viernes, 8 de agosto de 2008

Paloma

Paloma, de edad indefinida, aunque no joven, ingresa sigilosamente al desordenado desván. Sus ropas están por partes hechas jirones y bastante parchadas. Por el desaliño y la moda de sus vestidos da la impresión de haber salido de un viejo cuadro. Porta un candelabro que remarca su imagen antigua. Parece que ha bajado en busca de alguien que está por llegar o tal vez ya llegó.

Patricio... Patricio... Si ya saliste responde. No me obligues a gritar porque pueden oírme y vendrán a buscarme, como las otras veces. Patricio... ( Deja el candelabro sobre un destartalado pedestal antiguo) Así que no has salido todavía. O, de repente, ya saliste y quieres jugar como antes a las escondidas para aprovecharte de mí en esta oscuridad, pícaro. Pero, ya no soy tan ingenua y, por precaución, traje un candelabro y muchas velas y muchos fósforos. No hay forma de esconderse. Así que, si ya llegaste, déjate ver pronto. (Silencio en el que Paloma se abstrae y parece olvidarse de Patricio) Es hermoso escuchar el silencio. Sobre todo este silencio de paz y quietud. No como aquel otro que siguió a mis gritos aquella vez, ¿recuerdas?(Calla y se pone a escuchar. Se siente como si alguien estuviese arañando la pared muy débilmente) No trates de hacerte pasar por Patricio, Pepita. ¿Quieres engañarme? Bueno, después de todo eres lo que eres. Pero no te lo voy a sacar en cara. Eres una buena amiga y no tienes la culpa de haber nacido así. (Silencio) Ahora esta mejor, Shhh... Bienvenido, silencio. (Se acerca a un polvoriento espejo y se mira haciendo una venia) Bienvenida al silencio... (En ese momento se sienten pasos y que alguien trata de abrir una cerradura. Paloma apaga rápidamente el candelabro. Pausa en la oscuridad total) Ya se fueron. Hice bien en trancar la puerta por dentro. Ya no volverána buscarme. (Risita cómplice en la oscuridad) Bienvenida a la oscuridad. Oscuridad y silencio.... Recuerdo cuando le tenía miedo al silencio, cuando desesperadamente trataba de encontrar alguien que me acompañara para poder hablar y hablar y hablar. Cuando la oscuridad era un reino que amenazaba mi estúpida sensibilidad. "No me encierres en el sótano, mamá. Me dan mucho miedo las ratas... Oh, no debí decirlo. Ahora ya lo sabes. Sí, hubo un tiempo en que temía a tus congéneres, Pepita. Dios! Cuánto tiempo ha pasado desde aquello. (Volviendo a su ensimismamiento) ¿ Cuanto tiempo ha pasado desde que te conocí, Patricio? (Hurga) ¿ Dónde puse los fósforos? Ah. aquí están. (Enciende los fósforos y reaviva el candelabro. Mira fascinada las pequeñas llamas. Habla en tono sacerdotal, alargando las sílabas como en un ritual) Ffiiaatt Lluuxx! Y el primer día hizo la luz, separándola de las tinieblas... (Cambio brusco) No, no es cierto. Nunca se hizo la luz. Apenas si se abrió un resquicio de esperanza en la penumbra que pronto muy pronto se colmó de penas... Las penas ocuparon la oscuridad. Y a pesar de las estrellas, la noche se convirtió en el dominio del dolor. Llovieron lágrimas a raudales y la miseria se enseñoreó sobre el antiguo esplendor. Por eso ahora sólo vestimos harapos y jamás volveremos a lucir los ropajes de seda y pedrerías de aquellos tiempos de opulencia... (Deambula como sonámbula y encuentra un mueble desvencijado al que mece cual si fuese una cuna. Se toca el vientre) Niño Manuelito. Niño. Niño Manuelito. Por eso te quedaste en mi vientre y nunca te dejé salir. Pero, como no has comprendido mis intenciones, te has vuelto un perrito que me ladra, que me araña, que me muerde... No me importa. Porque cada vez que ladras, arañas o muerdes me avisas que sigues allí muy dentro de mí. Donde decidí dejarte para librarte de este mundo en el que nunca fue hecha la luz.(Tierna) Y como ves, no te he abandonado en todo este tiempo. Te he enseñado a leer en los cielos la lluvia por venir, a esculpir nubes que se las lleva el viento. ¿ Acaso no eres el único que sabe hacer música con las piedras y las hojas de cualquier jardín? (Transición) Está bien. Acepto tu reproche. Nunca has jugado con niños como tú. Pero, no es por culpa mía ni porque yo sea una tirana. No sabes lo que pasa. En el mundo ya no hay niños que jueguen inocentemente. Ahora, desde muy tiernos van a la guerra. Así, lo dispuso el Dictador. Dijo que para ahorrar en juguetes y satisfacer el deseo natural de pelear que tienen los niños. Hoy, dijo triunfal, con su voz meliflua e