domingo, 8 de febrero de 2009

Palabras del viejo demiurgo V


Eróticas


XLVI


No sabes cuán tuyo soy cuando te escucho. Cuando me visto de silencio y dejo a tus palabras una a una penetrarme. Tú te inquietas porque me sabes hablador y te parece que ya no estoy cuando me callo. Se interrumpe entonces la sinfonía de tu decir como una invitación a mi elocuencia. Sin darte cuenta, entonces me pierdes. De ser completamente tuyo paso a ser nuevamente el artífice de mi propia canción y vuelvo a ser de mí, de lo que pienso y siento. Sé que esto a ti te place y me complace. Pues ignoras cuán mío soy cuando te hablo.


XLVII

Cual joven y vehemente profesora de filosofía, a veces me limito a gozar de la sólida construcción lógica de mis pensamientos. Es la racionalidad reemplazando mi sensualidad disimulada, tal vez ignorada, que se disfraza de categorías que hablan en general de las particularidades que me niego a vivir. Porque a mi edad no es el significado del amor lo que importa sino tus besos, tus caricias, mi cuerpo cabalgando sobre el tuyo. Así de simple y sin retóricas, denotativamente, en el plano primero de su significado, el mar se agita en olas y es salado. Pero es dulce tu cuerpo cuando lo beso al dejar sus aguas. Y yo en mi clase de filosofía pretendo demostrar que esta realidad es contradictoria sin darme cuenta que la contradicción está en mi misma, en los libros que leo y que no vivo. Aun sabiendo que Kant racionalmente postula que el amor incapaz de llegar a tener alas no es amor.


XLVIII

Fuiste la casa que habité/ gozoso, mater admirabilis./ Donde hice bailar los panecillos/ con los tenedores, antes que la ventisca/ se llevara al borde del abismo la cabaña...
Fuiste la lanza que me hirió/ en el costado, hembra Longinos/ De la herida brotó sólo una pena/ en plano de detalle. Mientras tu voz/ gritaba entre gemidos: "Milagro, veo, veo!.


XLIX

Esplendor en el tiempo, tu recuerdo. Pura y refulgente como tu nombre blanca. Sabía de memoria tu destino y no me he equivocado. Te amé entonces como ahora te amo y siempre te amaré. Paloma y mariposa, rosa y geranio, amante y amiga. Cuando en tu voz, cargada de ternura ya no se escuchan los ecos de mi voz. Sé que no soy más en ti, que ahora eres presente memorable de tí misma, y no me he equivocado.


L

No emerges de las espumas del mar sino apareces vibrante al extremo del hilo telefónico. Desnuda como entonces, en los tonos sensuales de tu voz palpita tu pubis melodioso, tus caderas de suave pendiente, el desafío de tus castillitos brunos erguidos sobre blancas colinas, la rítmica alternancia de tus labios, la sinuosa inquietud de tu lengua y el sangrante rubor que enciende la nívea superficie de tu piel, estremecida por el deseo que invita a venerar el templo. Y eres tú hontanar de poetas, pintores, músicos; la reedición del mito, alimento del arte.

Mujer inventada, recobrada, enardecida, antigua recien nacida que llega hasta mi mágicamente por el extremo del hilo telefónico.


LI

Palomas que tu respiración arrulla mientras duermen acunadas en tu pecho ebúrneo despertando el deseo.Están allí inocentes esperando mi boca para entreabrirte avasallante, penetrarte profundo y fructificar en el balbuceo presentido del niño que saciará su hambre donde hoy quisiera yo saciar mi sed de amor.Están allí turgentes, luminosas, puntiagudas, suaves lomas que tientan al descanso, donde mi pájaro quiere folgar.Mis palomas anidadas, aprisionadas sin alas a tu cuerpo, apenas asomadas, en casta presencia que oculta la arrogancia de su plena desnudez, por el púdico escote de tu blusa, lúbrico límite que veda el ansiado abordaje de tan blancas naves... Trémulas mis manos reprimen sus caricias sin atreverse siquiera a rozar la tersa superficie que mis ojos contemplan lascivos hasta la exaltación del erotismo.Están allí, torres del templo de la pasión, faro de mis libidinosos desvelos. Fuentes inagotables de juventud que este viejo macho cabrío ansía beber. Sólo mías en mi imaginación, las veo volando hacia mis manos a recoger el tributo de mi reprimida sensualidad, posándose en mi erguida virilidad a su contacto, bien dispuesto a los afanes procreadores.Están allí, fatalmente inaccesibles, poseídas por este pensamiento masturbador que no cesa de mirarlas, de palparlas, de morderlas, de sorberlas...de soñarlas.

