sábado, 7 de febrero de 2009

Palabras del viejo demiurgo III


XXI

Camino por las calles sumergida en el gentío que va y viene sin saber adonde. Tampoco yo lo sé. Sin embargo, todo el que a mí se acerca entrevé en mis ropajes un destino, un sentido, un pensamiento rector. Podría estar en la basura como un desecho más. Pero voy por las calles cavilando y si tú me detienes o simplemente volteas la cabeza cuando me ves pasar sentirás que soy lo que buscabas, lo que querías... Pero, no vengas tras de mí, te lo aconsejo. Llévame en tu mirada, hazme si lo deseas tu recuerdo, obsesivo objeto de tu pensamiento. Fabúlame y transfórmame. Jamás me conocerás si me detienes para auscultarme, si me sigues al verme pasar. Yo huyo y fluyo. Soy del tiempo, de la vida, de los ríos y del viento.


XXII

Si hasta para decir que estoy callada mi voz quiebra el silencio, yo nunca seré yo.
Siempre el objeto de tu pensamiento.


XXIII

Porque sí o porque no, ato cabos de sueltas palabras cual eslabones de una cadena mágica que te pondré en prisiones de paredes plagadas de grafitis como moscas sobre enmelado pastel. Y no sabrás donde leer primero si en la cadena mágica y total o en las melifluas paredes agredidas.
Y no busques el extremo de la madeja, porque está en ti o no está en ninguna parte.


XXIV

Queman sin fuego las palabras de los viejos poetas. Virtuosos del término exacto, cantores de sueños concretos, constructores de mundos, con su antigua mirada ven el presente intenso que corre hacia la nada. Han comprendido al fin que no sólo se trata de los ríos que van a dar a la mar que es el morir, sino también de la fruta que de no ser comida terminará pudriéndose o secándose si antes alguien no salva de ella la semilla.
Futuros libros que en las bibliotecas crecerán elocuentes de los ojos al alma de quienes les conversen. Allí están con su tiempo inalienable y su conciencia plena que escribieron la mayor parte de todas sus palabras y que, sin embargo, casi no han dicho nada. Artífices supremos de repetir lo mismo disfrazado de tal manera que parezca nuevo. ¿Qué otra cosa no es un poema que una circunstancia contada en palabras exactas? Y es esta exactitud la que nos quema.

XXV

Una palabra sola, una palabra coleccionable como un sombrero o una estampilla, es repetir lo mismo en lo aparentemente diferente. Así, a través de los siglos del hombre, he coleccionado yo sus sentimientos proclamados y les doy el carácter de los únicos sentimientos existentes, lo cual no es la verdad. Porque entre mil y una angustias consignadas con evocativas palabras no está y nunca estará esa angustia concreta que ahora sientes y nunca has expresado porque eres pudibundo a fuerza de no tener facilidad de palabra. Y no es que yo sea producto de la palabra fácil, a veces llego laboriosamente. Pero soy siempre la palabra conquistada, sujeta a la voluntad de los poetas que me secuestran de los catálogos donde vivo apiñada para devolverme a la vida que trato de nombrar aunque no alcance a suplantarla.
Sinceramente te confieso que más quisiera ser esa tu angustia que ahora sientes inexpresada que esta versión corregida y aumentada, o disminuida, del mismo sentimiento en diversos tonos coleccionado dizque para estremecimiento de las almas sensibles.

XXVI

Saeta enamorada de los aires que en el carcaj de Cupido aguarda el instante de amar que es uno y único como el de la muerte.

XXVII

En los tiempos del muro hablé de los pobres. Pues también se enmudece de pobreza. Yo fui entonces la voz clamando en el desierto de la indiferencia. Creía entonces en el poder de las palabras, en su capacidad de convertir al universo, y me propuse exorcisar al demonio del abuso del poder y de la explotación del hombre por el hambre y conjuré para que acabasen los males de la Tierra. Fuí la utopía misma de un mundo nuevo que existió únicamente en mi imaginación. Competí con los panfletos y supe encontrar la manera intensa de mencionar la huelga, la miseria, la sequía, las heridas del combate.
Hoy, que el muro ha sido destruido, continúa mi sueño. Y sigo siendo la voz de la dignidad, del amor y de la solidaridad humanas.

XXVIII

Soy una trampa. Prohibido recinto para inocentes. Altamente contaminada de humanidad. Puedo inocularte el virus del amor. Y no precisamente en dosis homeopáticas ni gota a gota como el suero.
Un aviso sencillo limita prudente el acceso hacia mí: Ojo, Pare, Cruce, Poesía.

XXIX

La fuente, yo y tú, el destinatario, que pretende alcanzarte sin intermediarios. Mensaje sin lenguaje, vino esencial vaciado de mi botella a tu botella. Mejor aun, a veces, bebido de mi boca a tu boca. Platónico y concreto vaso comunicante. Desnuda llego a ti para que me poseas al instante. O para que recuerdes que ya me poseías. La fuente, tú y yo, el destinatario.

XXX

En verdad puedes llegar a mi en cualquier momento seguro de encontrarme. Puedes flirtear conmigo si lo quieres. Tratarme como circunstancial amante. Así de simple es. Como el amor que se goza más intensamente cuando dura un instante. Navegar en el mar proceloso de la vida y luego en el puerto encontrar el reposo del guerrero. Cual amor marinero, en mi lecho te espero. Ven a gozarme.

XXXI

Déjame donde estoy y no me leas. Puedo volverme una adicción antinatural. No olvides nunca que los que escriben libros no se leyeron antes a sí mismos. En realidad te invito a otra lectura, para la que no tienes que aprender a leer. No eres analfabeto de los ojos y oídos que te muestran el mundo. Sólo te basta abrirlos y dejarte enriquecer por su lujuriosa variedad. Lee el paisaje, los rostros, los gestos, las sonoras palabras de los otros, lee intensamente, vorazmente, alegremente, llénate del mundo, aprende a escuchar tu singularidad y proclámala. Así iniciado vuelve a mí.
Te espero para el diálogo de tu mundo latente con mi enlatado mundo diferente.

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