jueves, 28 de agosto de 2008

Los Sprunkos en pos de Ipakankure

Convocado por Casandra, vengo a rendir homenaje a la obra de César Vega Herrera, (Arequipa, 1936), obrero, vendedor, dibujante, periodista de vida intensa que finalmente lo definió sobre todo como escritor. Es extraño que una promotora cultural asuma como nombre el de una loca visionaria, virgen consagrada a Apolo que Agamenón en el mayor rapto de orgullo y abuso de poder llevó a Micenas, para terminar asesinado ignominiosamente por su esposa Clitemnestra, y su amante Egisto, primo de él, con fundamentadas razones entre las que no fue la menor el haber traido a Casandra consigo como trofeo de su triunfo en Troya. Acostumbrados a ver rendir homenajes redundantes, con breves ceremonias muchas veces mal organizadas, me he sentido identificado con la preocupación y el esmero puesto en cada uno de los detalles de lo que resultará en este mes una suerte de antología de la obra de CVH, que hace tiempo merecía este reconocimiento por la coherencia de su obra en la que se refleja con tanta claridad aspectos indiscutibles de nuestra idiosincracia.

La producción literaria de César Vega Herrera transita por dos vías complementarias: el teatro y el cuento, para adultos y para niños. En ambas ha sido galardonado con sendos premios nacionales e internacionales. El Teatro Universitario de San Marcos le otorgó la primera distinción por La Reina de la Primavera, retitulada luego como El Padrino y en 1978 por su obra histórica Por la Patria. Es Premio Nacional de Literatura Infantil por La Noche de los Sprunkos. Obtiene en España el Tirso de Molina 1976 por ¿Qué sucedió en Pazos?. Casa de las Américas distinguió a Ipakankure. Centromín Perú, en 1988 premia su cuento Crónica para un rey y la Dirección Nacional de Teatro en 1989 seleccionó y apoyó la creación de una de sus obras más singulares: Ari, ari, guaguamundo, sobre la visión de la conquista de Huamán Poma de Ayala.

Los mundos que frecuenta CVH son la fantasía dentro del realismo mágico latinoamericano, la leyenda, la historia, la crónica social. Siendo ejemplo de estas líneas creativas: La Noche de los Sprunkos, delicada narración poblada de seres creados por la imaginación de los niños pero que se imponen como una realidad tangible más sólida que la realidad misma en la que viven. En este mismo cauce transcurre Pasakón, otro cuento de Sprunkos con una visión singular de la miseria. Obras como Un muchacho llamado Tim, que fuera uno de los cuentos de su primer libro Muerte del Ángel, estrenada por el elenco de alumnos de la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático presenta el mundo sórdido y criminal del hijo del capitalismo. Cuando veo en la perspectiva del tiempo esta obra siento que toda la crueldad despiadada que en ella se proponía se ha quedado corta ante las demostraciones de cinismo y vesanía de que han hecho exhibición por estos años los gobernantes de Estados Unidos. Estado febril y tanático que llevó al autor a plantear que Tim era sólo un loco escapado del manicomio, aunque ahora él debe estar de acuerdo con que los excesos de Bush no son precisamente los de un loco escapado del manicomio sino de un criminal en abuso total e impune de su poder devastador y genocida.

¿Qué sucedió en Pazos? Estrenada en el Teatro La Cabaña planteaba la responsabilidad de los artistas frente a la realidad y los límites del arte parea responder a este reto. Criticada en su momento, la historia se ha encargado de darle la razón una vez más al autor cuando hoy vemos convertidos en creadores áulicos a quienes fungieron de adalides del teatro de izquierda, cortesanos ilustradores de las reuniones de aquellos a quienes satanizaron otrora.

Pero, no nos imaginemos por esto que CVH es un crítico agudo y mordaz, no. Antes bien, su producción trasunta la dolorosa ternura de quien ama una tierra donde no logra aun sembrarse ni fructificar la libertad con pan para todos. Tal es el caso de El Padrino, donde una niña, elegida reina de la Primavera, es violada la noche de su coronación por su padrino, hundiéndose a partir de esta frustración en un pesimismo que la lleva a la decisión final del suicidio.

¿Podríamos decir por esto que la producción de CVH es tanática y desesperanzada? Creo que una de las claves para aproximarse a una respuesta correcta es sumergirse en una de sus primeras creaciones emblemáticas. Ipakankure. Ipakankure, como los Sprunkos es un sonoro vocablo creado por el autor. Pero, en el caso de estos dos amigos marginales que viven en una pensión compartiendo miserias hay asomos de esperanza, es verdad que una esperanza un tanto abstracta, difusa e indefinida, pero esperanza al fin que resume acaso una actitud que los peruanos hemos tenido siempre y nos ha permitido sobrevivir a tanta desdicha. No es casualidad que uno de ellos sea vendedor ambulante, ya que sabemos CVH vivió esta experiencia laboral. Es una ironía de la historia que en los años siguientes a Ipakankure la informalidad haya salvado la economía de las mayorías. Ipakankure evoca también ese apego a un golpe de suerte que yo siempre comparo y no gratuitamente con La de cuatro mil, de Leonidas Yerovi, que no por casualidad transcurre también en una pensión de mala muerte. Las peripecias en torno al billete premiado hoy multiplicadas en la realidad en tanto casino lleno de tragamonedas que juegan con la ansiedad de los ludópatas, jóvenes, adultos y ancianos peruanos que jugamos a la Tinka con la expectativa de ver lograda en un golpe de suerte lo que la vida nos ha quedado debiendo y que apenas cubre nuestro magro sueldo de jubilados. ¿Han reparado que el aumento de sueldo es un movimiento archipiélago donde cada gremio lucha independientemente por lograr mejorar sus haberes sin importarle cómo le irá al otro después que a ellos les otorguen el paliativo que mal traduce sus aspiraciones económicas?

Nos han vuelto un país de egoístas donde cada cual para su santo trata de salvarse a como dé lugar sin importarle los demás. Sumergidos y contaminados en mayor o menor grado de la corrupción que se critica a voz en cuello. ¿Acaso Vladimiro Montesinos no demostró que todos tenían su precio y que era cuestión de tener el dinero contante y sonante en el bolsillo para ablandar las más duras honorabilidades?

CVH es un escritor espontáneo, sus textos son claros y directos, no hay en él forzamiento alguno. Recuerdo que cuando se estrenó Ipakankure, que tiene evidentes asociaciones con Esperando a Godot de Samuel Beckett, muchos lo identificábamos con el absurdo metafísico de este autor. El tiempo nos ha permitido darnos cuenta que en todo caso, o somos los peruanos un tanto beckettianos en nuestros omportamientos, o simplemente es el tono del autor que por reproducir de manera directa nuestra forma de ser trasunta finalmente el absurdo existencial en el que sobrevivimos todos los peruanos. Pero, a diferencia de Beckett no hay en esta obra nihilismo alguno sino que dentro de la relación de los amigos se filtra una armonía a levantarse juntos que puede ser nuestra salvación como pueblo.

Desde esta perspectiva y vista en su conjunto la creación de CVH trasunta honradez, integridad y, en su sinceridad, y en la presencia sencilla y honorable del autor está el ejemplo más palpable de que aun es posible construir un país lleno de esperanzas, que aun es posible clamar por Ipakankure y brindar a nuestros niños muchas noches mágicas pobladas de los Sprunkos de la felicidad, de la saciedad, de la plenitud.

Felicitaciones a Casandra por la plausible iniciativa de rendir homenaje a CVH, homenajes que esperamos continúen con otros de nuestros autores olvidados.

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