Marco y Alcances de una Evaluación Teatral Holística
Sumario.- A partir de la consideración del teatro como un proceso de producción de sentido; se busca establecer los parámetros espacio-temporales que enmarcan la valoración del hecho teatral en un lugar y época determinados, desde un criterio rector que otorgue continuidad a los juicios de valor y evite las simples enumeraciones (“a la mejor obra del año”, etc.) o las valoraciones aparente o abiertamente “tendenciosas”, en las que pareciera que son dos o tres instituciones las que sostienen la existencia del teatro dentro del proceso histórico del país. Esto implica considerar contextos culturales y relaciones con la marcha en las otras artes y articular su nivel de respuesta a los requerimientos de la colectividad y de nuestra situación sociopolítica. De ser posible, es conveniente establecer paralelos con otras sociedades similares y con el movimiento teatral mundial y sus corrientes. No para declararnos atrasados o poco actualizados sino para, reconocidas las orientaciones, establecer una ajustada valoración del significado del teatro en el Perú.
Actualmente nuestras reseñas no pasan de la evaluación impresionista, parcial y tendenciosa. Apreciamos con anteojeras, llamando pomposamente nacional a una evaluación que se refiere a obras puestas en Lima, e inclusive a no todas las obras de las puestas en Lima.
Un montaje teatral es un proceso de producción de sentido; como tal, al comenzar su proceso creativo se intuye, pero no está definido el producto final. Éste se va gestando durante el periodo de los ensayos, que se plantean como prueba, búsqueda o encuentro, rechazo o aceptación, repetición y fijación de hallazgos, consolidación. Posiblemente el estreno de una obra no sea más que la demostración de un nivel aceptable en la escala de perfeccionamiento continuo a que está sujeta la producción de una obra de teatro. Si bien, nada justifica que la elección de este nivel sea errada y se obligue al público a presenciar como acabado aquello que aun le falta madurar, nadie puede afirmar que una obra vista en el estreno nos permite apreciar su mejor versión. De allí que sea tan importante poner la fecha de la función que se apreció, en las críticas que se hacen a un montaje teatral.
Por otra parte, la fuente de la creación teatral es su destinatario. La obra representada debe hablar del público al que quiere llegar. Importante consideración que debería guiar las decisiones iniciales de producción. Aunque bien sabemos que en el mundo de los espectáculos no siempre armonizan calidad y cantidad. Por eso, un buen éxito de público no se evalúa desde su cantidad, más que por razones financieras. Si se quiere decidir en profundidad, a la hora de las decisiones iniciales debe considerarse, en función de los objetivos de producción, la procedencia del público, su poder adquisitivo, sus intereses recreacionales. Me interrogo si podemos evaluar con los mismos parámetros los llenos totales de “Volpone”, “Don Juan Tenorio” y “Las brujas de Salem”. Y si estos buenos éxitos de asistencia pueden ser equiparados con la XXIII Muestra Nacional de Teatro, realizada por Arena y Esteras, en Villa El Salvador o con el reciente FESTEPE, de Chancay, que tuvieron ingreso libre. Sirvan estos ejemplos, en el umbral de esta exposición, para precisar con cuanta ligereza se procede cuando no se contextualiza por qué se prefiere una obra a otra o se privilegia un montaje, y no se menciona la cobertura informativa lograda en los diarios, o la posibilidad de acceso al espacio donde se representa que tuvo cada puesta. ¿ Se ha intentado definir alguna vez cómo funciona la llamada “radio bemba”? ¿ Quiénes conforman este circuito? ¿Qué los estimula a recomendar determinadas puestas en desmedro de otras?
El Perú se ha regionalizado y las regiones comienzan a actuar con cierta independencia. Lima hace mucho tiempo dejó de ser una población unitaria. Hoy podemos hablar del teatro del centro y de la periferia, no sólo en Lima sino en otras regiones. En Villa El Salvador hay grupos como Vichama y Arena y Esteras que realizan múltiples labores de proyección a su comunidad. En La Balanza, de Comas, se organizan anualmente encuentros internacionales. Fernando Ramos, de la ENSAD hace teatro en las cárceles del Perú. Una evaluación teatral no puede soslayar estos hechos que son indiscutibles aportes al crecimiento y diversificación de la acción teatral en el país.
