasado el tiempo sea este premio un dato en los
archivos de la historia, el teatro continuará viviendo y transformándose. Para
entonces, aun cuando nos hubiesen olvidado seguiremos viviendo en el olvido los
que elegimos como derrotero en nuestra vida que es efímera, servir al teatro que, por hablar de los seres
humanos no le queda otro destino que serlo también. Pero, no creo que haya
creación humana capaz de hacer lo que él. Sembrar en el instante la eternidad.
Comprometernos en los minutos contados de una función con la reflexión de
nuestra misión en la tierra. Mi más profundo agradecimiento por invitarme a la
XXVIII versión, dedicada al Perú, de este banquete tradicional del pensamiento
y la sensibilidad teatrales que es el Festival Internacional de Teatro Hispano
de Miami.
Permítanme terminar con un recuerdo muy íntimo y personal, ya
que el árbol que no recuerda sus raíces está destinado a no seguir creciendo. A
mi padre Ernesto Ráez y a mi madre Amelia Mendiola. “No creo haberte defraudado
al no ser médico como tú quería, mamá. Pues sabrás que hace muchos siglos un
griego llamado Aristóteles dijo que el teatro era capaz de producir la
expurgación de las pasiones. Y si tú supieras cuánto necesidad tiene de la
medicina teatral el mundo de hoy convulsionado y violento”. Una especial
mención al Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe donde me formé al lado
de una brillante generación que ha ratificado en el tiempo nuestro lema:
repetir al mundo orgullosos que nacimos en el Perú; y a mis fieles ex alumnos
de la Gran Unidad Escolar Ricardo Palma, en la que inicié en 1958, mis actividades
como profesor de teatro, a cuyo generoso recuerdo debo una de las
satisfacciones mayores de mi vida. A mis
hijos Ernesto Francisco, Mario Alberto, Rafael Adolfo, Rebeca Adriana, Ricardo
Alfredo y Rodrigo Alonso, orgulloso de tener la suerte de ser su padre, y a mis
once nietos.
Cuando el gran inca Pachacutec ganaba batallas y expandía los límites del
Tahuantinsuyo, se proseguía sembrando en los ayllus el alimento de quienes
hicieron posible que nuestra historia continuara… Porque son manos anónimas las
que garantizan la supervivencia de la especie humana, rindamos honor esta noche
y siempre, a partir de este XXVIII Festival Internacional de Teatro Hispano de
Miami, con un aplauso sin fin en nuestras alma, al actor desconocido, anónimo
sembrador del teatro en el mundo.
Ernesto Ráez Mendiola
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