Hace treinta años en un árido e inhóspito arenal camino a Lurín un grupo de peruanos desposeídos, de los muchos que nuestra sociedad genera, decidieron construir su futuro. Se cuentan muchas historias de porqué nombraron a su población Villa El Salvador, lo único que puede ver quien ahora visita ese espacio es que en tres décadas ellos lograron su intento y hoy sobre el arenal, el asfalto hace amable el caminar, y sólidas casas de ladrillo y cemento han sustitutido a las precarias de esteras. Llegar a este comienzo no les ha sido fácil. En la historia quedan luctuosos sucesos, muertes sangrientas como la de María Elena Moyano, frustraciones, y un cuadro presente de nuevos problemas, propios del crecimiento, pero los nietos de los primeros pobladores caminan ligeros por sus calles y miran con mayor optimismo el porvenir, a pesar del contexto actual donde nubarrones de desconfianza y vientos de inmoralidad enrarecen la vida nacional.
En un colegio de esa histórica población hace apenas un mes veía yo desplazar la sabiduría teatral de un grupo que también hace treinta años yo había visto balbucear sus intentos artísticos animados por su militancia política y el sueño de aportar desde el arte argumentos reflexivos sobre nuestra condición histórica. Al decir de nuestro siempre recordado Hugo Salazar, aunque las voces eran seguras, el nombre no era fácil de recordar- y aún hoy en día hay quienes lo escriben y pronuncian como quieren- Yuyachkani (del quechua "estoy pensando", "estoy recordando").
Hay una sana alegría en mirar con los ojos del recuerdo. Y al oir a Miguel Rubio, dice que soy el único que lo recuerda como un simpático actor, hablar a los jóvenes asistentes al V Taller Nacional de Teatro que organizaba el grupo "Arena y Esteras", de Villa El Salvador, con la generosa autoridad que dan treinta años de constancia creativa y rigor sin concesiones, sentía que hay muchas cosas en el Perú que permiten mantener encendida la esperanza de llegar alguna vez a ser nosotros mismos, los peruanos sin calco ni copia, el gran país crisol de culturas y geografía múltiple.
Mientras Villa El Salvador crecía en los efervescentes años setenta, Yuyachkani ensayaba y estrenaba sus creaciones colectivas: "Puño de Cobre" (1972), sobre la matanza de los mineros de Cobriza, "La Madre" (1974), de Bertolt Brecht- una de las dos únicas obras de dramaturgo que si la memoria no me es infiel han interpretado en su ejemplar trayectoria. Acostumbrados a confrontar los pareceres de su público, en su afán de esclarecer al máximo su mensaje político, se encontraron un día con el reclamo natural de la dimensión artística. "La función ha estado muy interesante, pero qué pena que hayan olvidado sus disfraces", les dijeron un día. Ayacucho 78, organizado por otro grupo emblemático Cuatrotablas, los vincula a la corriente del Tercer Teatro y Teresa viaja a la Escuela Internacional de Teatro Antropológico (ISTA). Atentos al reclamo de su público, se esforzaron por situar su voz en el área que habían elegido el arte. Es así como en 1979, cierran la década de ensayos preliminares con un montaje que es casi una fiesta popular:Allpa Rayku.
En la década siguiente abrirán sus alas hacia Estados Unidos, México, Guatemala y Nicaragua. De esas tierras llega en ciernes la afirmación de la propuesta estética de un grupo cuyos actores despliegan una técnica de múltiples facetas al servicio de la creación escénica: Los Hijos de Sandino (1981). En 1982 viajan a Berlín, al Festival Horizonte 82 y cumplen una gira por la RFA, Holanda y Dinamarca. Sin embargo, aún no estaban afirmados sus intentos artísticos. En esta etapa de transición comparten liderazgo responsable con el grupo Cuatrotablas, y se entregan a la organización y a la docencia del Movimiento Teatral Nacional, mientras van dando forma a: Los Músicos Ambulantes (1983), obra que es un hito creativo por cuanto en ella el grupo logra llegar por igual a todo tipo de público y se refleja de manera coherente y artística el tema central de su trayectoria, el sondeo en la identidad nacional, y su estilo de actuación. En 1984 participan en el Festival Internacional de Manizales, en el Festival Latinoamericano de Teatro de Córdova, y realizan una gira por Chile y Uruguay. Ese año el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT) les otorga el Premio Ollantay en la categoría de búsqueda y nuevas aportaciones. Éstas se continúan en "Encuentro de Zorros" (1985) y un espectáculo para niños de intensa poesía "Un día en perfecta paz". En 1986 crean "Baladas del bien-estar" sobre poemas y canciones de Bertolt Brecht en unipersonal de Teresa Ralli. Participan en el Festival Latino de Nueva York. en el Festival Internacional de Manizales y el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz. En 1988 el grupo inaugura su Sala. Culminan la década con el estreno de "Contraelviento", obra que por su dimensión antropológica exigiría una revisión en profundidad del camino seguido.
