sábado, 7 de abril de 2012

¿ PARA QUÉ TEATRO EN EL PERU?

Sumergido andaba en encontradas reflexiones motivadas por la propuesta de Percy Encinas para que escribiese y hablase sobre ¿Para qué el teatro en el Perú?. La pregunta, por abierta, me había puesto en un gran dilema porque la verdad es que no me es muy grato hablar del teatro en general porque soy militante de una manera de hacerlo que ha ido cambiando en su forma con el tiempo es cierto, pero que se mantiene fiel a ciertos postulados ideológicos indeclinables. Cuando he aquí que llega a mis ojos, vía internet, Desde la otra orilla, la heredada voz aglutinante de Tomás Temoche Varías, remozada en las gargantas juveniles de sus alumnos, y compruebo que es cierta mi sospecha y esa noticia loca que dice por allí que se nos fue para siempre es una gran mentira. Tal vez un viaje largo haya emprendido, pues, me digo, y estos jóvenes, disciplinados como los ha formado, continúan fieles cumpliendo el encargo dejado por su maestro. Y desde la otra orilla, que es la misma en la que yo transito, ratifico una vez más que este asunto del teatro no se agosta y cuando prende es incendio que ninguna indiferencia puede apagar. Porque, pronto, en 2013, hará medio siglo, como el que están cumpliendo ahora en 2012 las celebraciones por el Día Mundial del Teatro, que este Tomás Temoche Varías siemprevivo, fundó un grupo al que, tal vez por iluminación y ahora sabemos no exagerada esperanza, llamó YAWAR, sangre vitalizante que llegó a oxigenar los tejidos vitales de nuestra cultura popular. Y por años, sin que supiéramos nada los grupos que en el centro crecíamos, en esa periferia ignorada de las barriadas circuló YAWAR hasta que a fuerza de crecer, como río incontenible desembocó entre nosotros cuando los clarines de lo que con el tiempo se llamaría MOTIN sonaban fuerte en estas nuestras tierras de gobiernos asaz indiferentes a todo aquello que al teatro se parezca. Fue así, como entonado por tan feliz encuentro me embarqué en estas líneas.


Porque tenemos que comenzar por reconocer que el teatro puede ser una experiencia totalmente superflua y anodina sin más significación para sus ocasionales espectadores que la de un pasatiempo banal e intrascendente. Y, para asombro de los que me estén leyendo, les diré que ésta es posiblemente su manifestación más difundida en el mundo, porque, como todas las expresiones artísticas, forma parte del paquete de las recreaciones socioculturales; actividades que los ciudadanos pueden asumir como apreciación o producción. Verla y hacerla son las dos vías de acercamiento a la actividad teatral. Y, por cierto, los gobiernos tienen la obligación de cautelar que se sostengan espacios de realización y consumo, como parte de la política recreacional. Sólo por este hecho debería apoyarse la creación y apreciación del teatro en el Perú, pues como dice Brecht en el primer parágrafo del Pequeño Organón, la más noble finalidad del teatro es divertir.


Pero, el teatro es el espacio de las diversiones fuertes, aclara el alemán; el lugar del encuentro donde se produce la discutida catarsis purificadora que privilegiaba el estagirita como finalidad de la tragedia en su conocida definición. Y no porque, como habitualmente se dice, el teatro sea un espejo de costumbres. El teatro no tiene nada de espejo. Aunque puede invertir las imágenes para mejor percibirlas no es este un mecánico reflejo; en esta inversión hay una candente oferta de lo que somos en el contexto de lo que podríamos ser. Acontecimiento que reclama un pueblo para afirmarse en la historia. Por eso no hay lugar en el mundo que no haya hecho teatro. Y el teatro está esperando siempre la respuesta del pueblo al que alude, al que sopesa, al que expresa. ¿ Cómo hacer entonces, preguntaremos con Brecht, para que el teatro no se convierta en sucursal de los centros de venta de estupefacientes?. ¿Qué de valioso da y ha venido dando este arte a la sociedad que deba mantenerse en las características de un teatro digno de apoyo? Porque yo puedo hacer teatro por muchos motivos personales que dependen de mi individualidad, pero cuando paso a definir los fines ingreso a un área de compromiso con mis semejantes. Para esto tengo que ubicarme en el contexto histórico del país en el que voy a hacer teatro y responder a sus circunstanciales exigencias de crecimiento y desarrollo.


