Comenzaremos por establecer una distinción entre fe y creencia. Entenderemos por fe, la aceptación de lo absoluto, sin requerimiento alguno de probanza o verificación. En este sentido la fe es ciega y constituye con la esperanza y la caridad el triángulo de las virtudes teologales. Se tiene fe en Dios o como quiera llamarse a un Ser Superior que, inclusive, como en el Tao puede decirse que no tiene nombre. La creencia, en cambio, la emplearemos para referirnos a lo relativo, a la diversidad, a los mil seres, incluidos nosotros mismos y nuestras experiencias interiores y nuestros semejantes.
El hombre, en cuanto ser en devenir en el mundo, no puede existir por existir. Básicamente necesita de un objetivo vital, de la realización de un proyecto existencial, de un compromiso, a partir de sí mismo, con los demás hombres. La asunción de este proyecto sólo puede hacerse a partir de un acto de creencia en sus posibilidades de realización. Pues, si el hombre no creyera en lo factible de esta posibilidad, no intentaría lograrla. La creencia se mueve así en dos planos de la vida humana: interiormente el hombre debe creer en su propia capacidad para lograr lo que anhela, Exteriormente, debe creer que las condiciones podrán ordenarse en la medida de sus aspiraciones y que encontrará otros seres con los cuales compartir una mutua realización.
Esta es la función primaria del Nosotros Originario, de la teoría de Fritz Künkel. Momento en que el recién nacido establece una unidad nosística con la madre y recibe las primeras gratificaciones afectivas que conformarán su aparato de seguridad interior. Posteriormente, mientras crece, en la comunidad, el hogar y la escuela el medio le permitirá internalizar mensajes de seguridad o inseguridad que reforzarán o debilitarán su capacidad de autoestima y, por ende, de exigencia a la sociedad de gratificaciones afirmativas de su ser. Desde este punto de vista al ser humano le es necesario creer porque sin creencia toda su vida se vería frustrada o sumergida en la angustia de ser para nada. En otras palabras, creer es una cuestión imprescindible para la autorrealización de los seres humanos.
Hay dos cauces de creencia para los hombres: la fe en un Ser Supremo y la creencia en las potencialidades personales de afirmación. Ambos cauces son igualmente válidos si no se asumen como negación del otro. La actitud intolerante es la única limitación de estas elecciones. Sea que alguien ponga su fe en Dios o su creencia en sus humanas potencias, lo importante es que asuma esta fe relativa desde la esencia de su fe primordial. Fe que no es sólo personal sino acto de comunión con los demás.
El hombre es un ser histórico y, como tal, debe creer en las posibilidades de realización de todos los proyectos individuales con quienes comparte las coordenadas de espacio y tiempo. El hombre es un ser en devenir y se afirma o niega en el acontecer. El hombre es un ser situacional que llega a ser por la comunicación y en la comunicación. Separado tempranamente del pecho materno y condicionadas sus raíces afectivas, los seres humanos necesitan que sus instancias racionales y volitivas sean reforzadas. Y esto sólo es factible en un contexto de creencia y de fe en su lugar de origen.
¿ Podemos los peruanos creer en el Perú?. ¿ Es posible asumir una creencia en una sociedad donde el escepticismo y el pragmatismo constituyen matices permanentes de la acción?. ¿ En un país donde la mayoría de personas no creen en sí mismas y mucho menos en sus compatriotas?. ¿ Un país que no tiene un Proyecto Histórico que dé unidad a los intentos colectivos de construcción nacional?. ¿Un país pluricultural, plurilingüe y vertebrado geográficamente hasta el aislamiento de una y otras regiones?. Si, en términos generales respondemos que en el Perú aún es posible creer.
Pero, para que ésta no sea una afirmación utópica, ¿ En quién o en qué debemos creer los peruanos? ¿ Cuál es la creencia que vincula nuestros sueños, nuestros proyectos existenciales? Los peruanos debemos creer en las potencialidades de un gran diálogo nacional que considere las enseñanzas de nuestra historia, los derechos de las culturas que nos integran, la tolerancia a sus costumbres, aunque sean muy diferentes de las nuestras. Creer en el diálogo significa de facto valorar la creatividad y la autenticidad de los interlocutores. Creer en el diálogo nacional es haber llegado por fin a creer en nosotros mismos. ¿ Y qué es la Patria finalmente sino la reunión presente de todos sus hijos?