hipócrita, los infantes son verdadera y prácticamente infantes. Nadie se opone a que nazcan porque ellos mismos contribuyen al control de la población muriendo digna y heroicamente por su patria.. (Pausa en la que queda absorta sintiendo su vientre y acariciando la cuna imaginaria. Más sensual que maternal) Sí, sí, salta dentro de mí, perrito mío, ladra, araña, muerde, hazme la guerra a mí... (En brusco cambio de actitud) No, no es cierto. Tu padre no te abandonó. ¿ A qué hemos venido acá sino a encontrarnos con él como tantas otras veces?... Claro, como siempre también se demora en llegar porque sigue siendo un egoísta... En eso no se equivocan los de arriba. Pero no les hagas caso cuando dicen que soy una vieja loca que se la pasa bailando bajo las lluvias, persiguiendo a las nubes y haciendo música con las piedras y las hojas. ¿Qué van a saber que estamos jugando?... (Sonríe) Pero, me tienen que soportar porque soy la legítima dueña de esta casa y de este sótano con todos sus recuerdos donde no los dejo venir ni tocar uno solo de sus objetos... Ellos se desquitan de mis desaires intentando por todos los medios hacerme creer que Patricio, tu padre, huyó con otra mujer y que de la pena honda que sentí te perdiste en un coágulo de sangre que frustró tu vida en gestación... Qué risa, ¿verdad? Así que no naciste. ¿ Te das cuenta? No naciste. Y, sin embargo, estás aquí, quietecito a veces, y otras bullicioso, ladrando, arañando, mordiendo, pataleando tu recinto original... y final... Bueno. Yo también me he puesto a pensar qué sucederá el día que yo me muera. Estas bestias son capaces de enterrarte conmigo. Sí, es posible que eso suceda, porque estoy convencida que no escucharán tu voz. Si es tan pequeñita que sólo yo la oigo. Tan pequeñita que ni siquiera tu padre la ha podido escuchar aún... ¿ Qué? Que ¿qué pasaría si el que se muere primero eres tú? Eso es imposible, Manuelito. Los hijos casi nunca mueren antes que los padres. Claro, salvo los infantes del Dictador porque van a la guerra. Pero, no tú, a quien he dado mis ojos para que por ellos veas lo bueno de este mundo. Por eso me los tapo con una venda cuando ellos se cruzan con nosotros; porque son malos y no quiero que los veas. Y por hacer esto, que es un acto de amor, ellos me llaman loca. ¿ Acaso me han visto cómo me quito la venda cuando vamos juntos a mirar las hermosas puestas de sol que se repiten y se repiten?. Tantas veces las hemos mirado que nuestros ojos llevan en el fondo los colores del atardecer. No es que sean tristes. Cómo vamos a estar tristes si te he prestado mis pies para que puedas correr por la arena, y he llorado todas mis lágrimas para que no tengas ninguna y tus ojos limpios sólo sepan iluminarse de felicidad... No supongas que ha sido fácil. En lo más íntimo de mí no estoy contenta por no haberte dejado salir. Pregúntale a mis brazos que nunca han conocido tu pesa leve y tierno. Pregúntale a mis pechos besados por tu padre hasta mi total locura pero que nunca supieron de la dulce succión de tus pequeños labios. Soy una mamá que nunca dio de mamar. (Nuevamente se sienten pasos acercándose) Ehh! Ya vuelven.(Contrariada) Y vuelven con toda la intención de sacarme. Pero, no lo lograrán. Como tampoco puede tu padre dejar de venir, aunque se esté demorando más de lo debido esta vez. Pero, esto tampoco lo saben los de arriba. Porque no pueden imaginarse cuanta vida lleva dentro de sí esta vieja tía a la que ellos consideran una loca. Pero esta vez lo he decidido y no dejaré que me lleven como otras veces y que me den a beber esas infusiones que me dejan rendida y me entregan a sueños horribles que no quiero soñar. Aquí está mi realidad. Si es necesario quemarme con ella, con ella me incendiaré. (Tiernamente explicativa) No, no te asustes , Manuelito. Pero, compréndeme. Si solo este sótano se incendiara, qué sería de nosotros. ¿Dónde nos encontraríamos con tu padre?. Y, si sólo nosotros desaparecemos, ¿ qué sería de cada una de estas cosas que viven por nosotros, que son como nosotros un recuerdo en el desván de los recuerdos?.