Meditaciones en torno a la Poesía
Para que escuches con los ojos los ecos del alma y las cosas del mundo
Ernesto Ráez Mendiola
Poéticas
I
Despierto a las palabras que duermen alineadas en los gruesos diccionarios. Soy el antiguo conjuro que convocó a la piedra filosofal y elaboró el elixir de la eterna juventud. Estoy aquí por siempre aprisionada para liberarte. Estoy aquí cordialmente estructurado para ser ánima del libro que me lleva hasta ti. Falso sería decir que no te conozco. Eres un ser humano como yo, más o menos mis propias dudas y mis convicciones. Pero, no soy igual a ti, también lo sé. Tal vez, algunos puntos de contacto existan entre tu esfera y la mía. Pero, definitivamente no somos iguales, ni habrá en siglos, posiblemente, nadie igual a nosotros. Esta es mi forma particular de combinar las palabras en castellano. Ésta es mi diferencia. En ningún otro idioma sonaré sincero. Para tí las he escrito, pensando en el momento de la confluencia de nuestras almas. No sé qué resultará de nuestro diálogo a una voz. Soy una confesión. Las confesiones no se manifiestan para polemizar. Podrás con ella comportarte como lo desees; contigo quiero estar, no refutarte.
Son estas todas mis palabras, por el momento. A mis setenta y dos años, el cinco de febrero de dos mil nueve, tiempo después de una lluvia de estrellas fugaces que no vi.
II
A los hombres que no miran más allá de sus escritorios llenos de planes y de informes sobre el funcionamiento del mercado, les he inoculado sutilmente el secreto de la felicidad y del verdadero amor. Pero, reclaman que les extirpe la duda también.
¿ Por qué es necesaria la certeza? ¿ No basta acaso con mirar que en la taza de té refulge el atardecer y poder con fantasía beber la magia y la verdad enteras de la tarde?
Un mundo de certezas sería un mundo absurdo en el que no quisiera jamás habitar.
III
Canto a las mujeres que aún no han nacido y de las cuales mi autor no será amante pero que igual las ama como ellas se merecen. Sobre todo aquella que ha de nacer en el justo momento de su muerte.
IV
Soy el puente sutil que une las almas. No tengo más extensión que la de mi brazo alargado para estrechar tu mano, camarada, compañero, colega, amigo, hermano, prójimo.
V
Soy la verde melodía que las nubes danzan. La canción multicolor que cantan las hojas de voz amarilla en el otoño. Soy el ritmo de la garúa, de la llovizna, de la lluvia, del torrencial desborde de los cielos durante la tormenta. Finalmente no soy para volver a ser la melodía verde de los campos.
Para que escuches con los ojos los ecos del alma y las cosas del mundo
Ernesto Ráez Mendiola
Poéticas
I
Despierto a las palabras que duermen alineadas en los gruesos diccionarios. Soy el antiguo conjuro que convocó a la piedra filosofal y elaboró el elixir de la eterna juventud. Estoy aquí por siempre aprisionada para liberarte. Estoy aquí cordialmente estructurado para ser ánima del libro que me lleva hasta ti. Falso sería decir que no te conozco. Eres un ser humano como yo, más o menos mis propias dudas y mis convicciones. Pero, no soy igual a ti, también lo sé. Tal vez, algunos puntos de contacto existan entre tu esfera y la mía. Pero, definitivamente no somos iguales, ni habrá en siglos, posiblemente, nadie igual a nosotros. Esta es mi forma particular de combinar las palabras en castellano. Ésta es mi diferencia. En ningún otro idioma sonaré sincero. Para tí las he escrito, pensando en el momento de la confluencia de nuestras almas. No sé qué resultará de nuestro diálogo a una voz. Soy una confesión. Las confesiones no se manifiestan para polemizar. Podrás con ella comportarte como lo desees; contigo quiero estar, no refutarte.
Son estas todas mis palabras, por el momento. A mis setenta y dos años, el cinco de febrero de dos mil nueve, tiempo después de una lluvia de estrellas fugaces que no vi.
II
A los hombres que no miran más allá de sus escritorios llenos de planes y de informes sobre el funcionamiento del mercado, les he inoculado sutilmente el secreto de la felicidad y del verdadero amor. Pero, reclaman que les extirpe la duda también.
¿ Por qué es necesaria la certeza? ¿ No basta acaso con mirar que en la taza de té refulge el atardecer y poder con fantasía beber la magia y la verdad enteras de la tarde?
Un mundo de certezas sería un mundo absurdo en el que no quisiera jamás habitar.
III
Canto a las mujeres que aún no han nacido y de las cuales mi autor no será amante pero que igual las ama como ellas se merecen. Sobre todo aquella que ha de nacer en el justo momento de su muerte.
IV
Soy el puente sutil que une las almas. No tengo más extensión que la de mi brazo alargado para estrechar tu mano, camarada, compañero, colega, amigo, hermano, prójimo.