Como ya lo planteara nuestro gran historiador el Perú es problema y posibilidad. En su ser posible pongamos nuestras creencias y los problemas se irán resolviendo. Es necesario creer para crear unidos el país de todos. Sólo una gran dosis compartida colectivamente de fe en las potencialidades de nuestra patria hará posible que ella llegue a ser el hogar benefactor de todos los peruanos.
El hombre, en cuanto ser en devenir en el mundo, no puede existir por existir. Básicamente necesita de un objetivo vital, de la realización de un proyecto existencial, de un compromiso, a partir de sí mismo, con los demás hombres. La asunción de este proyecto sólo puede hacerse a partir de un acto de creencia en sus posibilidades de realización. Pues, si el hombre no creyera en lo factible de esta posibilidad, no intentaría lograrla. La creencia se mueve así en dos planos de la vida humana: interiormente el hombre debe creer en su propia capacidad para lograr lo que anhela, Exteriormente, debe creer que las condiciones podrán ordenarse en la medida de sus aspiraciones y que encontrará otros seres con los cuales compartir una mutua realización.
Esta es la función primaria del Nosotros Originario, de la teoría de Fritz Künkel. Momento en que el recién nacido establece una unidad nosística con la madre y recibe las primeras gratificaciones afectivas que conformarán su aparato de seguridad interior. Posteriormente, mientras crece, en la comunidad, el hogar y la escuela el medio le permitirá internalizar mensajes de seguridad o inseguridad que reforzarán o debilitarán su capacidad de autoestima y, por ende, de exigencia a la sociedad de gratificaciones afirmativas de su ser. Desde este punto de vista al ser humano le es necesario creer porque sin creencia toda su vida se vería frustrada o sumergida en la angustia de ser para nada. En otras palabras, creer es una cuestión imprescindible para la autorrealización de los seres humanos.
Hay dos cauces de creencia para los hombres: la fe en un Ser Supremo y la creencia en las potencialidades personales de afirmación. Ambos cauces son igualmente válidos si no se asumen como negación del otro. La actitud intolerante es la única limitación de estas elecciones. Sea que alguien ponga su fe en Dios o su creencia en sus humanas potencias, lo importante es que asuma esta fe relativa desde la esencia de su fe primordial. Fe que no es sólo personal sino acto de comunión con los demás.
El hombre es un ser histórico y, como tal, debe creer en las posibilidades de realización de todos los proyectos individuales con quienes comparte las coordenadas de espacio y tiempo. El hombre es un ser en devenir y se afirma o niega en el acontecer. El hombre es un ser situacional que llega a ser por la comunicación y en la comunicación. Separado tempranamente del pecho materno y condicionadas sus raíces afectivas, los seres humanos necesitan que sus instancias racionales y volitivas sean reforzadas. Y esto sólo es factible en un contexto de creencia y de fe en su lugar de origen.
¿ Podemos los peruanos creer en el Perú?. ¿ Es posible asumir una creencia en una sociedad donde el escepticismo y el pragmatismo constituyen matices permanentes de la acción?. ¿ En un país donde la mayoría de personas no creen en sí mismas y mucho menos en sus compatriotas?. ¿ Un país que no tiene un Proyecto Histórico que dé unidad a los intentos colectivos de construcción nacional?. ¿Un país pluricultural, plurilingüe y vertebrado geográficamente hasta el aislamiento de una y otras regiones?. Si, en términos generales respondemos que en el Perú aún es posible creer.
Pero, para que ésta no sea una afirmación utópica, ¿ En quién o en qué debemos creer los peruanos? ¿ Cuál es la creencia que vincula nuestros sueños, nuestros proyectos existenciales? Los peruanos debemos creer en las potencialidades de un gran diálogo nacional que considere las enseñanzas de nuestra historia, los derechos de las culturas que nos integran, la tolerancia a sus costumbres, aunque sean muy diferentes de las nuestras. Creer en el diálogo significa de facto valorar la creatividad y la autenticidad de los interlocutores. Creer en el diálogo nacional es haber llegado por fin a creer en nosotros mismos. ¿ Y qué es la Patria finalmente sino la reunión presente de todos sus hijos?
Como ya lo planteara nuestro gran historiador el Perú es problema y posibilidad. En su ser posible pongamos nuestras creencias y los problemas se irán resolviendo. Es necesario creer para crear unidos el país de todos. Sólo una gran dosis compartida colectivamente de fe en las potencialidades de nuestra patria hará posible que ella llegue a ser el hogar benefactor de todos los peruanos.
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