El diario El Comercio hace una encuesta anual sobre los mejores artistas del año. Pero, comienza por limitar las posibilidades de elección a cuatro o cinco previamente seleccionados por ellos. Es como si el Jurado Nacional de elecciones determinara tres listas de candidatos y las sometiera al voto universal. Ustedes dirían, pero quién es el JNE para determinar qué ciudadanos pueden candidatear? ¿ Quién es el diario El Comercio para encerrar la opinión del público entre unos cuantos de su preferencia? ¿Se dan cuenta cuán tendenciosas son nuestras reseñas? Pero, vayamos a la segunda parte de esta selección. Si analizamos los esfuerzos creativos de un actor por lograr variadas composiciones en obras de cierto nivel de trascendencia en Lima, es posible que el balance muestre a Alberto Ísola como una personalidad significativa durante el primer decenio del siglo, sin embargo en este tipo de votaciones es muy posible que el público elija a otro más conocido y de mayor arrastre televisivo. Una simple telenovela puede ponerlo por delante de la labor de Alberto Ísola que, además, ha vuelto a dirigir Teatro para Niños y desarrolla una labor docente de primer nivel en el Teatro de la Universidad Católica conjuntamente con Celeste Viale, con la que han formado la asociación “Cola de Cometa”. No faltan en este rubro quienes evalúan a otros desde sus posiciones ideológicas con alto grado de intolerancia y muchas veces insolencia y falta de respeto a las trayectorias. Hace poco me entrevistaron en una conocida radioemisora local y la locutora me preguntó quién era para mí la mejor actriz del teatro peruano. Al principio, por razones diplomáticas, me negué a darle mi opinión. Pero ella insistió, y yo decidí responderle haciendo la salvedad que iba a mencionar a alguien que posiblemente ella ni tenía noción de a quién me refería. Me dio por descontado que su cultura teatral era muy amplia y que era casi imposible que mencionara alguien que no conociera. Cuando mencione a Dina Buitrón, creyó en un principio que yo bromeaba. Le aclaré que hablaba de una actriz con muchos años de ejercicio teatral serio, muy respetada por la gente de teatro que había aplaudido sus intensas creaciones. Por alargar el misterio le dije que era del grupo Barricada, por cierto sin decirle de dónde era para prolongar la divertida situación. Finalmente se asombró de saber que para mí la mejor actriz peruana vivía en Huancayo y actuaba en uno de los mejores grupos del país, dirigido por un respetable y talentoso director que se llamaba Eduardo Valentín. Espero que algunos oyentes escucharan la entrevista y que los recuerden con el respeto que los recuerdo yo en esta nota.
En una ciudad como Lima, donde la televisión concita la atención del público y que ya se ha hecho del escándalo una manera de promocionar, cuando no de vejar, a los artistas, que alguno de los actores de la obra tenga un mínimo grado de “popularidad”, redundará en una mayor o menor asistencia de público. Me gustaría saber si Jorge Guerra logró un mayor público con una obra en la que actuaban muy buenas actrices, que no frecuentan la TV. I si a La Chunga hubiera asistido el mismo público sin la presencia de Mónica Sánchez, que es tan popular como buena actriz, aclaremos.
Otro punto de análisis es el referente a la repercusión sobre los espectadores de la temática. ¿Qué atrae al público en Volpone, en Don Juan Tenorio, en Las brujas de Salem, en las obras puestas en las plazas de los diferentes distritos limeños? El teatro lo hacen seres humanos comprometidos con su sociedad a través de sus obras. Hay una íntima relación Obra/Contexto y Artista/Sociedad que constituye el primer parámetro de evaluación de una producción teatral. Alguna vez comentaba que “el empleo de zancos no iba a elevar el nivel del teatro nacional”, de la misma manera que emplear a Arguedas como temática o cantar huaynos, valses o marineras en la obra, ni emplear la parafernalia de las danzas folclóricas, son lo que hace el mejor teatro peruano. El meollo está en el aporte que la obra representada hace a los esfuerzos por definir nuestra identidad, por cancelar la violencia, por crear metáforas escénicas que nos definan históricamente, por ofrecer propuestas de montaje o de actuación que apunten a un estilo arraigado de creación teatral, que develen las angustias de las nuevas generaciones y desnuden los errores de las generaciones pasadas. Un teatro comprometido con un nivel de calidad, de cuidado estético de sus proposiciones.
