martes, 14 de febrero de 2012

EN EL DIA DE SAN VALENTIN

A LA VALIENTE GENTE DE TEATRO DEL PERÚ




El teatro es, o debiera ser, una cofradía, una hermandad, una confluencia de amigos. Amigos, los cultores, amigos, los espectadores; público y artistas unidos por ese momento sublime de lo que Jorge Dubatti ha categorizado como el convivio y que, años atrás, Henri Gouhier caracterizara como un hecho en presencia y en presente.
El teatro es, como dicen los franceses, un tête à tête, donde nos vemos, nos reconocemos y nos reintegramos al mundo y sus problemas. Conflictivo por optimismo, el teatro nos devuelve la fe en la posibilidad de un mundo mejor. No, como un opio soñador sino como una estrategia de lucha por la dignidad del género humano. Y este teatro no se vende, porque no tiene precio. Se da a manos llenas en las plazas del mundo y no vende sus pasacalles al mejor postor.
Ayer Bruno planteo una radiografía de la ética en nuestro teatro respondiendo, como amigo, a una alturada aclaración de Christian que siempre cree que los demás están equivocados, lo cual tampoco es cierto.



Toda persona busca en la vida seguridad, nueva experiencia, reconocimiento y respuesta. De todo ello lo que el teatro, el verdadero teatro en la calle o en las salas no da es seguridad. Por eso es un acto amical. Porque necesita de una atmósfera de crediblidad tanto a las censuras como a las alabanzas. Saber escuchar es condición de la gran contraescena ¿Y quién es mejor escucha que un amigo?. Hay quienes viven evaluando negativamente, pajas que ven en el ajeno ojo porque la viga del suyo no los deja mirar las propias limitaciones. A veces el teatro se vuelve eso y, por cierto, dejamos de ser amigos.
Hubo uno de los nuestros, sencillo, famoso en nuestro mundo inmediato, aunque no en el mundo lejano, ni en los diccionarios- lo cual no está mal, por si acaso-con una memoria histórica excepcional y con una vocación periodística incuestionable, que estableció lazos de amistad con el teatro de todo el país. Sirva el ejemplo de la trayectoria sencilla de Carlos Tomás Temoche Varías, ahora y siempre allá donde están Hernando Cortés, Grégor Díaz, Luis Álvarez, Leonardo Arrieta, Ricardo Roca Rey, César Urueta Alcántara que tanto luchó con otros amigos para que la ANAIE fuese realidad...
Y así, este día anglosajón popularizado en el mundo, más por negocio que por sensibilidad humana, como sucede con la Navidad, sirva para reencontrarnos y valorarnos porque todos los que hacemos teatro somos, o debiéramos ser amigos.
Fraternalmente
La redacción

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