( Deambula mirando todo hasta que tropieza con una muñeca rota) Todo lo que es nuestro existe por nuestros ojos y nuestros recuerdos. Para los demás, a lo sumo son una rara mercancía que los anticuarios pagan bien. O, como dijo el otro día mi sobrina, vejeces guardadas por capricho y tonto afán de llenarse de chucherías y papeles sin importancia. Pero, tú comprendes que no es así ¿verdad, Manuelito? (Aumenta el ruido de pasos) En cada cosa que usamos nos quedamos de una vez y para siempre. Y en tí, muñequita, jamás dejarán de estar mis manos de niña. Ni las fuertes manos de Patricio en esa su espada que cuelga ahora inútil de lo alto, como dicen colgaba la espada de Damocles, como dicen que pende la muerte a cada instante sobre nuestras cabezas. También las toscas manos de los negros criados se quedaron en este pedestal y en estos candelabros que alumbraron las noches galantes de la vieja Lima. En aquellos tiempos nadie pensaba, como ahora tus primos, en irse de nuestra hermosa y querida Ciudad de los Reyes. Que, por ser reyes magos llenaron de magia la ciudad, como contaba la tía abuela Espíritu.. ¿Por que en nuestra familia a las mujeres nos habrán puesto nombres etéreos y tan poco reales? Caridad, Esperanza. También es cierto que a ninguna la nombraron Fe. De tal manera que bien supimos amar y esperar, pero no pusimos nunca convicción en nuestras pasiones. Así, aunque lo dimos todo, todo lo perdimos. Sensuales e intensas por naturaleza, nos educaron para ocultar nuestros verdaderos sentimientos y entregar nuestro ser como si fuera un pecado, en citas furtivas con el amante deseado... Luego, claro, apagado el fuego del deseo, huían de nosotras ( Pausa en la que esboza una sonrisa y dice muy bajito) O intentaban hacerlo.(Evocativa) Recuerdo que me contaron muy secretamente que la bisabuela Pasión se enamoró perdidamente de un oficial chileno, al punto que la tuvieron que encerrar en un convento. A él no sé bien si lo fusilaron o lo enviaron de vuelta a su patria. Cuando la bisabuela salió de su reclusión, ya que nunca aceptó vestir los hábitos, se casó con un inglés, funcionario en la Aduana del Callao. No tuvieron hijos, pero siempre quiso entrañablmente a la hija de una hermana que murió. La tía Encarnación, prima hermana de la tía Espíritu y de la abuela Consolación. Todos alababan su hermoso tipo tan parecido al de las chilenas... ¿ Misterios? No. La clave está aquí, en estas cartas cuidadosamente atadas con cintas de seda, que nunca he leído ni leeré porque sería como abrir un alma ajena. Cartas que he cuidado fervorosamente y que no he permitido a nadie el leerlas, jamás... (Se escucha el forcejeo de la cerradura) Prohibido invadir los recuerdos... Escúchame, Patricio, escúchame por última vez... Todo esto se calcinará porque así lo he decidido. (Se tapa los oídos en histérica reacción) No, no te rías. No vuelvas a reírte como aquella noche. (Pausa. Serena) Así es mejor. Ruégame como me rogaste entonces, cuando embriagado y dispuesto a hacerme tuya una vez más llegaste hasta acá y te quedaste detrás de esa pared, para nunca más salir. Desde entonces, te he venido a buscar tantas veces, pero no has querido verme porque eres rencoroso. Ni siquiera te animaste cuando te ofrecí que permitiría a nuestro Manuelito que saliera de dentro de mí para irnos los tres a pasear por el amplio mar, o a las altas montañas nevadas de Huaraz, o a las cálidas tierras del norte, o tal vez, si era tu deseo, a la húmeda selva . Pero siempre fuiste egoísta, al punto de que nunca quisiste salir para enrostrarles a todos que no te fuiste con ninguna otra mujer, sino que te quedaste... (Habla como en delirio) El silencio y la oscuridad sólo acabarán cuando el fuego y su danza de chisporroteos ilumine esta creación de penumbras. Entonces ya no reinarán las penas y la verdadera y sana pasión calentará las noches del abandono y el verso se hará carne para vivir con nosotros. (Comienza a incendiar las cosas del cuarto) Patricio... Patricio. Esta es tu última oportunidad. Ven hacia mí y tu hijo. Tómanos de la mano y vayamos al mar, a las altas montañas cubiertas de nieve o a las cálidas tierras de árboles inmensos por los que se puede trepar al cielo. No busques la felicidad en otras tierras, ni el amor en otros brazos. Todavía es posible ser feliz aquí, donde los recuerdos son también raíces que pueden alimentar nuestra fe en la vida (Tose muy congestionada por el humo que todo lo nubla) Aire, agua para hacer fecunda esta tierra calcinada por el fuego... Amor, esperanza y sobre todo Fe para que la paz vuelva a reinar en los corazones de este atribulado pueblo. (Inicia una danza mientras se incendia como un objeto más. Arriba, gritos desesperados)

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