sábado, 3 de agosto de 2013

Discurso de agradecimiento por el
Premio a una vida de dedicación a las artes escénicas
Life achievement award
XXVIII Festival Internacional de Teatro Hispánico
Miami, 11 de julio de 2013

Desde que Mario Ernesto Sánchez, amablemente me llamara para darme la buena nueva de que se me otorgaría el  Premio a una vida de dedicación a las artes escénicas en la XXVIII versión del prestigioso y tradicional Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami- Homenaje a Perú y la ratificación epistolar oficial de él y Beatriz Riszk, he asumido que es un acto de justicia recibirlo como el homenaje que merecen quienes son los creadores del Teatro Peruano Actual, a quienes convocaré a mi memoria para sentirme acompañado por aquellos con los que siempre he transitado en la brega teatral. Por cierto, si bien serán todos los que nombraré, no podré llegar a mencionar  a  todos los que han sido y son  los paradigmas de este producto del esfuerzo colectivo que ha sido siempre el  teatro peruano, como lo es por lo demás el movimiento teatral en cualquier lugar de mundo.

Las pinturas rupestres de las cuevas de Toquepala y Lauricocha testimonian que hace más de diez mil años los primeros peruanos danzaron con intenciones mágicas para propiciar la caza de los camélidos oriundos del Perú. En las paredes del milenario templo de Chavín las cabezas clavas de sus muros continúan contemplando las amplias explanadas donde aun repercuten los primeros corales del ritual sacerdotal. El wanca, de tema histórico y el aranway, de tema eglógico, son dos formas teatrales incaicas singulares que no pueden compararse a las formas que habían en la misma época en los teatros occidental y oriental. Baste con decir que para ellos era un acto único el cantar y el bailar y tenían un solo término para designarlo. Claro ejemplo de esta teatralidad es el famoso Atau Walpa puchukaikuninpa wancan descubierto por el boliviano Jesús Lara en Chayanta.

Somos un país con una fecunda diversidad cultural. La forma más antigua que tenemos los peruanos de hacer teatro supervive en nuestras danzas folclóricas. En mi patria hay formas teatrales diferentes en la Costa, en la Sierra y en la Selva.  Debemos al doctor Guillermo Ugarte Chamorro, uno de los más importantes promotores del teatro peruano de los años 50 y 60 del siglo pasado, la preocupación por estas investigaciones. Pero, en los últimos veinte años ha eclosionado una generación de jóvenes investigadores de alta formación académica, de quienes es digno representante Percy Encinas, quien viene de Lima para estar con nosotros estos días, conjuntamente con Luis Ramos, desde Minnesota. Sucesores en nuestro tiempo de Sebastián Salazar Bondy, fundador de la crítica teatral en el Perú, de Alfonso La Torre y Hugo Salazar del Alcázar.