No se trata de ser moderno a ultranza. Alguien me decía que el teatro del futuro era la performance. Posiblemente, como lo fue la creación colectiva para los del sesenta, como lo fue el teatro de arte para los del cuarenta, como lo será esa forma aun no intuida de teatro que seguirá a la performance. ¿ Es casualidad, terquedad ignorante, el que en las pausas o transiciones anteriores a los circunstanciales cambios se vuelva al teatro realista y a los llamados clásicos? ¿Es pecado mortal el que la mayor oferta laboral requiera de métodos relacionados con la composición realista? ¿Y que estas obras sean tan frontales y contestatarias como las regidas por el movimiento, la parafernalia biomecánica, la situación onírica, la composición desconcertante? ¿es censurable que se haga teatro en salas sólo porque también hay un teatro de espacios abiertos o no tradicionales? Evaluar el teatro con estos prejuicios es no entender que estamos ante el fenómenos social más complejo que existe porque esta urdido en la trama misma de lo social.
Evaluar el teatro es evaluar una sociedad y sus tendencias y de qué manera se articula a estas tendencias sociales el hecho teatral. Si reconocemos formas frívolas, estaremos reconociendo un sector frívolo de la sociedad que lo va a consumir, no podemos irrogarnos la exclusividad sensible de ser los únicos que estamos en el rumbo positivo de la historia respondiendo a los cambios o haciendo algo por la toma de conciencia para los mismos desde nuestras trincheras. El diálogo con el público espectador es un buen derrotero para evaluar nuestros productos artísticos. Pero, no es un criterio absoluto porque el público no es uno y único. No se trata de señalar al otro como estigmatizado porque su público ocupa un estrato que no es al que yo me dirijo. ¿ En qué grado sus propuestas apuntan a hacer reflexionar a su público? ¿En que grado “mi teatro” logra hacer reflexionar al mío?. Porque lo que el arte dice no puede ser redundante de lo que un buen análisis antropológico o sociológico podría decir.
El comportamiento del público tampoco puede ser parametrado. Pero, hay que reconocer que el silencio es propicio para escuchar la obra y polemizar después. La verdad es que evaluar el teatro ha sido para mí uno de los más difíciles encargos. Por eso siempre he preferido comentar antes que criticar. Sin embargo considerar el complejo teatral puede ser aleccionador y beneficioso: ¿ quiénes hacen teatro? ¿dónde están ubicados? ¿ cómo se organizan? ¿ qué estilos proponen? ¿ qué espacios escogen para sus presentaciones? ¿ cuáles son sus objetivos? ¿ son sinceros o están desesperados por imitar modelos extranjeros? ¿ tienen conciencia del gremio al que pertenecen? ¿ han establecido relaciones con las demás artes y sus cultores? ¿ hay un cuerpo de estudio de las obras escritas, de sus presentaciones? ¿ hay análisis del mercado teatral que orienten las decisiones de producción? ¿ hay publicación de libros y revistas? ¿hay encuentros regulares? ¿hay descentralización? ¿hay una política cultural del estado que considere el apoyo a la actividad teatral para niños, jóvenes y adultos? ¿ hay registros estadísticos de la afluencia de público? ¿ hay un catastro de locales teatrales o espacios hábiles para hacer teatro? ¿ hay un registro oficial o directorio de los artistas de teatro? ¿ hay relaciones establecidas con el teatro latinoamericano y mundial? En fin, son muchas las preguntas por responder si se quiere hacer una objetiva evaluación teatral. Este artículo sólo quiere cerrar este febrero del retorno de El Consueta con un desafío a sí mismo.