LII

Esta mañana me encontré con tu nombre y tu voz. Dulzura añorada siempre presente en el recuerdo. Hoy diste vida a las estatuas y fue el milagro de Pigmalión el escuchar tu nombre dicho por tu propia voz. Cuando estas cosas suceden pienso que poesía es también el encuentro con la vida de lo que creíamos olvidado o muerto. Poesía es afirmación de la vitalidad del sentimiento que nunca deja de animar el alma. Esta mañana me encontré con tu cuerpo galopante sobre mi virilidad, con tu vehemencia juvenil pura sensación, con tu olor, tu cabellera agitándose loca mientras te invadía febril y llenaba mi boca con tus erectas pomas. Hoy fuiste tú la que me penetraste hondo hasta lo más oculto del recuerdo y estos mis pensamientos se agitaron hasta volver a sentirte caballera en mi falo erguido y desafiante. Esta mañana me encontré con tu nombre y tu voz y no pude evitar volver a amarte. LVI Cuando llegas a mí con tu avasallante juventud y tu cuerpo de ensueño imposible, la realidad supera al ideal. Estás así y no puedo soñarte porque tu desnudez a mis manos tangible me dice que eres tú el milagro mismo. Me estremezco al saberme depositario del misterio y reclamo a mi tiempo bríos de tiempos idos para rendir el homenaje que tu templo reclama. Beso lentamente tus piernas, tu sexo, tus nalgas, tu cintura, tu espalda, tus tetas y me baño en tu cabellera aceptando ser penetrado por tu lengua dura y erecta en el beso inolvidable que sólo tú sabes dar. Y hago el amor como quien reza el rosario, en suave y larga letanía que anhela prolongar el salaz encuentro y me instalo en tí dejándote hacer lo que ya ahora mi viejo y remendado corazón no me permite. Pero, estás ahí y yo estoy en tí. Y el amor existe a pesar del tiempo de mi edad y tu edad. Lo que yo te doy, lo que tú me das. Cuando llegas a mí desde mis sueños y te haces realidad sobre mi lecho.


LIII

Palpitante presencia acompasada con rítmicos silencios. Del verso al beso y al final sin aliento. Tú, yo y este celeste ensueño. De tu boca a la rosa y al final el encarnado verbo