V
Soy la verde melodía que las nubes danzan. La canción multicolor que cantan las hojas de voz amarilla en el otoño. Soy el ritmo de la garúa, de la llovizna, de la lluvia, del torrencial desborde de los cielos durante la tormenta. Finalmente no soy para volver a ser la melodía verde de los campos.
VI
No le pedí al poeta nacer. Tampoco te exijo leerme. Simplemente estoy escrita. Puede que algún día nos encontremos.
No pedí nacer, pero ya estoy aquí fatalmente dispuesta a la violación de la íntima pena que proclamo. Es difícil mi situación. Sé que será más fácil el día que llegues a mí porque habrás dado razón de ser a mi presencia en el mundo.
Te espero serenamente, porque sé también que tú tampoco pediste nacer y estás por allí buscándome , ya que no aceptas morir, como yo.
VII
Canto a lo perecible y momentáneo. Escrita sobre el agua o sobre el polvo de los caminos soy un lampo que intenta no tener tiempo. Sin embargo, lo tengo en el exacto instante del contacto con tus ojos y en los breves segundos que transito hasta lo más recóndito de tu alma.
Imagino que sin tu presencia yo sería un mensaje encerrado en la botella que mi náufrago autor lanzó al mar desde su isla solitaria y que nunca ha arribado a playa alguna. Y aun si llegara ¿ sabrá leer quien la página que me transporta encuentre?
VIII
Naves de mi forma final por las que navego hacia tu playa. Alianza de palabras que no dicen verdades ni mentiras. Palabras que no diseñan mapas de territorio alguno. Palabras exhumadas del diccionario, devueltas a la vida. Cantantes y sonantes palabras reunidas en verbal conciliábulo para expresar lo inexpresable. Palabras en toda la extensión de las palabras. Palabras recogidas de todas las que tienen los hombres en la punta de la lengua. Palabras que exorcisan, encandilan, fascinan, subyugan y siempre comprometen. Palabras de una voz que habla por todos los hombres. Sonoras palabras que el viento llevará a todos los oídos. Sentidas palabras que el libro llevará a todas las miradas. Palabras musitadas en el lecho del amor que el alba borrará. Aladas palabras por las que vuelo para anidar en Tí.
IX
Invadirte como penetra enérgico y triunfal el bastón viril en la lúbrica caverna de la amada. Fecundarte y crecer multiplicado en ti. Recíbeme y llévame contigo; pues, acepté este ropaje de escritura porque te llevo en mí.
X
Para que me comprendas voy a iluminar mis sombras. No te enfades si te desilusiono. Tú has exigido anular la capa de misterio que me cubre y voy a complacerte: Nada es mi nada vital; sólo incertidumbre que teje y desteje la urdimbre del hombre.
No le pedí al poeta nacer. Tampoco te exijo leerme. Simplemente estoy escrita. Puede que algún día nos encontremos.
No pedí nacer, pero ya estoy aquí fatalmente dispuesta a la violación de la íntima pena que proclamo. Es difícil mi situación. Sé que será más fácil el día que llegues a mí porque habrás dado razón de ser a mi presencia en el mundo.
Te espero serenamente, porque sé también que tú tampoco pediste nacer y estás por allí buscándome , ya que no aceptas morir, como yo.
VII
Canto a lo perecible y momentáneo. Escrita sobre el agua o sobre el polvo de los caminos soy un lampo que intenta no tener tiempo. Sin embargo, lo tengo en el exacto instante del contacto con tus ojos y en los breves segundos que transito hasta lo más recóndito de tu alma.
Imagino que sin tu presencia yo sería un mensaje encerrado en la botella que mi náufrago autor lanzó al mar desde su isla solitaria y que nunca ha arribado a playa alguna. Y aun si llegara ¿ sabrá leer quien la página que me transporta encuentre?
VIII
Naves de mi forma final por las que navego hacia tu playa. Alianza de palabras que no dicen verdades ni mentiras. Palabras que no diseñan mapas de territorio alguno. Palabras exhumadas del diccionario, devueltas a la vida. Cantantes y sonantes palabras reunidas en verbal conciliábulo para expresar lo inexpresable. Palabras en toda la extensión de las palabras. Palabras recogidas de todas las que tienen los hombres en la punta de la lengua. Palabras que exorcisan, encandilan, fascinan, subyugan y siempre comprometen. Palabras de una voz que habla por todos los hombres. Sonoras palabras que el viento llevará a todos los oídos. Sentidas palabras que el libro llevará a todas las miradas. Palabras musitadas en el lecho del amor que el alba borrará. Aladas palabras por las que vuelo para anidar en Tí.
IX
Invadirte como penetra enérgico y triunfal el bastón viril en la lúbrica caverna de la amada. Fecundarte y crecer multiplicado en ti. Recíbeme y llévame contigo; pues, acepté este ropaje de escritura porque te llevo en mí.
X
Para que me comprendas voy a iluminar mis sombras. No te enfades si te desilusiono. Tú has exigido anular la capa de misterio que me cubre y voy a complacerte: Nada es mi nada vital; sólo incertidumbre que teje y desteje la urdimbre del hombre.
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