Y, desde la memoria del corazón, siento y proclamo que en mi persona reciben este premio don Ricardo Roca Rey que tanto alentó en vida la creación dramática nacional en la AAA que este año cumple 75 años de labor sin pausa. Comparto con ustedes el recuerdo respetuoso que merece la ausencia de mis maestros Luis Álvarez, José y Carlos Velásquez , y me alegro de poder aun aplaudir a nuestros dos más antiguos hombres de teatro: Carlos Gassols y Enrique Victoria que continúan actuando con la alta calidad interpretativa que le dan los años de haberlo hecho desde niños, siempre dentro de los mejores logros. A Sara Joffré, fundadora hace exactamente medio siglo del grupo Homero Teatro de Grillos, impulsora del teatro para niños, incansable creadora, promotora de la Muestra de Teatro Peruano, maestra de las jóvenes generaciones, editora de colecciones de obras de teatro peruano y directora de la revista Muestra que edita regularmente obras de jóvenes dramaturgos; la figura siempre presente desde la eternidad de Tomás Temoche, que formara en 1963 en un pueblo joven de Lima al grupo Yawar y que en vida fuera el nexo más importante que tuvimos la gente de teatro para mantenernos comunicadas.  A la ANEA y al grupo Audaces que cumplen 50 y 45 años de entrega al desarrollo del teatro en Arequipa. A Ricardo Blume, inspirado fundador, hace 52 años del Teatro de la Universidad Católica que se ha mantenido como una entidad pujante, alma máter de notables creadores como Jorge Chiarella, Alberto Ísola, Jorge Guerra, Edgard Saba, Luis Peirano que es nuestro actual Ministro de Cultura. A Histrión, teatro de Arte y al Centro Cultural Nosotros, dos grupos en los que actué los mejores años de mi vida, propulsores de la dramaturgia nacional,  del teatro para niños y del teatro en la educación, que mantuvieron siempre una relación estrecha con el profesorado peruano para orientarlo en el campo teatral. Y a tres hombres de teatro de la patria grande latinoamericana que han formado generaciones en nuestro país:  Reinaldo Damore Black, argentino, fundador  del Club de Teatro de Lima, hoy en Miraflores,  con 60 años de ininterrumpida presencia ; mi maestro Sergio Arrau Castillo, chileno; y en el sur del país la proyección docente de Liber Forti, argentino indesligable del movimiento de teatro boliviano. Y cómo no mencionar y valorar la existencia del Movimiento de Teatro Independiente (MOTIN) que regularmente moviliza a todos los grupos de teatro a nivel nacional, divididos en regiones teatrales para confluir finalmente en las famosas Muestras de Teatro Peruano que desde los años setenta se vienen realizando. Traigo en el corazón, la nueva generación de maestros de nuestro teatro: Mario Delgado, Miguel Rubio, Alberto Ísola, Jorge Guerra, Eduardo Valentín, César Escuza, Jorge Chiarella, Roberto Ángeles, Willy Pinto, Diego La Hoz, Jorge Villanueva, Jorge Sarmiento que viene realizando fecunda labor en la dirección de la ENSAD; Bruno Ortiz, vehemente creador y promotor;  Edgard Guillén, capaz de hacer de su casa un teatro y de su persona el albergue de todos los personajes de obras tan complejas como Ricardo III… Y son también maestras: Ana Correa, Débora Correa, Teresa Ralli, Rebeca Ralli, con quienes menciono además a cuatro grandes actrices peruanas, integrantes de Yuyachkani, grupo que desde su fundación, hace 42 años, mantiene sus primeros integrantes, lo que les permite ser el único colectivo de repertorio. Fernando Ramos, promotor del proyecto Mamachullo que atiende niños en alto riesgo, trabaja en las instituciones penitenciarias y anima a lo cultores de la pantomima, cuyas figuras señeras y fundadoras son Juan y Carmen Piqueras. Quiero fijar en ustedes el recuerdo, como lo llevo en mi, de Myriam Reátegui Espinoza que, al frente del Centro Cultural Nosotros ha hecho tanto por el teatro para niños , organizadora de tres encuentros mundiales y varios Congresos Internacionales de Teatro y Educación, directora de la Revista Creart que en los años ochenta fue el vocero de la actividad teatral. Y a las figuras de Felipe Rivas Mendo, Gastón y Vicky Aramayo, patriarcas de los titiriteros peruanos.

Pero, no solamente en Lima, la capital, crece el teatro peruano. Eduardo Valentín, de Barricada, conduce en Huancayo, uno de los más importantes grupos teatrales, donde actúa la gran actriz Digna Buitrón. Lo acompaña, entre otros, el grupo Expresión que dirige la dramaturga María Teresa Zúñiga.

Si bien no lo podemos tipificar como un movimiento marcadamente femenino, lo cierto es que el teatro peruano está animado por un gran número de mujeres. Elvira de la Puente, de conmovedora fidelidad al ordenamiento legal de la actividad; Lucía Irurita que, con más de 50 años de ejercicio actoral, ha inaugurado un local teatral donde sigue actuando; Maura Serpa, que mantuvo por más de seis años ciclos de lectura de obras teatrales universales; Ofelia Lazo, cuya compañía Xanadú ha estrenado obras de dramaturgos peruanos; Marina Díaz, la madre del teatro loretano… Y aquí podríamos pasearnos por cada región y habría siempre una mujer  a quien distinguir por su entrega total al movimiento.