El teatro es una experiencia estética y satisface las necesidades artísticas de los seres humanos en el área de la poetización de las relaciones humanas. Como actividad artística, ofrece renovadas percepciones de la vida en sociedad y nos vincula con experiencias en las que posiblemente no podríamos reparar de otra manera. Estas experiencias vitales las brinda en presencia y en presente, en un acto de convivencia durante el cual confrontamos colectivamente nuestro destino como especie. Como arte que es, el teatro que se proyecta por encima de un mero divertimiento, históricamente ha brindado a los seres humanos un campo de reflexiones sobre su condición existencial y social, a partir de imágenes de la realidad en la que viven. Y es a esta manera de enfocar la expresión teatral, que ha marcado la ruta del mejor teatro universal de todos los tiempos, a la que debe prestársele especial atención.


Con esta alta misión, los creadores de la experiencia teatral, profundizan en el ser del hombre y plantean visiones críticas de su comportamiento colectivo, y sus historias esclarecen cuando no denuncian, algunas de sus relaciones turbias. Las inquietudes del ser en el acontecer son desmontadas con agudeza y producen una reacción loable de humanización. Pero, estas revelaciones se producen a partir de los hechos concretos de un grupo social. En todas las obras de teatro hay una carga de humanidad que las hace universales pero, a su vez, hay distinciones particulares que las ubica en un lugar y época definidos. En el teatro de comunidades ajenas hay una serie de ingredientes que no se comparten con otras, a la vez que constantes del ser humano que las emparentan con todas. Es la asunción del hombre histórico a partir del hombre local. Cada nación rescata su perfil histórico en sus expresiones teatrales.


Una sociedad multicultural como la nuestra, agobiada por problemas de identidad, sometida a presiones políticas que hipotecan el territorio sin considerar a la población, en la que campean por doquier la depredación de los espacios vitales y la corrupción, necesita perentoriamente espacios contestatarios de posición frontal, comprometidos con las fuerzas del cambio favorable a las mayorías, conscientes de la realidad e iluminadoras de sus mecanismos de alienación. Y el teatro ante esta realidad se erige como uno de los instrumentos más poderosos, .porque puede llegar a ser el espacio de las definiciones íntimas y públicas que necesitamos. Y el teatro puede acercarnos a este ideal porque es un aprendizaje del amor. Es verdad que, como todo arte, surge del amor construido a partir de las heridas. Pero no las cubre ni las exhibe, las somete a una terapia de análisis y desalienación. El teatro peruano debe surgir de lo que somos, mediante acciones y palabras que nos identifiquen y conmuevan, proponiendo imágenes que nos inquieten y orienten. Otra no ha sido la finalidad del teatro en toda su historia que sensibilizar a los problemas más apremiantes de los seres humanos. Y esto nos toca en la médula : ¿No somos acaso un país que cada día se va insensibilizando al compás de la ambición, que el gobernante anterior ha hipotecado al mejor postor, que necesita a gritos un teatro valiente que albergue a tanta alma deseosa de expresarse por este medio? Porque, otra de las misiones de un gobierno debe ser el cautelar que funcionen armónicamente todos los espacios de realización de los ciudadanos y hay mucha gente en el Perú que aspira profesionalizarse en arte teatral. Y por eso debe propiciarse que en todas las regiones funcionen la mayor cantidad de centros formativos de profesionales del ate escénico.


