viernes, 18 de julio de 2008

Génesis de las palabras

En el principio, fuimos el gesto y un gutural sonido que a la acción acompañaba. No era necesario más para entenderme. Todo se señalaba y se imitaba.
En el principio, fuimos el murmullo, el arrullo, la canción tarareada, el esfuerzo del trabajo creador afirmándose como símbolo de sí mismo.
En aquel tiempo, todo era animación, respiración, latido, movimiento, acompasado ritmo de los actos vitales. Eran los labios y la lengua danzando en la caverna bucal al son de las alegrías y las penas, elevando amenazadores gritos con el propósito de atemorizar a la fauna salvaje, a los enemigos y a los malos espíritus. Así fue la voz dándonos forma. Y fuimos en principio conjuros para anular las sombras o ascender a la luz, hasta el memorable instante en que nos hicimos carne y habitamos dentro de vosotros y por nosotras todo el universo fue nombrado. Alados sones, íbamos de boca en boca encarnando deseos, sentimientos, acciones, reflexiones, propiciando acuerdos que podrían haber llevado la poesía de los hombres hasta la morada misma de los dioses... Pero llegó Babel... Y otro día nos encontramos cruelmente atadas a extraños signos que sobre adobes, piedras y papiros nos representaban. Desde entonces el hombre no habló al hombre mirándolo a los ojos sino entregándose al papel, como en este instante me recibes, sin oír nuestra música, sin ver los gestos que el otro hubiera hecho. Fosilizadas llegamos a Tí descarnadas y silentes.
Así fijadas, fuimos fácilmente prisioneras de las Gramáticas y los Diccionarios, de las Leyes y Normas de corrección y precisión impuestas sobre nuestra libertad inicial, que el habla apenas puede transgredir so pena de incomunicación o barbarismo...
Sin embargo, hay momentos en que alguien recobra el gesto que ocultamos, y nuevamente conjura a la realidad reclamándole que nos devuelva su dimensión mágica, el fascinante poder de dominar las sombras y encender la luz. En esos momentos vuelven los labios y la lengua a danzar en la caverna bucal para dar testimonio del verbo hecho carne que habita dentro de vosotros y, a pesar de Babel, vuelven los hombres a intentar ascender con sus poéticos mensajes hasta la morada de los dioses.

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