viernes, 1 de agosto de 2008

LA CITA

Cuarto de pensión en una vieja casona de muebles antiguos. Estante de libros hace mucho tiempo no leídos. Mesa y algunas sillas. Viejo camastro sobre el que sentada teje muy lentamente Genoveva, alumbrada por la tenue luz de una lámpara. Sus rasgos revelan la gran belleza de los veinte hace medio siglo lejanos. Parece que lloviera dentro de la habitación tanto como afuerta. Y bajo esta lluvia el canturreo de una canción de antaño crea la atmósfera de antigüedad viviente.

Cuando sale la luna
y en el mar se refleja
las flores que semeja
las hiciera un collar.(BIS)
Y cuando al fin se oculta
y sólo al mar se escucha
a tu alcoba de novia
mis pasos llegarán. (BIS)
Y a la mañana siguiente
cuando el sol vuelva a brillar
con tu collar floreciente
he de llevarte al altar. (BIS)
Y si tu padre se opone
porque me ve pescador
por el libre mar de todos
nos fugaremos, mi amor. (BIS)
De pronto, sorpresivamente en el umbral en penumbra, una sombra indefinida.

Genoveva.- ( Interrumpiendo su canto) ¿Sí? ¿ Quién es?

Voz de él.- Perdón. Creí que era mi habitación.

Genoveva.- ¿Vive usted aquí?

Voz de él.- (Titubea) ...sí...

Genoveva.- (Naturalmente desconfiada) No lo he visto antes.

Voz de él.- Bueno, salgo muy temprano a la universidad y...

Genoveva.- ... y vuelve muy tarde, eh?. ¿ Sabe qué hora es?

Voz de él.- Las once y media de la noche, creo.

Genoveva.- ¿ No le parece tarde para volver?

Voz de él.- (Explicación amable) No siempre vuelvo a estas horas. Mi salud no me lo permite. Pero, esta noche me sentía solo, sabe?. Y salí a dar una vuelta. Pues bien, el remedio ha sido peor que la enfermedad. Las calles bullen de gente animada por el año que comenzará dentro de unos instantes. Todos parecen saber adonde van. Todos parece que son esperados. Y eso me ha hecho sentirme más solo.

Genoveva.- Ajá, conque el señor se ha puesto melancólico, no?... Vamos, deje de estar parado allí entre sombras. Pase usted y anímese. Si algo de animado tiene el compartir la espera del nuevo año con una vieja sola.

El .- (Ingresa. Es de tipo frágil. De vestido algo hippie o a usanza del siglo XIX, lo que acentúa su tipo romántico) Qué amable es usted! Después de todo no fue para mal que saliera, ni ha sido un desatino entrar a su habitación confundiéndola con la mía. Pero si usted supiera cuán parecidas son.

Genoveva.- (Con humor) No, jovencito, no le ha ido tan mal. Va usted a recibir el año nuevo conversando con el año viejo... Ah, ah, ah! La verdad es que la solución es apenas aceptable por lo extremo de su caso de soledad. ¿ No tiene amigos?

El.- No.

Genoveva.- ¿ No tiene novia?

El.- No.

Genoveva.- ¿ Y ningún familiar cercano adonde ir?

El.- No, señora, no. Solitario de toda soledad. Ahora, que si la estoy incomodando puedo irme.

Genoveva.- (Entusiasmada sin afectación) No le negaré que estoy encantada con su compañía. A nadie le gusta la soledad, hijo mío.

El.- No siempre...

Genoveva.- Es cierto, no siempre. Porque, a veces me satisface estar sola. La verdad es que ni había reparado que era la última noche del año. A los míos poco significa uno nuevo. No era así cuando tenía quince años.

El.- Los quince años no son más que un símbolo. Lo significativo es la totalidad de la vida vivida, a cualquier edad.

Genoveva.- Es tan sencillo decirlo a la suya. Ah! (Rememora) Con qué ansiedad esperé el año de mis quince primaveras... En cambio, ahora... un año... qué digo un año... unos meses, unos cuantos días, unas horas (Pausa) O tal vez algunos minutos... (Sonríe y se anima) Pero, bonita manera de romper soledades hablando de la edad, la vida que se va o " la tarda" que llega.
El.- ¿ La tarda? Suena a Eguren. ¿ Lee usted poesía?

Genoveva.- Leía. No sé por qué lo he mencionado. Será que su tipo de escritor me hizo pensar en ello
.
El.- (Naturalmente orgulloso) Soy escritor. Mi nombre es Aloysius Acker. Mi familia vive en el campo. Yo he venido a estudiar a la ciudad, pero el clima no me cae muy bien.

Genoveva.- ¿ Y qué escribe usted?

Aloysius.- (Animado) Poesía. ¿ Quiere que le lea algunos poemas? Estoy seguro de que no la aburrirán.

Genoveva.- Encantada. Mientras tanto iré haciendo café para combatir la humedad de la noche. ( Se arropaen su chal y se dirige a una cocinita donde hay una olla. Saca una vieja cafetera)

Aloysius.- (Saca de su chaqueta unos papeles) Comenzaré por éste:
Amable, hoy me encontré con la muerte,
Vieja dama que me invitó café... (Apagón)

Genoveva.- (En la oscuridad) ¿ Eh? (Vuelve la luz) ¿ Qué dice usted, Aloysius? (Ya no está) Aloysius (Sale al pasillo y llama) ¡Aloysius!?

Patrona.- (Que se acerca al llamado) ¿ Me llamaba usted, señora Genoveva?

Genoveva.- No. Al joven Aloysius que está pensionado aquí.

Patrona.- (Sorprendida) Aquí, se lo puedo asegurar, no hay pensionado ningún joven, niño o viejo que responda a ese extraño nombre.

Genoveva.- No hace mucho que estuvo aquí un joven que dijo llamarse así. Entró a mi habitación por confusión con la suya que me dijo era muy parecida a la mía.

Patrona.- Algún palomilla de año nuevo. O un ladrón que se sorprendió de encontrarla. Tendré que asegurar mejor la puerta de entrada. ¿ No le robó nada?

Genoveva.- (Desconcertada) No, nada, gracias. (Vuelve a la habitación. Se sirve café. Quiere retomar el tejido, pero no puede. Un extraño impulso la lleva a sacar un libro del viejo estante. Se sienta y lo hojea) Eternidad, Aloysius Acker... ¿ Aloysius Acker?... ¿ No era así como me dijo llamarse? (Lee) Este es el único libro de un joven escritor de apenas veinte años, fallecido la noche de año nuevo de 1925. (Susurra) El año en que nací. (Continúa leyendo) Entre sus papeles se encontró un extraño testimonio que transcribimos: "Este libro mío, si alguien lo encontrase y publicara, quisiese que lo titulase Eternidad. Otra no es la sensación que he tenido esta noche de año nuevo. Salí a pasear porque me sentía solo, y al volver encontré en mi habitación a una vieja dama que tejía y que me acogió amable y me invitó café. Le leí los dos primeros versos de mi poema a la muerte que describen lo mismo. Entonces desapareció, sin poderle decir que yo también me sentía, en mi poema, heraldo de la muerte de la muerte.

Amable, hoy me encontré con la muerte,
Vieja dama que me invitó café.
Y mientras lo tomaba solitaria
Fui yo el heraldo de su propia muerte...

Inclina la cabeza y muere

TELON

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