Sumario.- A partir de la consideración del teatro como un proceso de producción de sentido; se busca establecer los parámetros espacio-temporales que enmarcan la valoración del hecho teatral en un lugar y época determinados, desde un criterio rector que otorgue continuidad a los juicios de valor y evite las simples enumeraciones (“a la mejor obra del año”, etc.) o las valoraciones aparente o abiertamente “tendenciosas”, en las que pareciera que son dos o tres instituciones las que sostienen la existencia del teatro dentro del proceso histórico del país. Esto implica considerar contextos culturales y relaciones con la marcha en las otras artes y articular su nivel de respuesta a los requerimientos de la colectividad y de nuestra situación sociopolítica. De ser posible, es conveniente establecer paralelos con otras sociedades similares y con el movimiento teatral mundial y sus corrientes. No para declararnos atrasados o poco actualizados sino para, reconocidas las orientaciones, establecer una ajustada valoración del significado del teatro en el Perú.
Actualmente nuestras reseñas no pasan de la evaluación impresionista, parcial y tendenciosa. Apreciamos con anteojeras, llamando pomposamente nacional a una evaluación que se refiere a obras puestas en Lima, e inclusive a no todas las obras de las puestas en Lima.
Un montaje teatral es un proceso de producción de sentido; como tal, al comenzar su proceso creativo se intuye, pero no está definido el producto final. Éste se va gestando durante el periodo de los ensayos, que se plantean como prueba, búsqueda o encuentro, rechazo o aceptación, repetición y fijación de hallazgos, consolidación. Posiblemente el estreno de una obra no sea más que la demostración de un nivel aceptable en la escala de perfeccionamiento continuo a que está sujeta la producción de una obra de teatro. Si bien, nada justifica que la elección de este nivel sea errada y se obligue al público a presenciar como acabado aquello que aun le falta madurar, nadie puede afirmar que una obra vista en el estreno nos permite apreciar su mejor versión. De allí que sea tan importante poner la fecha de la función que se apreció, en las críticas que se hacen a un montaje teatral.
Por otra parte, la fuente de la creación teatral es su destinatario. La obra representada debe hablar del público al que quiere llegar. Importante consideración que debería guiar las decisiones iniciales de producción. Aunque bien sabemos que en el mundo de los espectáculos no siempre armonizan calidad y cantidad. Por eso, un buen éxito de público no se evalúa desde su cantidad, más que por razones financieras. Si se quiere decidir en profundidad, a la hora de las decisiones iniciales debe considerarse, en función de los objetivos de producción, la procedencia del público, su poder adquisitivo, sus intereses recreacionales. Me interrogo si podemos evaluar con los mismos parámetros los llenos totales de “Volpone”, “Don Juan Tenorio” y “Las brujas de Salem”. Y si estos buenos éxitos de asistencia pueden ser equiparados con la XXIII Muestra Nacional de Teatro, realizada por Arena y Esteras, en Villa El Salvador o con el reciente FESTEPE, de Chancay, que tuvieron ingreso libre. Sirvan estos ejemplos, en el umbral de esta exposición, para precisar con cuanta ligereza se procede cuando no se contextualiza por qué se prefiere una obra a otra o se privilegia un montaje, y no se menciona la cobertura informativa lograda en los diarios, o la posibilidad de acceso al espacio donde se representa que tuvo cada puesta. ¿ Se ha intentado definir alguna vez cómo funciona la llamada “radio bemba”? ¿ Quiénes conforman este circuito? ¿Qué los estimula a recomendar determinadas puestas en desmedro de otras?
El Perú se ha regionalizado y las regiones comienzan a actuar con cierta independencia. Lima hace mucho tiempo dejó de ser una población unitaria. Hoy podemos hablar del teatro del centro y de la periferia, no sólo en Lima sino en otras regiones. En Villa El Salvador hay grupos como Vichama y Arena y Esteras que realizan múltiples labores de proyección a su comunidad. En La Balanza, de Comas, se organizan anualmente encuentros internacionales. Fernando Ramos, de la ENSAD hace teatro en las cárceles del Perú. Una evaluación teatral no puede soslayar estos hechos que son indiscutibles aportes al crecimiento y diversificación de la acción teatral en el país.