Momentos difíciles para la posición ideológica de Yuyachkani han sido los de la década del noventa, luego de la caída del Muro de Berlín. Respuesta angustiosa fue la lacerante creación de "Hasta cuando corazón". "No me toquen ese vals". Ayacucho. Apagados los momentos de auge de la creación colectiva, con nuevas orientaciones y formas de producción en el teatro peruano ,los miembros del elenco se abren hacia nuevos campos. Son los años en que los pasacalles de Yuyachkani pasan a ser obligada apertura de una serie de eventos de instituciones, empresas y de la comuna de Lima, así como también de las marchas por los derechos humanos.
En los últimos años han presentado Antígona, en versión del poeta José Watanabe, honda reflexión sobre nuestra responsabilidad ante la violencia. Actualmente con la puesta en escena de Santiago, pareciera que el grupo vuelve a elegir el sondeo en la tradición y el mito para encontrar la imagen del Perú. Pero el camino se ha hecho más complejo porque hoy en nuestra patria a los artistas nos han escamoteado nuestra potestad de crear imágenes reveladoras de la realidad, ya que los delincuentes decidieron filmarse y nada sustituye a la contundencia de su cínica presencia. Sin embargo, cuidado, porque la televisión siempre tiene el peligro de convertir en espectáculo la más cruenta tragedia y no vaya a convertirse en simple búsqueda de un rating el pasar el último video de la república de la ignominia.
Hay un alentadora línea que ha tomado con fuerza el grupo, gracias al empeño de Ana Correa: el teatro para niños y la promoción teatral en Comunidad. Experiencias como la del Guayabo retoman con mayor conocimiento, antiguos intentos en El Ermitaño. Lo mismo los festivales de teatro para Niños que se vienen realizando regularmente en los úiltimos años.
Tal en un rasgo de diez minutos treinta años de la trayectoria ejemplar de un grupo que el Municipio de Lima se honra al rendirle el justo reconocimiento de la Comuna, a la cual ha venido acompañando, por lo demás, en casi todos las últimas inauguraciones de espacios y grandes eventos como las Bienales de Arte. Distingue la limpia trayectoria de Yuyachkani: la lucha por la dignidad humana. El sondeo acuciosos en la historia, el mito, para profundizar en la realidad actual, para aportar rutas a la afirmación nacional. En las más puras dimensiones de la creación artística, empleando el mito sin caer en la mitomanía, ofreciendo la verdad sin deformarse en la falacia, ni en el chisme fácil. Comportamientos comunes que han distinguido a los amigos del régimen anterior que ocuparon puestos por recomendación y no por méritos propios. Seres débiles que pretendieron aferrarse a sus puestecitos como tabla de salvación de su profunda mediocridad. Agradezcamos a Yuyachkani en los nombres concretos de Ana y Débora Correa, Augusto Casafranca, Teresa y Rebeca Ralli, Miguel Rubio, Fidel Melquíades, Julián Vargas el sondeo en lo abisal, lo trascendente, de la imagen rediviva de este rompecabezas que es el ser peruano. Porque aún quedan muchos arenales por sembrar de vida y progreso y ellos saben bien que la lucha por la paz y por la vida continúa sin tregua y con inmarcesible esperanza.
En un colegio de esa histórica población hace apenas un mes veía yo desplazar la sabiduría teatral de un grupo que también hace treinta años yo había visto balbucear sus intentos artísticos animados por su militancia política y el sueño de aportar desde el arte argumentos reflexivos sobre nuestra condición histórica. Al decir de nuestro siempre recordado Hugo Salazar, aunque las voces eran seguras, el nombre no era fácil de recordar- y aún hoy en día hay quienes lo escriben y pronuncian como quieren- Yuyachkani (del quechua "estoy pensando", "estoy recordando").
Hay una sana alegría en mirar con los ojos del recuerdo. Y al oir a Miguel Rubio, dice que soy el único que lo recuerda como un simpático actor, hablar a los jóvenes asistentes al V Taller Nacional de Teatro que organizaba el grupo "Arena y Esteras", de Villa El Salvador, con la generosa autoridad que dan treinta años de constancia creativa y rigor sin concesiones, sentía que hay muchas cosas en el Perú que permiten mantener encendida la esperanza de llegar alguna vez a ser nosotros mismos, los peruanos sin calco ni copia, el gran país crisol de culturas y geografía múltiple.
Mientras Villa El Salvador crecía en los efervescentes años setenta, Yuyachkani ensayaba y estrenaba sus creaciones colectivas: "Puño de Cobre" (1972), sobre la matanza de los mineros de Cobriza, "La Madre" (1974), de Bertolt Brecht- una de las dos únicas obras de dramaturgo que si la memoria no me es infiel han interpretado en su ejemplar trayectoria. Acostumbrados a confrontar los pareceres de su público, en su afán de esclarecer al máximo su mensaje político, se encontraron un día con el reclamo natural de la dimensión artística. "La función ha estado muy interesante, pero qué pena que hayan olvidado sus disfraces", les dijeron un día. Ayacucho 78, organizado por otro grupo emblemático Cuatrotablas, los vincula a la corriente del Tercer Teatro y Teresa viaja a la Escuela Internacional de Teatro Antropológico (ISTA). Atentos al reclamo de su público, se esforzaron por situar su voz en el área que habían elegido el arte. Es así como en 1979, cierran la década de ensayos preliminares con un montaje que es casi una fiesta popular:Allpa Rayku.