No es por cierto el teatro un artículo de primera necesidad ni provoca los cambios sobre los que genera conciencia. Se puede vivir sin apreciarlo como muchos ciudadanos en nuestro país viven sin leer los diarios, ni enterarse siquiera de las noticias de actualidad que les son desfavorables. Sí, se puede sobrevivir sin una educación bien orientada y, en cierto modo, muchos peruanos son cobayos de esta dolorosa realidad. Somos sobrevivientes de muchas carencias, miopes cuando no ciegos a nuestras culturas, apenas identificables por el DNI pero carentes de una conciencia de identidad nacional. No, no es tan fácil justificar el por qué debe invertir la nación en hacer teatro y para qué, en un país de mayorías pauperizadas, donde permanentemente se agrede su hábitat y hasta sus monumentos históricos. La gente de teatro sabe que son una facción muy pequeña en el cuadro de revoluciones necesarias. Y esto nos coloca ante un gran dilema: o apoyamos al teatro o lo ignoramos. Lo cultivamos esclarecedor y profundo o lo reducimos a un pasatiempo superficial. O, cual hierba mala, lo dejamos crecer a su suerte, como han hecho siempre los gobiernos en el Perú.


Pero, pensemos antes qué nos pasaría si no tuviéramos teatro. No se detendría la venta de las investiduras, que nadie hasta ahora ha podido detener. Triste rol el del teatro que si no está no se siente. Y es que los seres humanos no siempre saben donde está su dignidad. Al hombre hay que enseñarle a serlo. Y así como la educación tampoco se sentiría, en un lugar donde no la hubiera habría algo que faltaría y esta falta definiría la necesidad de su existencia. Puede faltar y su ausencia sólo se siente por las consecuencias que acarrea. Nos quejaremos luego de la deshumanización de las masas, pero nosotros habremos gestado al monstruo al negar al hombre ubicarse en su dimensión más elevada. Así como se sobrevive a la falta de alimentos a medio morir viviendo, algo en lo más hondo de cada cual habrá dejado de nacer, de fructificar de hacerse patente si no adviniese al teatro combatiente. Este teatro que en el Perú jamás han apoyado los gobiernos pero que ha sostenido tercamente la gente de teatro en todas sus regiones.

En los límites de esta exposición, podría hablar finalmente del derecho a la experiencia estética. Pero, esta experiencia solo puede ser vivida cuando se cumple la más alta finalidad del quehacer teatral. Porque la belleza en el arte como la bondad en la ética y la verdad en la ciencia, es consecuencia de su práctica altruista. La belleza es un nivel de significación resultante de la coherencia de fines y formas esclarecedores, que se dará a plenitud el día en que amanezcamos desayunados todos.

Por eso respondo finalmente. Teatro en el Perú, para qué? Para llenar un vacío humanístico y fortalecer una hominización precaria. Como una ventana por la cual mirar cómo nos deforman nuestras carencias y se refuerzan nuestras debilidades. Y también para reir y llorar, para reflexionar y polemizar, para repetir la inquietud infinita de ser hombre en el mundo de los hombres y no un robot. Para nutrir de orgullosa peruanidad consciente a nuestros jóvenes y para avizorar cuánto nos acercamos a nosotros mismos o no. Pero no olvidemos que también se trata de la elección de un tipo de teatro para todas las edades: niños, jóvenes y adultos. Porque la pregunta no es encontrar el para qué hacer un teatro en abstracto sino concretamente, qué línea de teatro asumir en el Perú que coadyuve a lograr los fines de nuestro crecimiento y desarrollo.


No es mucha la gente de teatro, pero en el campo de batalla por la dignidad basta el canto de un pequeño coro para que el himno se contagie a todas las gargantas y cual manantial de luz crezca y se haga torrente. Como el grupo YAWAR, a las puertas de medio siglo de fundado en la periferia, muchos grupos en el Perú se hacen oír, a pesar de las limitaciones de nuestra aún débil política cultural que les impide una mayor cobertura, con la fuerza de la voz humana que se hace estentórea cuando clama por la justicia. Una voz que se encadena en el tiempo y se hace eco en cada nueva generación como la que ha encendido Desde la otra orilla y ha resucitado “a toda viada” la presencia de Tomás, viajero de la eternidad.


Teatro en el Perú, ¿para qué?. Para que los peruanos nos aunemos a esta rebelde voz que nos hace menos vulnerables a la deshumanización de nuestras vidas.

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