El diario El Comercio hace una encuesta anual sobre los mejores artistas del año. Pero, comienza por limitar las posibilidades de elección a cuatro o cinco previamente seleccionados por ellos. Es como si el Jurado Nacional de elecciones determinara tres listas de candidatos y las sometiera al voto universal. Ustedes dirían, pero quién es el JNE para determinar qué ciudadanos pueden candidatear? ¿ Quién es el diario El Comercio para encerrar la opinión del público entre unos cuantos de su preferencia? ¿Se dan cuenta cuán tendenciosas son nuestras reseñas? Pero, vayamos a la segunda parte de esta selección. Si analizamos los esfuerzos creativos de un actor por lograr variadas composiciones en obras de cierto nivel de trascendencia en Lima, es posible que el balance muestre a Alberto Ísola como una personalidad significativa durante el primer decenio del siglo, sin embargo en este tipo de votaciones es muy posible que el público elija a otro más conocido y de mayor arrastre televisivo. Una simple telenovela puede ponerlo por delante de la labor de Alberto Ísola que, además, ha vuelto a dirigir Teatro para Niños y desarrolla una labor docente de primer nivel en el Teatro de la Universidad Católica conjuntamente con Celeste Viale, con la que han formado la asociación “Cola de Cometa”. No faltan en este rubro quienes evalúan a otros desde sus posiciones ideológicas con alto grado de intolerancia y muchas veces insolencia y falta de respeto a las trayectorias. Hace poco me entrevistaron en una conocida radioemisora local y la locutora me preguntó quién era para mí la mejor actriz del teatro peruano. Al principio, por razones diplomáticas, me negué a darle mi opinión. Pero ella insistió, y yo decidí responderle haciendo la salvedad que iba a mencionar a alguien que posiblemente ella ni tenía noción de a quién me refería. Me dio por descontado que su cultura teatral era muy amplia y que era casi imposible que mencionara alguien que no conociera. Cuando mencione a Dina Buitrón, creyó en un principio que yo bromeaba. Le aclaré que hablaba de una actriz con muchos años de ejercicio teatral serio, muy respetada por la gente de teatro que había aplaudido sus intensas creaciones. Por alargar el misterio le dije que era del grupo Barricada, por cierto sin decirle de dónde era para prolongar la divertida situación. Finalmente se asombró de saber que para mí la mejor actriz peruana vivía en Huancayo y actuaba en uno de los mejores grupos del país, dirigido por un respetable y talentoso director que se llamaba Eduardo Valentín. Espero que algunos oyentes escucharan la entrevista y que los recuerden con el respeto que los recuerdo yo en esta nota.
En una ciudad como Lima, donde la televisión concita la atención del público y que ya se ha hecho del escándalo una manera de promocionar, cuando no de vejar, a los artistas, que alguno de los actores de la obra tenga un mínimo grado de “popularidad”, redundará en una mayor o menor asistencia de público. Me gustaría saber si Jorge Guerra logró un mayor público con una obra en la que actuaban muy buenas actrices, que no frecuentan la TV. I si a La Chunga hubiera asistido el mismo público sin la presencia de Mónica Sánchez, que es tan popular como buena actriz, aclaremos.
Otro punto de análisis es el referente a la repercusión sobre los espectadores de la temática. ¿Qué atrae al público en Volpone, en Don Juan Tenorio, en Las brujas de Salem, en las obras puestas en las plazas de los diferentes distritos limeños? El teatro lo hacen seres humanos comprometidos con su sociedad a través de sus obras. Hay una íntima relación Obra/Contexto y Artista/Sociedad que constituye el primer parámetro de evaluación de una producción teatral. Alguna vez comentaba que “el empleo de zancos no iba a elevar el nivel del teatro nacional”, de la misma manera que emplear a Arguedas como temática o cantar huaynos, valses o marineras en la obra, ni emplear la parafernalia de las danzas folclóricas, son lo que hace el mejor teatro peruano. El meollo está en el aporte que la obra representada hace a los esfuerzos por definir nuestra identidad, por cancelar la violencia, por crear metáforas escénicas que nos definan históricamente, por ofrecer propuestas de montaje o de actuación que apunten a un estilo arraigado de creación teatral, que develen las angustias de las nuevas generaciones y desnuden los errores de las generaciones pasadas. Un teatro comprometido con un nivel de calidad, de cuidado estético de sus proposiciones.
