Estimados amigos:
Estamos esta noche reunidos para rendir homenaje de amoroso recuerdo a nuestro común amigo, Estenio Vargas (Leoncio Estenio Vargas Trelles) que este último domingo 14 de Noviembre decidiera dejarnos cargados de nostalgia en un pozo sin fondo de melancolía sabiendo que ya no volverá. Pero, como somos tan tercos como él, henos aquí dándole la contra y asumiéndolo más que nunca, totalmente presente para siempre.
Es claro para todos nosotros que todo sería mejor si estuviese aquí cantando con su potente voz de tenorino, invasora de silencios y destructora de penas, ahogadas por su sonora vitalidad. Porque Estenio Vargas fue un destructor de sombras, de asombrosa capacidad de amar y ser amado, al que un día las sombras quisieron envolver y esta noche debemos demostrar que no lo han conseguido, convocándolo con la mayor ternura a este banquete de exquisitos recuerdos de su siempre luminosa, varonil y amable persona.
Hace 49 años, conocí a Estenio Vargas, en las aulas de la Escuela Nacional de Arte Escénico, nuestra ENAE, donde hollamos nuestros primeros pasos escénicos y alentamos sueños de grandeza para el teatro peruano. La promoción de Estenio, anterior a la nuestra, estaba conformada por notables alumnos. Estenio no era un actor con el duende de un Alfredo Bouroncle, no podía competir con la fuerza escénica de Pericles Cáceres o la estilizada presencia de Juan Romero, la serena suficiencia de Percy Mejía o la especial disposición de Rubén Martorell. Alternaban con ellos dos actrices de registros inolvidables: Ina Barúa, que por entonces actuaba con el nombre artístico de Ina Duval y Helena Huambos, cuya calidad escénica en ciernes permitía presagiar la trayectoria de innegable fuerza histriónica que la ha ungido como primerísima dama del teatro peruano. Pero, Estenio poseía un porte de indiscutible fascinación que le permitía distinguirse entre sus compañeros de estudio, y ser admirado por nuestras adolescentes compañeras de estudio y toda dama que llegara a verlo actuar. Hacía excelente pareja escénica con Ina Duval y juntos actuaron en Nuestra Natacha, de Alejandro Casona, y en más alto nivel en Nuestro Pueblo, de Thorton Wilder. Era un actor especialmente tenso, tensión que le sirvió para hacer una recordable caracterización de Shipuchin, el nervioso gerente de banco en El Aniversario, de Anton Chejov, que antenoche con Pericles Cáceres, recordamos complacientes.
Juntos formaron al egresar con El Pescador de Sombras, de Jean Serment, el grupo Harpejio, nombre formado con la primera letra de los nombres de Helena, Alfredo, Ruben, Pericles, Estenio, Juan, Ina y la O de organización. Grupo que presentó en el local del Club de Teatro de Lima la obra Carrera.
Así pasó y se nos quedó en el alma Estenio Vargas, señor vital, aventurero y galante. Esta noche lo hemos traído aquí a acompañarnos porque le debíamos este homenaje. En el plano infinito de las evidencias hoy sabe sin duda alguna que tiene amistades tan nobles y esforzadas como las de Max y Celia Gutiérrez, que tanto hicieron porque cumpliese su último tramo existencial sabiéndose querido por sus amigos. Porque este cariño no es algo postizo ni circunstancial volveremos las veces que sea necesario a cantar para luego su generosa manera de ofrecer su amistad sin condiciones y esa su inmarcesible ansia de amar al amor.
Estamos esta noche reunidos para rendir homenaje de amoroso recuerdo a nuestro común amigo, Estenio Vargas (Leoncio Estenio Vargas Trelles) que este último domingo 14 de Noviembre decidiera dejarnos cargados de nostalgia en un pozo sin fondo de melancolía sabiendo que ya no volverá. Pero, como somos tan tercos como él, henos aquí dándole la contra y asumiéndolo más que nunca, totalmente presente para siempre.
Es claro para todos nosotros que todo sería mejor si estuviese aquí cantando con su potente voz de tenorino, invasora de silencios y destructora de penas, ahogadas por su sonora vitalidad. Porque Estenio Vargas fue un destructor de sombras, de asombrosa capacidad de amar y ser amado, al que un día las sombras quisieron envolver y esta noche debemos demostrar que no lo han conseguido, convocándolo con la mayor ternura a este banquete de exquisitos recuerdos de su siempre luminosa, varonil y amable persona.
Hace 49 años, conocí a Estenio Vargas, en las aulas de la Escuela Nacional de Arte Escénico, nuestra ENAE, donde hollamos nuestros primeros pasos escénicos y alentamos sueños de grandeza para el teatro peruano. La promoción de Estenio, anterior a la nuestra, estaba conformada por notables alumnos. Estenio no era un actor con el duende de un Alfredo Bouroncle, no podía competir con la fuerza escénica de Pericles Cáceres o la estilizada presencia de Juan Romero, la serena suficiencia de Percy Mejía o la especial disposición de Rubén Martorell. Alternaban con ellos dos actrices de registros inolvidables: Ina Barúa, que por entonces actuaba con el nombre artístico de Ina Duval y Helena Huambos, cuya calidad escénica en ciernes permitía presagiar la trayectoria de innegable fuerza histriónica que la ha ungido como primerísima dama del teatro peruano. Pero, Estenio poseía un porte de indiscutible fascinación que le permitía distinguirse entre sus compañeros de estudio, y ser admirado por nuestras adolescentes compañeras de estudio y toda dama que llegara a verlo actuar. Hacía excelente pareja escénica con Ina Duval y juntos actuaron en Nuestra Natacha, de Alejandro Casona, y en más alto nivel en Nuestro Pueblo, de Thorton Wilder. Era un actor especialmente tenso, tensión que le sirvió para hacer una recordable caracterización de Shipuchin, el nervioso gerente de banco en El Aniversario, de Anton Chejov, que antenoche con Pericles Cáceres, recordamos complacientes.
Juntos formaron al egresar con El Pescador de Sombras, de Jean Serment, el grupo Harpejio, nombre formado con la primera letra de los nombres de Helena, Alfredo, Ruben, Pericles, Estenio, Juan, Ina y la O de organización. Grupo que presentó en el local del Club de Teatro de Lima la obra Carrera.
Así pasó y se nos quedó en el alma Estenio Vargas, señor vital, aventurero y galante. Esta noche lo hemos traído aquí a acompañarnos porque le debíamos este homenaje. En el plano infinito de las evidencias hoy sabe sin duda alguna que tiene amistades tan nobles y esforzadas como las de Max y Celia Gutiérrez, que tanto hicieron porque cumpliese su último tramo existencial sabiéndose querido por sus amigos. Porque este cariño no es algo postizo ni circunstancial volveremos las veces que sea necesario a cantar para luego su generosa manera de ofrecer su amistad sin condiciones y esa su inmarcesible ansia de amar al amor.
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