LIV

Te he tomado por esposa exactamente la noche en que naciste mucho timpo ha. De blanco tú y yo hemos vuelto a jurarnos amor eterno. De blanco yo y tú, hemos unido en la noche nuestros labios húmedos de vino para decirnos tiernas caricias con elocuentes besos. No importa si los días propicios para que un nuevo niño conquistara su vida me impidieran brindarte el milagro enteramente... Ahora que el rito se ha cumplido y has sido iniciada en un plano mayor que el del antiguo enero como sacerdotisa de la magia blanca de la pureza, te he soñado asumiendo mil formas, corriendo enigmáticas aventuras que espero desees compartir.
Con mi traje de niño explorador he seguido tus huellas de fiera en el follaje y al darte alcance no te he matado, lúbrica pantera he exprimido en tu cabeza pámpanos de vid y nos hemos revolcado en la espesura convirtiéndote en quimera de doble cola. Y así unidos nos hemos hundido en el fondo del lago ante el asombro de los cocodrilos. En el fondo verdeoscuro sólo me ha guíado el fulgor de tus ojos felinos. Con tu cálida lengua me has lamido hasta quitarme el frío de las profundidades y hemos reiniciado la danza de la doble cola sin más término que el de mi conversión en un efebo arrojado a las playas por las olas del mar.
He visto cómo mi esbelta desnudez te ha estremecido al encontrarme desmayado. Sin embargo, no has llamado a tus compañeras. Sola te has arriesgado y acercándote a mí muy suavemente con hábiles manos me has ido palpando. Creyéndome muerto te has desesperado y has comenzado a frotarme fuertemente la piel que se ha ido recobrando poco a poco con la alianza de los crecientes fulgores del sol de mediodía. Cuando he abierto los ojos, sin saberme desnudo te he mirado y he creído soñar. He sentido vivamente entonces cómo me iba convirtiendo en un potro salvaje de largas crines y sé que es mi relincho el que te ha aterrado. Te has echado a correr desesperada, llamando a tus amigas, pero has tropezado y el temor se ha tornado sorpresa cuando has visto que al llegar junto a ti sólo te he cabeceado delicadamente. Tímida me has acariciado la brillante piel y te has desnudado para montar en mí. Entonces, te he recogido y he comenzado a correr muy suavemente, lo suficiente para que no te dañes pero pueda agitarse tu cabellera al viento. Mi grupa he sentido humedecerse con tu femenina savia y te has aferrado a mi potente cuello y me has besado los belfos con pasión. Muy suavemente te he lamido el cuerpo y has abierto las piernas para darme el dulce jugo de tu pubis. Luego sonriente has recogido tus vestidos y cariñosamente me has llevado al establo de tu padre el rey de aquella isla (lo supe después) Pero has prohibido que haya yegua alguna en mi corral. Antes de dejarme me has peinado y con suaves toques me has acariciado el falo y comprobando bien que nadie estaba te has arrodillado para besarlo hasta que mi vino te llenó la boca y te saciaste del liquido distribuyéndolo sensual por tus pequeños senos. Así he vivido en reino de tu padre sin más término que el día aquél en que nos descubrieron folgando en el follaje y quisieron matarme, lo recuerdo. Una sacerdotisa desnuda apenas si llevando un extraño collar ha levantado el inocente cuchillo del sacrificio que ha penetrado hondo en mi corazón abriendo paso aun río de sangre que ha comenzado a correr haciendo florecer las piedras a su paso. Hasta el río han venido a beber palomas blancas cuyos picos han enrojecido.
Un misterioso círculo rosa se ha formado en tu pecho y es cuando escuché por vez primera la mágica melodía de Albinoni, la que sonó en nuestras nupcias y fue fondo sonoro de tu unción como sacerdotisa. Momentos antes de despertarme estoy a punto de comprender al fin el Gran Misterio. Giro el rostro para mirarte y no estás...
No estás porque ahora lo sé bien eres esa anciana sentada en una banca del parque que mira al vacío con melancolía. Para entonce sé igualmente que ya no vivo. Sin embargo allí estoy hermoso y joven, siempre con un libro en la mano que leeré al sentarme. Me acerco ,te miro y te quiero. Te amo, te adoro, apasionadamente. Tú lo ves en mis ojos, lo sientes en mi cercanía electrizante. Intentas convencerme, a pesar de que me deseas, que mi edad y la tuya son incompatibles. Yo te recuerdo lo que yo te doy y reconozco lo que tú me das a pesar del tiempo de tu edad y mi edad. No pueden convencerme tus temores y acabas por aceptar mis besos, mis caricias que, milagrosamente van alisando y poniendo tersa tu arrugada piel y eres nuevamente joven y apasionada, de sexo amable y aterciopelado, húmedo de ansias y ternura... Y el Gran Misterio deja de serlo para mi. Y puedo reunirme al fín contigo, poesía, al fin mía, mía, mía. Por fin tuyo, tuyo, tuyo... Para Siempre.

LV

Hoy busqué en el almario/ el cuaderno olvidado de mi infancia/ y lo hallé muy ajado./ No lo pude leer. Y me dio pena.
Hurgué entonces por el de mi adolescencia/ y no lo pude hallar./ Hasta que recordé que lo dejé en tu casa/ aquella vez que juntos/ nos hicimos adultos/ soñando abrazaditos.

LVI

Dialoga con las aguas, con las piedras, con las plantas y con los animales. Su mirada, clarividente hasta en la oscuridad, puede fijarse al sol sin pestañear. Es panacea y remanso. Conoce las secretas claves de la armonía universal.
Hontanar de virtud. Casto se torna quien la penetra. Vive encinta del tiempo. Siembra al hombre y lo reintegra al Todo. Ella es por Ella. Pero él, sólo por Ella es Él.
Madre de los diez mil seres, es único el instante de su Entrega. En acto de Erotismo Supremo, su propio fuego la consume.
Madre de los Misterios. Con Ella se vive una sola vez, y después sólo queda soñarla.
Cuando se aleja no hay cómo nombrarla. Cuando nos deja se extiende el Eterno e Infinito Vacío del Silencio. Sin Ella se entiende al fin lo que es la Soledad. Sin Ella, la Hembra Misteriosa.
Condenados a buscarla y a no volverla a hallar, evocamos su cálida ternura. Y no hay loco amor que pueda devolvernos los ecos de su voz, la sombra de su mágica presencia.
Ella, la Verdadera y Única, la Imnombrable, la que se recibe en Silencio. Hecha de Tierra, Agua, Aire y Fuego. La Naturaleza, la Vida, la Madre, la Esposa, la Muerte, la Poesía. La Eterna Mujer Ideal.

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