No se trata de ser moderno a ultranza. Alguien me decía que el teatro del futuro era la performance. Posiblemente, como lo fue la creación colectiva para los del sesenta, como lo fue el teatro de arte para los del cuarenta, como lo será esa forma aun no intuida de teatro que seguirá a la performance. ¿ Es casualidad, terquedad ignorante, el que en las pausas o transiciones anteriores a los circunstanciales cambios se vuelva al teatro realista y a los llamados clásicos? ¿Es pecado mortal el que la mayor oferta laboral requiera de métodos relacionados con la composición realista? ¿Y que estas obras sean tan frontales y contestatarias como las regidas por el movimiento, la parafernalia biomecánica, la situación onírica, la composición desconcertante? ¿es censurable que se haga teatro en salas sólo porque también hay un teatro de espacios abiertos o no tradicionales? Evaluar el teatro con estos prejuicios es no entender que estamos ante el fenómenos social más complejo que existe porque esta urdido en la trama misma de lo social.
Evaluar el teatro es evaluar una sociedad y sus tendencias y de qué manera se articula a estas tendencias sociales el hecho teatral. Si reconocemos formas frívolas, estaremos reconociendo un sector frívolo de la sociedad que lo va a consumir, no podemos irrogarnos la exclusividad sensible de ser los únicos que estamos en el rumbo positivo de la historia respondiendo a los cambios o haciendo algo por la toma de conciencia para los mismos desde nuestras trincheras. El diálogo con el público espectador es un buen derrotero para evaluar nuestros productos artísticos. Pero, no es un criterio absoluto porque el público no es uno y único. No se trata de señalar al otro como estigmatizado porque su público ocupa un estrato que no es al que yo me dirijo. ¿ En qué grado sus propuestas apuntan a hacer reflexionar a su público? ¿En que grado “mi teatro” logra hacer reflexionar al mío?. Porque lo que el arte dice no puede ser redundante de lo que un buen análisis antropológico o sociológico podría decir.
El comportamiento del público tampoco puede ser parametrado. Pero, hay que reconocer que el silencio es propicio para escuchar la obra y polemizar después. La verdad es que evaluar el teatro ha sido para mí uno de los más difíciles encargos. Por eso siempre he preferido comentar antes que criticar. Sin embargo considerar el complejo teatral puede ser aleccionador y beneficioso: ¿ quiénes hacen teatro? ¿dónde están ubicados? ¿ cómo se organizan? ¿ qué estilos proponen? ¿ qué espacios escogen para sus presentaciones? ¿ cuáles son sus objetivos? ¿ son sinceros o están desesperados por imitar modelos extranjeros? ¿ tienen conciencia del gremio al que pertenecen? ¿ han establecido relaciones con las demás artes y sus cultores? ¿ hay un cuerpo de estudio de las obras escritas, de sus presentaciones? ¿ hay análisis del mercado teatral que orienten las decisiones de producción? ¿ hay publicación de libros y revistas? ¿hay encuentros regulares? ¿hay descentralización? ¿hay una política cultural del estado que considere el apoyo a la actividad teatral para niños, jóvenes y adultos? ¿ hay registros estadísticos de la afluencia de público? ¿ hay un catastro de locales teatrales o espacios hábiles para hacer teatro? ¿ hay un registro oficial o directorio de los artistas de teatro? ¿ hay relaciones establecidas con el teatro latinoamericano y mundial? En fin, son muchas las preguntas por responder si se quiere hacer una objetiva evaluación teatral. Este artículo sólo quiere cerrar este febrero del retorno de El Consueta con un desafío a sí mismo.
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