Con profunda pena nombro a Yadi Collazos, Luis Felipe Ormeño, Fidel Melquiades, José Carlos Urteaga e Ivon Barriga, apartados  tempranamente por el destino de la brega teatral a la que comenzaban a entregar maduros frutos de crecimiento mayor. Y tantos más por nombrar si no queremos hacer de la historia un cementerio de olvidados…

Por nuestros dramaturgos fundadores, hoy en la eternidad, Juan Ríos Rey, Enrique Solari Swayne, Sebastián Salazar Bondy, Felipe Buendía, Hernando Cortés, Grégor Díaz. Por  todos mis hermanos en el teatro, recibo este premio como un homenaje a través de mi persona y de mi memoria a los combatientes anónimos que a través de los tiempos hasta la actualidad al dedicar su vida a las artes escénicas han hecho posible la práctica militante del teatro en el Perú.

Así como con el tiempo los historiadores se dieron cuenta que las batallas de la historia no las ganan los generales sino los anónimos soldados muchas veces caídos como rosas sangrientas sembradas en el campo de batalla para inaugurar la blanca alborada de la paz, en el campo de lides pensantes que es el teatro, imagen de los pueblos, anónimos hombres y mujeres luchan por su sostenimiento. Mi agradecimiento por la distinción otorgada quiere ser el agradecimiento de esos actores desconocidos de los cuales me siento representante en este histórico momento en que si bien es imposible repito nombrarlos a todos, la luz de su presencia debe brillar y brilla en esta ceremonia. No hay un monumento al actor desconocido como ya sí lo hay al soldado desconocido. Comencemos a construirlo para que el teatro no pierda nunca su dimensión de arte colectivo de los hombres, por los hombres y para los hombres, perfil histórico de la humanidad, docencia de humanismo, la más alta tribuna de la verdad de la vida del alma humana y, recogiendo una frase de nuestro poeta de la escena Mario Delgado, creador y recreador incansable desde hace 42 años del legendario Cuatrotablas, que van a apreciar en las interpretaciones de Zitha Elias y Flor Castillo,  repetir una vez más: el teatro, último reducto ecológico de la dignidad humana.

Cuando pasado el tiempo sea este premio un dato en los archivos de la historia, el teatro continuará viviendo y transformándose. Para entonces, aun cuando nos hubiesen olvidado seguiremos viviendo en el olvido los que elegimos como derrotero en nuestra vida que es efímera,  servir al teatro que, por hablar de los seres humanos no le queda otro destino que serlo también. Pero, no creo que haya creación humana capaz de hacer lo que él. Sembrar en el instante la eternidad. Comprometernos en los minutos contados de una función con la reflexión de nuestra misión en la tierra. Mi más profundo agradecimiento por invitarme a la XXVIII versión, dedicada al Perú, de este banquete tradicional del pensamiento y la sensibilidad teatrales que es el Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami.

Permítanme terminar con un recuerdo muy íntimo y personal, ya que el árbol que no recuerda sus raíces está destinado a no seguir creciendo. A mi padre Ernesto Ráez y a mi madre Amelia Mendiola. “No creo haberte defraudado al no ser médico como tú quería, mamá. Pues sabrás que hace muchos siglos un griego llamado Aristóteles dijo que el teatro era capaz de producir la expurgación de las pasiones. Y si tú supieras cuánto necesidad tiene de la medicina teatral el mundo de hoy convulsionado y violento”. Una especial mención al Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe donde me formé al lado de una brillante generación que ha ratificado en el tiempo nuestro lema: repetir al mundo orgullosos que nacimos en el Perú; y a mis fieles ex alumnos de la Gran Unidad Escolar Ricardo Palma, en la que inicié en 1958, mis actividades como profesor de teatro, a cuyo generoso recuerdo debo una de las satisfacciones mayores de mi vida.  A mis hijos Ernesto Francisco, Mario Alberto, Rafael Adolfo, Rebeca Adriana, Ricardo Alfredo y Rodrigo Alonso, orgulloso de tener la suerte de ser su padre, y a mis once nietos.


Cuando el gran inca Pachacutec  ganaba batallas y expandía los límites del Tahuantinsuyo, se proseguía sembrando en los ayllus el alimento de quienes hicieron posible que nuestra historia continuara… Porque son manos anónimas las que garantizan la supervivencia de la especie humana, rindamos honor esta noche y siempre, a partir de este XXVIII Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami, con un aplauso sin fin en nuestras alma, al actor desconocido, anónimo sembrador del teatro en el mundo.    

                                     Ernesto Ráez Mendiola

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