En la década siguiente abrirán sus alas hacia Estados Unidos, México, Guatemala y Nicaragua. De esas tierras llega en ciernes la afirmación de la propuesta estética de un grupo cuyos actores despliegan una técnica de múltiples facetas al servicio de la creación escénica: Los Hijos de Sandino (1981). En 1982 viajan a Berlín, al Festival Horizonte 82 y cumplen una gira por la RFA, Holanda y Dinamarca. Sin embargo, aún no estaban afirmados sus intentos artísticos. En esta etapa de transición comparten liderazgo responsable con el grupo Cuatrotablas, y se entregan a la organización y a la docencia del Movimiento Teatral Nacional, mientras van dando forma a: Los Músicos Ambulantes (1983), obra que es un hito creativo por cuanto en ella el grupo logra llegar por igual a todo tipo de público y se refleja de manera coherente y artística el tema central de su trayectoria, el sondeo en la identidad nacional, y su estilo de actuación. En 1984 participan en el Festival Internacional de Manizales, en el Festival Latinoamericano de Teatro de Córdova, y realizan una gira por Chile y Uruguay. Ese año el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT) les otorga el Premio Ollantay en la categoría de búsqueda y nuevas aportaciones. Éstas se continúan en "Encuentro de Zorros" (1985) y un espectáculo para niños de intensa poesía "Un día en perfecta paz". En 1986 crean "Baladas del bien-estar" sobre poemas y canciones de Bertolt Brecht en unipersonal de Teresa Ralli. Participan en el Festival Latino de Nueva York. en el Festival Internacional de Manizales y el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz. En 1988 el grupo inaugura su Sala. Culminan la década con el estreno de "Contraelviento", obra que por su dimensión antropológica exigiría una revisión en profundidad del camino seguido.
Momentos difíciles para la posición ideológica de Yuyachkani han sido los de la década del noventa, luego de la caída del Muro de Berlín. Respuesta angustiosa fue la lacerante creación de "Hasta cuando corazón". "No me toquen ese vals". Ayacucho. Apagados los momentos de auge de la creación colectiva, con nuevas orientaciones y formas de producción en el teatro peruano ,los miembros del elenco se abren hacia nuevos campos. Son los años en que los pasacalles de Yuyachkani pasan a ser obligada apertura de una serie de eventos de instituciones, empresas y de la comuna de Lima, así como también de las marchas por los derechos humanos.
En los últimos años han presentado Antígona, en versión del poeta José Watanabe, honda reflexión sobre nuestra responsabilidad ante la violencia. Actualmente con la puesta en escena de Santiago, pareciera que el grupo vuelve a elegir el sondeo en la tradición y el mito para encontrar la imagen del Perú. Pero el camino se ha hecho más complejo porque hoy en nuestra patria a los artistas nos han escamoteado nuestra potestad de crear imágenes reveladoras de la realidad, ya que los delincuentes decidieron filmarse y nada sustituye a la contundencia de su cínica presencia. Sin embargo, cuidado, porque la televisión siempre tiene el peligro de convertir en espectáculo la más cruenta tragedia y no vaya a convertirse en simple búsqueda de un rating el pasar el último video de la república de la ignominia.
Hay un alentadora línea que ha tomado con fuerza el grupo, gracias al empeño de Ana Correa: el teatro para niños y la promoción teatral en Comunidad. Experiencias como la del Guayabo retoman con mayor conocimiento, antiguos intentos en El Ermitaño. Lo mismo los festivales de teatro para Niños que se vienen realizando regularmente en los úiltimos años.
Tal en un rasgo de diez minutos treinta años de la trayectoria ejemplar de un grupo que el Municipio de Lima se honra al rendirle el justo reconocimiento de la Comuna, a la cual ha venido acompañando, por lo demás, en casi todos las últimas inauguraciones de espacios y grandes eventos como las Bienales de Arte. Distingue la limpia trayectoria de Yuyachkani: la lucha por la dignidad humana. El sondeo acuciosos en la historia, el mito, para profundizar en la realidad actual, para aportar rutas a la afirmación nacional. En las más puras dimensiones de la creación artística, empleando el mito sin caer en la mitomanía, ofreciendo la verdad sin deformarse en la falacia, ni en el chisme fácil. Comportamientos comunes que han distinguido a los amigos del régimen anterior que ocuparon puestos por recomendación y no por méritos propios. Seres débiles que pretendieron aferrarse a sus puestecitos como tabla de salvación de su profunda mediocridad. Agradezcamos a Yuyachkani en los nombres concretos de Ana y Débora Correa, Augusto Casafranca, Teresa y Rebeca Ralli, Miguel Rubio, Fidel Melquíades, Julián Vargas el sondeo en lo abisal, lo trascendente, de la imagen rediviva de este rompecabezas que es el ser peruano. Porque aún quedan muchos arenales por sembrar de vida y progreso y ellos saben bien que la lucha por la paz y por la vida continúa sin tregua y con inmarcesible esperanza.
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